24 de marzo
La ruptura de las negociaciones entre mi frustrado casero y
mi empresa ha desatado una pequeña crisis de gabinete; mi jefa, si bien me
acoge con gusto, está acostumbrada a vivir sola y no acaba de agradarle tener a
un antígeno como yo rondando por la casa. Yo, por mi parte, estoy deseando
tener un sitio mío. Y para todos en general es un engorro ponerse a buscar otra
vez, ya que llevar a cabo cualquier empresa, en Libia, cuesta mucho tiempo y
paciencia.
Por suerte Mustafa recuerda que hablaron con otra persona a
propósito de otro piso, menos céntrico pero más grande y barato. El proceso
para concertar una cita, comenzando a eso de las once de la mañana, es más o
menos el siguiente:
- Mustafa llama a Hamza para que le diga si tiene el número del posible casero. Hamza no contesta, seguramente esté dormido.
- Una media hora después Hamza nos llama. Estaba dormido. Tiene el número y asegura que va a llamar al posible casero.
- Pasada otra media hora Hamza nos llama de nuevo; no ha intentado localizar al señor todavía, le apetece un café y quiere saber dónde estamos.
- Pasa media hora más. Mi jefa empieza a poner cara de pocos amigos. Finalmente, Hamza llega, pide un café y nos pregunta que qué tal todo.
- Después de informarse, y como quien no quiere la cosa, pregunta si queremos que llame al señor del piso. Mi jefa le fulmina con la mirada, ante lo que coge el teléfono y prueba. El señor del piso no responde.
- Es la una. Mi jefa se rinde y dice que se va a trabajar. Mustafa, que tenía el día libre, aprovecha para irse con viento fresco. Ambos hacen prometer a Hamza que seguirá llamando, y a mí que me ocuparé de que Hamza llame.
Ya solos Hamza y yo, se impone un paseo: lo primero vamos a
su cafetería favorita, donde importan el café de India, y tomamos otro café.
Después visita a la ciudad vieja, donde todo son puestos, mercadillo y casas
hechas polvo. Allí nos encontramos con dos chicas medio libias, medio inglesas,
y con su primo, que las acompaña en calidad de guardaespaldas. Son las primeras
mujeres no rubias con las que hablo desde que estoy aquí.
Vamos todos a comer a Tajoura, esta vez tampoco queda
camello pero sí pollo al horno, delicioso. Volvemos a Trípoli, dejamos a las
chicas y al primo, vamos a por otro café, luego a la calle de Hamza (la que iba
a ser la mía) a saludar un poco. Estando aquí (ya son las seis), le pido por
decimonovena vez a mi amiguete que llame al señor del piso. Al final me hace
caso, pero éste no contesta. Empiezo a plantearme preguntar de puerta en puerta
si alguien alquila un piso. Entonces, el señor llama.
Estaba dormido.
Hamza concerta una cita a las siete, llama a Mustafa,
éste llama a mi jefa, y todos tan contentos. A las siete y cuarto
salimos hacia el piso, por el camino pasamos frente a una mezquita, y Hamza
propone que entremos. Le suplico que lo dejemos para otro día.
Al final llegamos al piso; Mustafa y mi jefa están allí con
cara de fatiga, pero del señor del piso, nada. Esperamos quince minutos hasta
que llega…
…con cara de dormido.
En fin. Subimos al piso, y me encuentro con un palacete de
techos altos, habitaciones todas mayores que el salón de mi casa en España, una
cocina que parece un hammam, tres balcones… y encima es bastante más barato que
el anterior.
Pero claro, no iba a ser tan fácil.
El piso de arriba tiene una tubería rota, o eso parece dado
que el techo del salón y del pasillo gotea; el cuarto de baño tiene la ventana
arrancada de cuajo, las persianas no van ni para arriba ni para abajo, y varias
ventanas tienen lo que parecen, y según aseguran todos mis acompañantes son,
disparos de bala.
Mustafa hace cuentas: sumando las reparaciones al precio del
alquiler, este piso sigue siendo más barato que el anterior, y todo puede estar
listo en una semana. Haciendo yo mis cuentas, le hago jurar que el precio no se
subirá a la parra, y calculo que todo puede estar listo en un mes, al ritmo que
van las cosas por aquí.
Al final decidimos decir que sí. Y en esas estamos. No sé si
alguien hace algo ya, o si todo quedará, una vez más, en agua de borrajas.
Entretanto aquí sigo, de ocupa sigiloso en casa de mi jefa, imaginando cuál
será el siguiente capítulo de este serial.
proximo capitulo: "my jefa y el sexo" por Lorenzo Mateos Pardo.
ResponderEliminarSinopsis: Lorenzo confunde, debido a su precedente idea de convivencia homosexual, una mirada lasciva y fornicadora con antipatia debida a la costumbre de vivir sola. Se arrepentirà de este error? o se dejarà llevar por esta rafaga de amor intergeneracional y intralaboral?
Cómo esperas que duerma con semejantes ideas en la cabeza...
EliminarTotti!!! QUé grande, no se si eres otro alter ego del amigo Lorenzo, pero una parte de mí quiere que no, porque el capítulo que comentas puede ser "tenebroso". En cualquier caso pedazo de libro-blog que está saliendo, no te pediré fotos, ya que con palabras está quedando de lujo. Lehmming
ResponderEliminarNo, no soy yo Lehmming, es el Totti auténtico, el que cree que Volta es el apellido de Johntra. Subiré fotos en cuanto sepa cómo hacerlo, y en cuanto tenga fotos ;)
EliminarApreciado Álvaro!!! la verdad es que da gusto leerte, espero que todo esto no sea una historieta tuya y estés en Torremolinos dando clases de pasodoble a los abuelos!!!
ResponderEliminarSigo leyéndote!!!
La Parda Anónima
Jajaja, que decepción, si es que esto resulta inventado y nuestro amigo está en Torremolinos.
EliminarKatxiri
No reveles mis secretos, parda, que me estoy creando una reputación. Además, no estoy en Torremolinos, sino en Benidorm, que es mucho mejor.
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