miércoles, 4 de abril de 2012

Buscando piso V

Queridos amigos, esta historia se acerca a su desenlace final. O eso espero. Ayer por la mañana, después de que el dueño del piso B llamara diciendo gimme more money, Mustafa se puso en contacto con el dueño del piso A, el enemigo acérrimo de los sodomitas sin dinero, el defensor de la moral libia, el adalid de la familia tradicional. Estuvieron gritándose un buen rato, y oh, sorpresa, resulta que nos alquila el piso al precio original. He estado pensando posibles motivos para su cambio de actitud:


  1. Zapatero le ha llamado para explicarle que los gays también somos personas.
  2. Mustafa le ha asegurado secretamente que será bienvenido en nuestras futuras bacanales.
  3. Le he caído muy bien (esta es la que menos posible me parece)


El caso es que hoy por la mañana hemos ido a firmar el contrato. Como podéis imaginaros, no ha sido un proceso corto ni sencillo, por no decir que, a estas alturas, ya sabéis que probablemente no haya habido tal contrato.


Cita a las diez. El hombre, que se llama Fadel, llega a y cuarto. Pasamos a la inmobiliaria, y me fijo rápidamente: ningún contrato ni similar sobre la mesa. Conversación en árabe. Fadel se va. A preparar el contrato.

Mi jefa empieza a ponerse de un color morado tormenta.

Vuelve al rato, sin contrato. Nos dice que le sigamos. Llevamos casi una hora sentados ahí, y esta vez ni ofrecer café ni nada. Mi jefa me desea suerte y se va. Seguimos a Fadel.

Nos lleva a un patio interior muy grande, lleno de tiendas, y pasamos a la oficina de un notario. Es una habitación encalada, de cuatro por dos y medio, que parece más bien una caseta de labranza muy limpia. Se ponen a hablar, me piden el pasaporte, se ríen porque mi apellido se parece a una palabra que significa quemado, nos sentamos.

Al lado hay una pequeña tetería, la regenta un anciano que, según Hamza (por supuesto ha venido), ya era igual de viejo cuando él era un niño. En la puerta se sientan muchos abuelos, de los cuales uno llama la atención: botas, pantalón militar, camisa de colores, chaleco tradicional negro, gabardina azul (estamos a veinticinco grados), bufanda bandera libia, y gorro negro. Aparenta no menos de setenta y cinco, y no para de reír y de fumar. En un momento dado, suena el móvil de otro abuelo, pero éste cree que es el suyo; saca el móvil, y ve que no es. Saca un segundo móvil, y ve que tampoco. Saca un TERCER móvil, y se convence de que nadie le llama.

A las doce está terminado el contrato, firmamos, me cobran (los notarios son igual por todos lados, parece), y vamos a pagar el alquiler y a recoger mis llaves. Ah, mis llaves, precioso metal, formas voluptuosas, promesa de un hogar.

Y sí, tengo llaves, tengo llaves y tengo casa. Ya pondré fotos, es un piso muy normal, pero con una terraza muy maja en el tejado. Eso sí: no hay cama, no hay mesa, no hay sillas, no hay frigo, no hay cocina, ¡no hay cortina de ducha! En fin, que me tengo que ir de compras. Pero eso ya es otra historia.

6 comentarios:

  1. tranqui, el mobiliario es anos '90. Ahora va el minimalismo.
    Un abrazo querido "Espanabuongiorno"!

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  2. Madre... q no parar de reir...
    Me declaro oficialmente enamorada de tu blog

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  3. Gracias, solo se nota desde el escritorio, pero te aseguro que el blog se ha ruborizado. No sabía que tú llevas uno, voy a ver si me enamoro yo también...

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  4. enhorabuena Lorenzo, ya tienes casa por fin, no sabes cuanto me alegro

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