17 de abril
Hoy Hamza
me propuso hacer cena libia en mi casa. Planazo, como podéis imaginar, así que
nos fuimos a hacer la compra al mercado, y luego a cocinar. Un poco por
cambiar, y un poco en honor a Amavis, a la que le gusta comer a dos carrillos,
haremos una entrada a modo de receta.
Necesitaremos
estos ingredientes para dos personas. Recordad que Hamza sueña
con la idea de tener un restaurante para comérselo él solito:
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Un pollo espiezao. Es recomendable comprarlo en una carnicería
de mercado recién salida de Saw VII, con cabezas de oveja con dientes y ojos
incluidos, patas colgando de ganchos, pulmones en el expositor y bien de
hígados, todo cerquita de algún montón de basura lleno de moscas. Si no tenéis
esto a mano, cualquier aséptica y aburrida carnicería española os puede valer.
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Una cebolla.
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Tres patatas.
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Cinco cucharadas soperas de tomate triturado.
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Tres dientes de ajo.
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Tres pimientos verdes picantes.
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Una cucharada de pimentón. Aquí no hay dulce y picante, hay
picante e importado del infierno, así que usad picante, a poder ser invocado en
un pentáculo.
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Una cucharadita de curry.
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Cuatro puñaos de guisantes frescos, o de garbanzos cocidos
(valen los de bote).
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Un manojo de ha’bac (en castellano albahaca, mola ¿verdad?)
-
Medio kilo de macarrones de los gordos y cortos.
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Sal al gusto (que no sea al gusto de Hamza, u os quedaréis como
Bob Esponja después de tomar el sol).
Hamza no me
dejó hacer casi nada, solo me obligó a estar muy atento para aprender y hacerlo
luego yo. Incluso le prohibió hablar a Abdul, que también se vino, para que no
me distrajese. El proceso es más o menos así:
Se corta la
cebolla fina y se pone a freir en una olla con bastante aceite. Cuando la
cebolla está lazy (ya, yo tampoco sé si entiendo del todo el concepto),
se añade el tomate triturado, la sal, el pimentón y el curry. Se sofríe un
rato, y se añade el pollo en trozos grandes, tal cual salen del horrible antro
donde los hemos comprado. Cuando el tomate está negro (o la mente extraña de
Hamza le dice que así es), añadimos un vaso de agua. Es recomendable que sea
agua del grifo libio, rica en cloro y metales pesados merced a las cañerías
decimonónicas que nos gastamos aquí. Si no tenéis dicha delicatessen, la del
grifo normal vale.
Cuando el
agua ha cuajado con la salsa, se añaden los guisantes y las patatas, peladas y
enteras. Se añade otro vaso de agua. Cada vez que cuaje un poco la salsa,
añadimos más agua, hasta que llenamos como la mitad de la olla. Dejamos cocer a
fuego medio unos veinte minutos.
Mientras,
podemos hacer la ensalada: un buen manojo de rúcola, un poquito de romero
fresco y un poco de albahaca, media cebolla, un par de tomates duros, medio
pimiento picante verde (todo cortado muy fino), aceite de oliva, sal y unas
gotas de limón. Esta ensalada es triunfo seguro en verano.
Cuando han
pasado los veinte minutos (quizá sean menos, pero no paraban de llamar por
teléfono a Hamza y se despistaba. Por cierto, que estaba empeñado en dejar el
móvil donde se secaban los platos, supongo que es water resistant), añadimos el
medio kilo de macarrones y otros dos vasos de agua, caliente a poder ser. No
importa lo que proteste el español incrédulo que tengáis al lado, debe ser
medio kilo.
La pasta
cuece el tiempo que ponga en el paquete, o el que os dé la gana. En Libia, la pasta
al dente no triunfa, les gusta más bien blandenga. Cuando esté hecha, veremos
que el caldo ha desaparecido casi del todo, entre lo que los macarrones han
chupado y la evaporación; añadimos el manojo de albahaca cortado fino, los ajos
aplastados entre dos cucharas, más sal (siempre según Hamza), y los pimientos
picantes enteros. Se ponen al final para que estén algo cocidos pero
crujientes.
Preferiblemente
serviremos en tallín; no hace falta, pero queda muy aparente. En Libia se come
del plato central, dicen que eso es baraka, algo así como santificado,
y dicen también que comiendo así, con muy poco, quedan saciados cien.
Aquí
vendría una foto del plato, pero teníamos tanta hambre que se nos olvidó
hacerla.
Nos
acabamos hasta el último guisante. Estaba de vicio. Abdul sigue mal del
estómago pese a las sangrías que se hace, así que solo comió ensalada y el
pedazo de carne que le tocaba. Para mí, lo mejor que he comido desde que estoy
aquí, sencillo, picantón y contundente.
De postre,
macedonia: una manzana, un plátano, dos melocotones, un kiwi, almendras con su
piel y un buen chorro de zumo de melocotón. Después del medio kilo de pasta,
para dos es demasiado, pero como desayuno es estupendo. Mientras nos comíamos
el postre estalló la primera tormenta de verano del año: rayos, truenos y gotas
gordas, just like home.
Y lo mejor
de todo: la cocina hecha un asco, amigos llamando al timbre de la puerta,
se nos han olvidado las almendras, baja a ver si Abdulsaid aún no ha cerrado la
tienda… así están buenas hasta las pizzas del Domino’s. ¡Buen provecho!
impara bene che la prossima volta che vieni in Italia ligamos chicas con comida libiana!!!!
ResponderEliminarligar? chicas? Que es eso?
ResponderEliminarJajajaja, eso tengo q probarlo! Aunq sin el rico añadido de las tuberías corroídas seguro q no es lo mismo...
ResponderEliminarQué ganas entran d hacerte una visita!!
jaja, eres mas que bienvenida, ya lo sabes.
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