Procedo a seguir con el culebrón de la Ley
de Aislamiento Político (PIL), la ley que prohibiría ocupar cargos oficiales a
aquellos que ya los ocuparon durante la era de Gadafi. Nos quedamos el otro díaa las puertas de una masiva manifestación, convocada para el viernes 3 de mayo.
Las manifestaciones tripolitanas suelen
tener en común dos características: atraen a poquísima gente, y caen en viernes
después de la siesta.
Así, mi mañana del viernes fue de lo más
común, así como la de mis congéneres libios, que se dedicaron a levantarse
tarde, tomarse un café al mediodía (a falta de cañas, qué remedio), comer con
la familia y acercarse a la mezquita. A eso de las dos y media ya se había
terminado el sermón viernesero, y la mani comenzó a organizarse. Las manis.
Efectivamente, dos colectivos diferentes
habían convocado marchas paralelas:
A mi derecha con calzón rojo aquellos a favor de la aprobación inmediata
de la PIL, y a favor también de la actitud de algunas milicias, que exigen
leyes a punta de pistola.
A mi izquierda con calzón dorado aquellos que, si bien están de acuerdo con
la ley, se niegan a aceptar las presiones de los grupos armados.
Los primeros llevaban varios días apostados
en la Plaza de los Mártires, y en principio no planeaban moverse de allí; los
segundos habían “ocupado” la rotonda de Plaza Argelia, y tenían pensado realizar
una marcha de protesta con última parada frente a la oficina del primer
ministro, Ali Zeidan.
Yo me acerqué a Plaza Argelia, presumiblemente
el lugar al que más gente acudiría. Después me alegré de no haber bajado a
Plaza de los Mártires, y es que los amigos de la milicia se
entretuvieron pegando a los amigos de entregar las armas. No pasó gran
cosa, pero mejor haberme evitado el espectáculo de unos cuantos animales
defendiendo su libertad de expresión… a puñetazos.
Fui a Plaza Argelia en torno a las cinco de
la tarde, y ocupando la rotonda había unas cien personas. Mientras esperaba a
que se reuniera más gente y comenzara la marcha, estuve charlando con algún
conocido, y obviamente con desconocidos también.
Una de las pocas cosas que saqué en claro
fue que parte de la concurrencia no sabía muy bien cuál era el problema, y
tampoco sus propios motivos para haberse acercado hasta allá; había muchos
portando un cartel que decía ‘sí a la ley, no a la milicia’, pero alguno
de ellos me dijo que estaba a favor de las milicias. Otro me contó que los
manifestantes habían cobrado por ir allí, concretamente pagados por Mahmud
Djibril, el primer ministro que Libia eligió y nunca tuvo. Finalmente, varios
pensaban que estaban allí simplemente para honrar la memoria de los mártires de
la guerra.
La mayor parte de la gente, sin embargo,
estaba concienciada y sabía a lo que venía. El ambiente se animaba, resonaban
los gritos de Libia, Libia y las consignas de apoyo al gobierno,
ya éramos cerca de 300 personas. Un pick-up miliciano que pasó
por allí (hace falta ser imbécil) fue el detonante que abrió la marcha.
A los cincuenta metros nos detuvimos.
Los ocupantes del pick-up, no
contentos con provocar a los manifestantes, habían aparcado en mitad de la
calle Independencia, frente a una comisaría. La gente tardó menos de cinco
segundos en rodearles gritando que se marcharan, pero claro, al estar rodeados,
no podían marcharse sin atropellar a nadie; al final lo hicieron por las
bravas: dos amagos de acelerón como advertencia, y a la tercera salieron
disparados. No entiendo cómo, pero el caso es que nadie resultó herido.
Por Independencia y sin prisas |
Más gente, al fondo Plaza Argelia |
A partir de ahí, la marcha continuó sin
incidencias. Hicimos una parada en el Palacio del Pueblo Libio (no sé si es el
nombre antiguo o el nuevo, no doy a todo), y de ahí a la oficina del Primer
Ministro. Unas foticos:
Aguándole la siesta al primer ministro |
Una hora después me aburrí y me fui.
Al parecer no fueron más de 500 las personas
que salieron a la calle para pedir un proceso legislativo sin presiones
externas; no es mucho si tenemos en cuenta que la población de Trípoli ronda
los dos millones, pero 500 es un número bastante superior al de otras movilizaciones.
Personalmente, no sé muy bien qué opinar.
La pelota estaba ahora en el tejado del
congreso. La ley se votó el 4 de mayo, y aquí ya sabemos lo que salió. Mañana
os lo cuento.
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