lunes, 24 de septiembre de 2012

Cuando el pueblo sale a la calle


Hace unos diez días, un nutrido grupo de personas, muy enfadadas con el dichoso tráiler-film-casting-lo-que-sea La inocencia de los musulmanes, se acercó hasta las oficinas de la embajada estadounidense en Bengasi; entre ellos había bastantes extremistas islámicos que, no contentos con protestar, quemaron lo que pudieron y mataron a cuatro personas, entre ellas el embajador de Estados Unidos (vale, es una crónica hecha un poco a la ligera, pero creo que se acerca bastante a lo ocurrido, máxime cuando nadie parece capaz de describir a ciencia cierta lo ocurrido).

En Europa saltaron todas las alarmas: el integrismo islámico se expande con más fuerza que la primavera árabe, con la mezquita hemos topado… yo, que como buen inmigrante en Libia me hice eco del suceso, también estaba preocupado; sin embargo, albergaba la esperanza de que viéramos un efecto rebote, de que semejante salvajada despertara a la gente y al gobierno, y se recondujera la situación por un camino más productivo.

Pues bien, a lo mejor hasta tenemos que darle las gracias a los que hicieron la dichosa peli.


La semana siguiente no trajo gran cosa; el Congreso Nacional ha elegido como presidente a Abushagur como primer presidente de la Libia democrática, y, pese a condenar el ataque, se le veía más atareado en formar gobierno que en actuar, algo comprensible, pero censurable.

¿Por qué digo que censurable? Porque algo se movía en la calle, en la calle sí. No hablo de grandes protestas, manifestaciones o disturbios; sí que se han visto pancartas en Trípoli, pero discretas. Hablo de la gente, del boca a boca, de escuchar las conversaciones y oír siempre lo mismo (Bengasi, problema, eso no es Islam, no está bien), de toda la gente que conozco hablando mal de los barbudos, de todos los tenderos, taxistas, estudiantes, todos hartos de vivir en un país donde manda cualquiera que se ponga un pantalón militar y saque el kalashnikov. Todos hartos, el gobierno, quieto.

Hasta el viernes. El viernes, el pueblo salió a la calle.

En Trípoli hubo una manifestación importante, pero no multitudinaria. Ante las medidas de seguridad y las embajadas cerradas, la gente salió a la calle a decir no al caos, no a la inseguridad, y no a los locos de la religión, que aquí llaman barbudos (en árabe, o en libio, se dice Juan, los lo juro que me enteré ayer). En la capital no hubo ni una sola bandera yanqui quemada, solo personas diciéndole a los que tienen que actuar que lo hagan de una vez. No mucha gente, ya digo, pero aun así.

En Bengasi fue otra historia. La marcha de Bengasi fue histórica, secular e ilusionante, quizás un punto y aparte en la historia de este país, un grandola vila morena a la libia. Allí fueron treinta mil personas, que en una ciudad como Bengasi son muchas, las que salieron a la calle para pedir que se acabe con las milicias y que los extremistas se vayan a rezar a misa. Treinta mil personas mostrando la otra cara del país, la que no sale nunca en los periódicos, la de los creyentes fervorosos que no viven en el siglo VII ni en una yihad, que al final, aunque muchos no lo crean, son la mayoría.

Pero es que no se limitaron a gritar consignas, no; realmente hartos, los bengasíes (el gentilicio me lo he inventado, si aún no existe uno, igual la RAE me lo compra y me hace millonario), realmente hartos, digo, los bengasíes se fueron al cuartel general de la milicia islámica Ansar Al-Sharia (no hay pruebas, pero parecen andar detrás de muchos desmanes, ataque a la embajada incluído), y los echaron de allí, procediendo luego a quemar el local; es la parte triste, en la lucha cayeron al menos diez personas, y lo de quemar edificios no es de recibo, pero maldita sea, un montón de simples ciudadanos, desarmados y cabreados, se pusieron a hacer el trabajo que sus gobernantes llevan un año dejando para después, y lo hicieron: la milicia se tuvo que dispersar, abandonar un hospital que también controlaban, y ayer anunciaron su disolución.

El gobierno, por su parte, ha actuado finalmente: anoche dijo el portavoz Magarief que, tras una reunión entre los jefes de las milicias bengasíes (cuanto más lo escribo, más me gusta) y el presidente Abushagur, se había llegado al acuerdo de que las milicias se disolverían, ocupando sus funciones el ejército y/o la policía. Lo mejor del asunto es que hay un plazo: las próximas 48 horas. No es que los plazos no se puedan romper, es que, en Libia, si no se pone plazo es como decir queremos que hagáis esto, pero en el fondo nos da igual si no lo hacéis.

El fin de las milicias es extensivo a Trípoli, y al resto de la nación. En zonas donde el gobierno no es nadie, el proceso será más complicado, e incluso es probable que en Trípoli tengamos un par de días moviditos, pero no importa: el cambio que se inició el 17 de febrero de 2011 acaba de renovarse.

Es posible que no salga bien, es incluso posible que todo quede en agua de borrajas, pero lo dudo. Después de la marcha de Bengasi, es difícil que haya marcha atrás, el pueblo ha hablado, se ha quitado de encima a los fanáticos que más ruido hacían, y otros parecidos han tomado la misma decisión algunas horas después; la milicia ilegal que patrullaba la carretera del aeropuerto de Trípoli ha sido desmantelada esta tarde, y mi calle estaba de fiesta por la noche. La máquina está en marcha.

Hoy podemos decir que las marionetas han movido a los titiriteros, al revés de lo que suele ocurrir; como han hecho hace dos días los portugueses, como, igual, deberíamos hacer muchas otras marionetas. Yo, de momento, me contento con mi postura de inmigrante observador, y me limito a soltar un esperanzado mía mía, nas libi.

4 comentarios:

  1. me encanta este post! es acojonante como nada de esto salga en los periodicos europeos...
    mia mia nas libi!!!!!!!!!!!!!!(me imagino sea algo bonito...)

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  2. Hombre, algo se ha leído, al menos en El País... pero sí, ni de lejos se le ha dado la repercusión que merece, cuatro barbudos han hecho mucho mas ruido que una ciudad tomando las riendas de la libertad, pero en fin.

    mia mia es algo así como "genial", pero suena mucho más guay, significa literalmente "cien por cien". Nas libi significa gente libia. Una traducción pasta-mandolino seria "bella, gente libica", creo.

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  3. No t acerques mucho a la embajada española!!! Q lo mismo te arden!! Q a los de El Jueves les ha parecido que era un buen momento para hacer una tira cómica de una rueda de reconocimiento para ver si alguien sabe cómo es El Profeta

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  4. Jaja, ya, ya me enteré. Por suerte la embajada me pilla lejos, pero bueno, aun así todo está tranquilo, la gente no parece haberse enterado del asunto, a ver qué pasa hoy...

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