En mi tercer día de
ramadán me tocaba ir a trabajar, así que tomé mi precauciones y me fui a la
cama más temprano, a eso de las tres de la mañana; sin embargo, la cena
absurdamente abundante con la que Hamza nos había deleitado no se dejaba
digerir tan fácilmente, así que me costó mucho rato dormirme, de hecho escuché
la llamada a la primera oración del día, en torno a las cuatro y media, y aún
me dio tiempo a apreciar la claridad del amanecer colándose por mi ventana. Al
final, me dormí.
Obviamente, no escuché
el despertador.
No pasó nada grave,
simplemente falté a mi cita con Maria Valquiria y fui a trabajar en taxi quince
minutos más tarde. Maria Valquiria, como el resto de los robots de alta
generación, tiene un banco de datos en el que se computan las flaquezas y los
sentimientos humanos, de modo que, aunque no los comprende, los conoce; por
otro lado, dado que ella también está ayunando, sabe que estas cosas pasan. O
así lo entiendo yo, de otro modo no me explico cómo es posible que aún siga
vivo.
La clase fue un
esperpento. Todos estábamos somnolientos y con hambre, pero con energía
suficiente para trabajar, así que la cosa iba bien, normal. En un momento dado
se quejaron del ritmo de trabajo, vamos muy rápido, estamos ayunando y
estamos muy cansados. Cuando les comenté que yo también estaba ayunando, y
que llevábamos tan solo dos días en ello, se dejaron de tonterías.
Mientras hacían
ejercicios, yo le daba vueltas a la cabeza: ¿quería seguir con el ramadán? Bien
es cierto que, hasta el momento, no era tan horrible como había pensado: el
hambre no supone un gran problema, la sed, bueno, es llevadera, y lo de no
fumar… vale, eso es un asco, pero no es para tanto. ¿Cuál era mi problema
entonces? No acababa de aclararme.
La cosa es que no
sé hasta qué punto le estoy sacando algún provecho. Sigo las normas, actúo como
ellos, ¿aprendo algo? No me entran más ganas de meditar sobre la vida y sus
vicisitudes, no me siento más cerca de la cultura libia o musulmana, tampoco
más lejos. Se me ha ocurrido que es una buena situación para practicar la
meditación zen, por ejemplo, dado que vivo con el estómago vacío y
muuuuuuuuuucho tiempo libre, pero ¿es mi estado actual de desequilibrio
interior y mono de tabaco el mejor momento para aprender a meditar al estilo
oriental? ¿Sin un maestro que me dé un cachete cuando esté a punto de flaquear?
Si tengo que confiar en Markus para ese menester, no llegaré lejos, ya ha
propuesto un par de veces que nos tomemos alguna libertad…
La clase acabó, y
yo tenía una pesada sensación de acabado, de no me apetece. No paré de pensar
durante todo el trayecto de vuelta a casa. No es que tuviera mucha hambre, ni
demasiada sed, tampoco me apetecía excesivamente fumar, era la idea de no estar
sacando nada en claro, era la perspectiva de otras cinco horas esperando a la
noche, dejando deslizarse los minutos sin ganas ni posibilidad de dedicarlos a
nada, o bien la perspectiva de echarme una mega siesta para anular el día, con
lo cual volvería a trasnochar y volvería a llegar tarde al curro. Y todo eso
sin una familia, un grupo con el que poder compartir la desidia y las ganas de
cenar. Tengo a Markus, pero no solo tiene tantas dudas como yo, sino que se va
mañana a Europa y me deja solo frente al ramadán.
Hice algo de compra
antes de subir a casa. Me entretuve con lo que pude, pensé un poco más. No
acababa de decidirme, pero en algún lugar del interior sabía lo que iba a
pasar.
Finalmente, subí a
casa.
-
¿Has
pecado? - , le pregunto a Markus.
-
Sí,
lo siento.
-
No
pasa nada. Yo voy a pecar también – No le di más vueltas. Me puse un vaso de
pepsi y me encendí un cigarillo. Dos días y medio. Vaya fracaso más
estrepitoso.
Ahora me espera mi
ramadán particular. Voy a comer, a beber y a fumar, pero solo puedo hacerlo en
el búnker de mi piso, alejado del balcón. No es que me vayan a lapidar si me
ven, pero me arriesgo a no tener amiguitos hasta que se les olvide.
Y lo peor… ¿cómo se
lo digo a Hamza?
Al final no hizo
falta. Esa misma noche me mandó un mensaje:
Hi Juan, how are you? How is ramadan? My mother wants
you to have dinner with us tomorrow, ok? Bye.
Es una de las
desventajas del pecado, muchas veces le sigue el arrepentimiento.
yo ni lo hubiera intentado quizas...asì que respect!
ResponderEliminarsi, yo tampoco habría tenido voluntad para aguantar sin comer... y está muy bien probar a ver cómo es vivir allí adaptándote a las costumbres
ResponderEliminarTotti, tu no puedes pasar una hora sin pastita, frutita, salchicha o gachas!!!! Sin embargo, imagina qué maravilla de atracones por la noche! Igual hasta te habría gustado.
ResponderEliminarTuvo su punto... no sé, no sé si volvería a probar, en caso de vivirlo de nuevo... en fin. De todos modos, la historia no ha acabado, falta un capítulo por escribir colgar!
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