Jueves. Markus y yo
nos hemos propuesto ayunar como dos musulmanes más. Bueno, no tanto, él se va a
Europa en tres días y yo en siete, pero bueno, algo es algo. Hasta la noche no
sabremos si el ramadán empieza al día siguiente o al otro, así que tomamos precauciones
y nos vamos con el Doctor Ahmed a comernos la pizza más grande y más grasienta
de Trípoli.
A eso de la una
estamos sentados en el balcón de casa, y esperamos noticias del doctor: ¿habrá
que ayunar a partir del amanecer? ¿Tendremos un día más de asueto? También
repasamos si tenemos suficiente comida, agua y leche, lo cual es una pregunta
absurda, ya que cualquier día podremos bajar a la tienda a las tres de la
mañana… suena el móvil. Ambos estamos repletos de anticipación, nerviosos, y…
en efecto: tomorrow, guys, ramadan kareem!
Son las dos; en un
par de horas no podremos comer, beber, fumar ni fornicar, así que os podéis
imaginar, nos ponemos a comer, a beber y a fumar como descosidos, y, de no
haber sido criados en sociedades llenas de tabúes, habríamos fornicado un poco
también. Decididos a aprovechar al máximo el tiempo, nos ponemos a jugar al
ajedrez y al backgamon: nada de dormir de noche, ya dormiremos durante el
ayuno.
Charlando y jugando
nos sorprende el canto del almuédano: ¡Lorenzo! ¡ya está! ¡No podemos beber!
¡Hace una hora que no bebemos, y ya no podemos beber! Acordamos rápidamente
que, mientras dure la llamada, no está prohibido, así que corremos a la cocina
como imbéciles para beber, Markus se calza una botella de medio litro de un
trago, yo tiro directamente de la garrafa de siete litros, no hay tiempo para
buscar un vaso. Cuando acabamos, canta el almuédano de nuestra calle, decidimos
que no hemos infringido ninguna norma. Sin otro particular, a la cama.
Me despierto a la
una del mediodía, he soñado que se me olvidaba el ayuno y comía sin darme
cuenta, los lo juro. Me ha despertado el imán soltando la homilía del
viernes, es como una broma de mal gusto.
Automáticamente me
apetece comer, beber y fumar, aunque no tengo hambre, sed ni mono; es lo que
tiene no poder hacer algo, que deseas con más fuerza hacerlo. Al rato se
despierta Markus, tiene la misma sensación.
Según pasan los
minutos, sentimos algo diferente y bastante peor: no nos apetece hacer nada. No
nos apetece leer, ni pasear, ni ver una peli, ni charlar en el balcón. Echamos
una partida al backgamon, no echamos la revancha; sentimos una abulia total. Además,
en Trípoli hay pocas maneras de matar el tiempo, todas se reducen a pasear,
actividad que, con el calor que hace, da mucha sed, o a tomar café, comer algo…
le presto un libro, yo me dedico un rato al Corán, no aguanto ni un capítulo.
Tenemos también una
acusada fase de flaqueza:
-
Podríamos
no fumar ni comer, pero beber.
-
Podríamos
no comer ni beber, pero fumar.
-
¿Por
qué estamos haciendo esto?
Al final,
resistimos: para seguir el ayuno a medias, mejor no seguirlo. Está claro que
penar por penar, sin recompensa celestial ni nada, tiene su punto absurdo, y
también su punto occidental de vivir la experiencia, fundirse con el lugar
en el que uno vive, bla, bla, bla. Sin embargo, yo qué sé, igual sacamos
algo positivo. Yo, además, tengo el aliciente de poder contároslo después, lo
que será positivo en caso de que os interese. En fin, el hecho es que no
flaqueamos, seguimos ayunando.
Pronto se hace
patente que lo más duro es lo más accesorio, el no fumar. No comer se lleva
bien, la verdad. La sed es peor, pero si uno se ha hidratado bien y no hace
esfuerzos extraordinarios, apenas se siente. No fumar… lo malo de no fumar, aparte
de que es un rollo, es que, a toro pasado, no ha sido para tanto, uno piensa
que podría dejar de fumar definitivamente; claro, no es lo mismo dejar de fumar
forever and ever que parar de fumar durante ocho horas, sabiendo que se va a
volver a hacer.
El día pasa al más
puro estilo ramadán libio: haciendo poco o nada, charlando y durmiendo la
siesta. Me despierto a las ocho de la tarde (vaya día más absurdo, la verdad),
bajo a comprar pepsi, pan y chocolate, Markus cocina, por primera vez desde que
estamos aquí queremos que llegue el canto del almuédano.
Y llega.
No fue el subidón
que esperaba, pero subidón fue: dos tazas de gazpacho fresquito, dos cigarritos
en la mano, dos botellas de agua, berenjenas y pollo en el horno, Markus y yo
en el balcón. Primer día de ayuno, superado.
¿está prohibido masturbarse? si lo está...dos tazas de gazpacho fresquito, dos cigarritos en la mano, dos botellas de agua y dos...
ResponderEliminar¿dos por qué sois dos o un par para cada uno?
LaParda Lorenza
Es una buena cuestión. La auto-satisfacción, en principio, está prohibida también, qué se le va a hacer.
ResponderEliminarDos porque éramos dos, pero luego caían dos docenas más!