Hablar de
las mujeres en Libia no resulta fácil. Lo primero, porque apenas hablo con
alguna, y lo segundo… bueno, ya veréis.
Aquí el
sistema es totalmente patriarcal. La mujer es propiedad del padre hasta que
pasa a ser propiedad del marido. Y si a alguien esta afirmación le parece
fuerte, que no se pare a observar cómo es el día a día, y si no, un ejemplo: hace
poco estuve en la finca del primo de un compañero de trabajo de Hamza; durante
la comida y el posterior té a la sombra, sólo estuve con hombres, como es
habitual. Después del té nos fuimos a la playa, con lo que las mujeres se
quedaron solas (sí, había mujeres, lo que ocurre es que son como sombras y
nunca las ves). Al volver de la playa, vi desde fuera de la verja que rodea la
propiedad, cómo cinco o seis mujeres de varias edades salían a la carrera;
habían estado a la sombra de la parra, y al oír volver a los hombres, tornaban
a su redil, no sé exactamente cuál.
La cosa del
pañuelo o hiyab, en Libia, es generalizada. Hay varios tipos, y las
mujeres los combinan con el resto de la ropa. El resto de la ropa, ya que
hablamos de ello, debería ser holgado, ocultando las formas curvas de la mujer,
pero esto hay más chicas que se lo saltan, y vaqueros ajustados ya se ven. Lo
más común es una mezcla: ropa moderna debajo, túnicas y gabardinas clásicas o
directamente anticuadas por encima. A mí esta es la opción que menos me gusta,
hace que las mujeres parezcan Momo, mientras que la clásica túnica (aún no
conozco el nombre), es al fin y al cabo bonita.
Luego están
las que van cubiertas del todo, llevan una especie de burka negro con tan solo dos
agujeros para los ojos. Hasta guantes llevan. Se puede decir que van así
vestidas porque quieren, o mejor dicho, porque sus maridos quieren: el Corán
habla del concepto aura, las partes del cuerpo que no se muestran; los
hombres deben cubrir todo lo que hay desde las rodillas hasta el ombligo,
mientras que las mujeres pueden mostrar pies, manos y rostro. Taparse esas tres
partes será muy respetable, pero es ir más allá del libro.
A la hora
de decidir el destino de una mujer, hay bastantes puntos de vista, como en
todo, pero lo más normal es que, una vez casada, lo cual es prácticamente
obligatorio, esta se quede en casa. Es posible que su marido sea una persona
abierta y no le importe incluso que trabaje, pero cuando tienes cinco, seis u
ocho hijos, es complicado compaginar el trabajo dentro y fuera de casa. Esta
tendencia, sin embargo, se está alterando, y hoy en día se puede decir que
cuatro es el número máximo de hijos por familia, siempre y cuando uno sea
varón; si no lo es, es probable que sigan intentándolo hasta que lo consigan.
Las chicas
jóvenes deben ser decentes en el sentido más rancio de la palabra, el
comportamiento ideal es de las jovencitas de las novelas del diecinueve, o de
algunas novelas de posguerra: modositas, calladas, educadas, guapas, sumisas.
Así deben ser. El otro día presencié una escena que parecía sacada de La
Regenta: estaba yo en la bulmina, el autobús urbano, y el auxiliar
del conductor le decía lindezas a una chica de unos veinte años, que iba a la
universidad. Él no paraba de sonreír mientras le contaba a saber qué cosas, y
ella miraba al suelo dándole el perfil derecho, no le dirigió en ningún momento
la vista, pero se reía y le contestaba desde su cara semioculta por el velo.
Desde que
vivo aquí pienso a menudo en mujeres como mi madre o mis tías, o como la
mismísima Marie Curie, mujeres que salen o han salido de sus casas y que, en
mayor o menor medida, cambian el mundo, como lo puede cambiar cualquier hijo de
vecino. Llamas que el patriarcado habría apagado sin remisión, y que nos
habrían privado de espléndidas maestras, científicas, artistas o políticas.
Aquí veo muchas chicas en la universidad, futuras médicos, biólogas, filólogas…
es bastante posible que sus diplomas queden guardados en un cajón, que la luz
que podrían aportar a Libia y al mundo se apague o quede oculta entre la
cocina, el dormitorio de los niños y las casas de sus familiares. Sin embargo,
aquí se acaba de derrocar una dictadura, e internet llega a todas partes. Si el
país comienza a caminar hacia delante, es posible que empecemos a ver otras
cosas. Me pregunto cómo se dice en árabe las chicas son guerreras.
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