viernes, 3 de enero de 2014

Otra navidad en Libia



Por segundo año consecutivo he pasado las fiestas en Trípoli y, la verdad por delante, en la ciudad no he vivido muchas cosas dignas de contar. Es más, en realidad preferiría publicar algo sobre mis últimos viajes a Ghadames, Yefren, Leptis Magna y Ghat, pero tengo en la cabeza tanta información sobre ellos, que no sé cuándo lograré terminar las entradas correspondientes. 

Sin embargo, no quiero tener parado el blog hasta entonces, de ahí que os haya preparado esta pequeña cesta de navidad.


Como ya os conté hace un año, el 24 de diciembre se celebra el Día de la Independencia, obtenida en 1951. Estos días he visto en la tele bastantes documentales y películas filmadas en ese año, en las que se muestran desde la coronación del rey Idris, hasta filmaciones de la multitud de obras civiles acometidas: puertos marítimos, instalaciones de extracción de petróleo, hospitales, carreteras… entre eso y las escenas de mujeres paseando por la calle con vestidos veraniegos (y sin las pudorosas gabardinas tapalotodo que ahora se estilan), estas versiones libianas del NO-DO transmiten la frustrante impresión de que Libia, hace 62 años, era un país bastante más moderno que ahora. Quién sabe.

Por lo demás, el 24 de diciembre fue día festivo; sin embargo, en el centro de Trípoli no vivimos la marea de coches, transeúntes y banderas revolucionarias de hace 365 días. El ascenso en la sombra de los Hermanos Musulmanes, el clima de inseguridad, los cortes de luz, la escasez de gasolina, el fulminante descenso en la extracción y venta de petróleo, los salarios impagados, la sensación, en fin, de que nada se mueve hacia adelante, y de que quizás incluso vamos poco a poco retrocediendo… todo ello está bajando rápidamente la moral ciudadana, y pocos libios estaban de humor para celebraciones.

Charlotte y yo, que estamos solos en el piso porque Rudolf se ha ido a Alemania a ver a la familia, sí que nos fuimos a cenar por ahí. No es que la navidad nos emocione especialmente, pero en fin, toda excusa es buena para festejar, así que un español y una alemana celebraron la nochebuena en un restaurante indio de Trípoli.

Aún estoy desarrollando el guión del chiste al respecto.

En cuanto a la nochevieja, y pese a los esfuerzos de los barbudos por evitar que los libios participen en festejos infieles, Facebook ha bullido con fotos de cenorrios, fiestacas, fuegos artificiales y demás adornos. Es una tendencia bastante generalizada, y de muestra este ejemplo: una ciudad árabe, Dubai, ha celebrado el año nuevo batiendo el récord del mundo en la categoría fuegos artificiales más bestiacos de la historia

En Trípoli, de forma mucho más humilde, los petardos y los cobetes anunciaron la llegada de 2014 (una hora antes que en España, ya que aquí pasan de adelantar la hora en invierno), y la gente, aunque de forma menos masiva que el año pasado, salió a la calle para derrapar con el coche y emborracharse clandestinamente.

En el piso nos preparamos una simpática cena, y Charlotte hasta encontró algo con lo que brindar:


¿Ou yeah, sidra el gaitero pa la tropa?


¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOO!!!


Sí, a mí también me entró la depresión al pensarlo; sin embargo, mi amigo Muataz se presentó ese mismo día con el mejor regalo que podría haberme imaginado:


Ailoviu, vino griego.


Así pues, y por primera vez desde que vivo aquí, pude brindar con un vinito tinto. La botella, como no podía ser de otro modo, cayó entera, pero contra todo pronóstico (y pese a la falta de costumbre), ni terminé cantando soy un truhan soy un señor en el balcón de casa, ni tuve resaca al día siguiente (hamdullah).

A las doce de la noche (hora española), nos vimos las campanadas online, y nos comimos las uvas correspondientes, lo cual no fue fácil: la conexión a internet es aquí bastante lenta, así que cuando pensábamos que íbamos por la tercera campanada, de repente sonó la séptima, y cuando nos habíamos acabado la novena uva, Anne Igartiburu llevaba un rato dando besos y abrazos a unos hombres que yo, personalmente, no había visto en mi vida, ¿qué ha sido de Ramón García y su capa salmantina?

En fin, un par de entrañables anécdotas. Sin embargo, lo que hará de esta navidad 2013 una fecha que olvidaré difícilmente, han sido los viajes al desierto, el último de ellos a la pequeña ciudad de Ghat. Me pongo ipso facto a la tarea de escribir al respecto, de momento, una foto como aperitivo, ¡salud!






2 comentarios:

  1. Muy bonita la foto, pero lo mejor... ¡mosto gasificado Don Simón! Se disponga de lo que se disponga, hay que montárselo para la Nochevieja. Lorenzo, la costumbre de las doce uvas, ¿la conocen en Alemania? Ya me imagino que en Libia no, aunque nunca se sabe.
    Por cierto, ¿no te estará poniendo a prueba Muataz? Supongo que ya se habrá dado cuenta que nunca serás un buen musulmán.
    ¡Salud!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Mateu! No, en Alemania no se sabe nada de uvas, de hecho me costó un buen rato explicárselo a Charlotte (se las quería comer a menos cinco, para así tenerlo ya hecho cuando entrara el año). En Libia tampoco la conocen, pero yo se lo cuento a todo el que está dispuesto a escucharlo (y a mis alumnos, a los pobres no les queda más remedio).

      En cuanto a Muataz, sí que quiere convertirme en un buen creyente, pero lo del alcohol lo entiende a su manera. Me recuerda a un cura de mi pueblo, que por lo visto dijo alguna vez: "¡pues no hay que comer ni ná pa pecar de gula!"

      ¡A cuidarse!

      Eliminar