Para mi tío, que con un chicle y un clip te
construye un Mcgyver.
Desde hace unos años, los Pardos de mi casa
y de casa de mis tíos solucionamos el stress de los regalos de reyes con un
sencillo amigo invisible. La cosa es muy práctica, pero no deja de tener sus
inconvenientes: un año le toqué a mi amantísima madre, la cual se
olvidó de mi regalo; minutos después descubrí que el destino es a veces
generoso, ya que en el sorteo para el año siguiente me tocó regalarle a ella
(como diría Creti, la venganza es fría). Pero bueno, me estoy
desviando.
Hace tres días Maria Valquiria me dio un
alegrón en forma de recibo postal: resulta que me había llegado desde España el
regalo de mi amigo invisible, y tenía que ir a Correos a recogerlo. Hoy mismo,
aprovechando la mañana libre, he ido a por él, y me ha dado para escribir la entrada
número cien de este blog.