viernes, 31 de mayo de 2013

Ma fish mushkila - Taxi Chat II



Hace ya tiempo, tuve el honor de ser llevado al curro por un libio en torno a los veinticinco, cuyo nombre nunca llegué a conocer. Lo que se adivinaba un apacible trayecto desde la universidad pública a la privada, se transformó rápidamente en un monumento al mal rollo.


Apenas habrían transcurrido veinte segundos desde que me subí al taxi, cuando supe que no conversaría largo y tendido con mi conductor. Qué le vamos a hacer, hay taxistas dicharacheros, y hay taxistas silenciosos.

Lo que no me esperaba es que en el primer semáforo, de repente, un coche nos embistiera por detrás.

¡No os abalancéis al móvil, progenitores míos! Fue un golpe sin mayores consecuencias (hamdullah), pero lo bastante fuerte como para que el taxista saltara del auto como un resorte. Y yo, obviamente, detrás.

El coche no había sufrido graves desperfectos, pero haberlos, habíalos. Una abolladura de tamaño respetable que, a todas luces, antes no estaba ahí. El moreno rostro de mi taxista fue adquiriendo una tonalidad entre la del tomate y la de la berenjena, y cuando a punto estaba de decir algo, el señor que nos había golpeado pronunció las palabras mágicas:

-         ¡Maleshi samahne!

Perdona perdona (sí, por duplicado). Son estas dos palabras la llave que cierra todo conflicto en la capital libia. Es casi irrelevante la gravedad de la ofensa cometida, maleshi samahne desactiva al oyente como un conjuro, como un narcótico, como cuando, allá por la niñez, alguien nos soltaba se lo viá decir a tu padre o a la seño vas a ir.

Mi taxista, sabiéndose derrotado, contempló la abolladura, miró después a la cara del sonriente y contrito abollador, e hizo lo único que podía hacer: soltar un resignado

-         Ma fish múshkila.

No pasa nada. Lo único que un libio razonable puede replicar a maleshi samahne.

No había más que decir. El señor del otro coche siguió tan contento su camino, y nosotros, abolladura incluida, volvimos a subir al taxi. Una vez allí, sin embargo, mi taxista pudo dar rienda suelta a sus sentimientos y, mientras golpeaba con saña el volante, verbalizar todo lo que habría querido decirle al otro tipo en lugar de un servil ma fish mushkila:

-         ¡¡¡¡ZAB, SAKAMMA, SAKAMMA, ZAB, WILD-IL-GAHBA, ZAAAAAAAAAAB!!!!

Mi madre me ha prohibido traducir estos delicados vocablos, maleshi samahne.


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