Queridos amigos,
esta historia se acerca a su desenlace final. O eso espero. Ayer por la mañana,
después de que el dueño del piso B llamara diciendo gimme more money,
Mustafa se puso en contacto con el dueño del piso A, el enemigo acérrimo de los
sodomitas sin dinero, el defensor de la moral libia, el adalid de la familia
tradicional. Estuvieron gritándose un buen rato, y oh, sorpresa, resulta que
nos alquila el piso al precio original. He estado pensando posibles motivos
para su cambio de actitud:
- Zapatero le ha llamado para explicarle
que los gays también somos personas.
- Mustafa le ha asegurado secretamente
que será bienvenido en nuestras futuras bacanales.
- Le he caído muy bien (esta es la que
menos posible me parece)
El caso es que hoy
por la mañana hemos ido a firmar el contrato. Como podéis imaginaros, no ha
sido un proceso corto ni sencillo, por no decir que, a estas alturas, ya sabéis
que probablemente no haya habido tal contrato.
Cita a las diez. El
hombre, que se llama Fadel, llega a y cuarto. Pasamos a la inmobiliaria, y me
fijo rápidamente: ningún contrato ni similar sobre la mesa. Conversación
en árabe. Fadel se va. A preparar el contrato.
Mi jefa empieza a
ponerse de un color morado tormenta.
Vuelve al rato, sin
contrato. Nos dice que le sigamos. Llevamos casi una hora sentados ahí, y esta
vez ni ofrecer café ni nada. Mi jefa me desea suerte y se va. Seguimos a Fadel.
Nos lleva a un
patio interior muy grande, lleno de tiendas, y pasamos a la oficina de un
notario. Es una habitación encalada, de cuatro por dos y medio, que parece más
bien una caseta de labranza muy limpia. Se ponen a hablar, me piden el
pasaporte, se ríen porque mi apellido se parece a una palabra que significa quemado,
nos sentamos.
Al lado hay una
pequeña tetería, la regenta un anciano que, según Hamza (por supuesto ha
venido), ya era igual de viejo cuando él era un niño. En la puerta se sientan
muchos abuelos, de los cuales uno llama la atención: botas, pantalón militar,
camisa de colores, chaleco tradicional negro, gabardina azul (estamos a
veinticinco grados), bufanda bandera libia, y gorro negro. Aparenta no menos de
setenta y cinco, y no para de reír y de fumar. En un momento dado, suena el móvil
de otro abuelo, pero éste cree que es el suyo; saca el móvil, y ve que no es. Saca
un segundo móvil, y ve que tampoco. Saca un TERCER móvil, y se convence de que
nadie le llama.
A las doce está
terminado el contrato, firmamos, me cobran (los notarios son igual por todos
lados, parece), y vamos a pagar el alquiler y a recoger mis llaves. Ah, mis
llaves, precioso metal, formas voluptuosas, promesa de un hogar.
Y sí, tengo llaves,
tengo llaves y tengo casa. Ya pondré fotos, es un piso muy normal, pero con una
terraza muy maja en el tejado. Eso sí: no hay cama, no hay mesa, no hay sillas,
no hay frigo, no hay cocina, ¡no hay cortina de ducha! En fin, que me tengo que
ir de compras. Pero eso ya es otra historia.
tranqui, el mobiliario es anos '90. Ahora va el minimalismo.
ResponderEliminarUn abrazo querido "Espanabuongiorno"!
Madre... q no parar de reir...
ResponderEliminarMe declaro oficialmente enamorada de tu blog
Gracias, solo se nota desde el escritorio, pero te aseguro que el blog se ha ruborizado. No sabía que tú llevas uno, voy a ver si me enamoro yo también...
ResponderEliminarenhorabuena Lorenzo, ya tienes casa por fin, no sabes cuanto me alegro
ResponderEliminarY yo, gracias!
ResponderEliminarY suerte!
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