domingo, 3 de febrero de 2013

Maqueando el piso IV


La mañana de autos me levanté a las siete de la mañana, media hora antes de la cita acordada con Haiter. Seguro como estaba de que este llegaría como pronto a eso de las ocho (Libia y los horarios, ya sabéis), me fui a desayunar al bar de abajo.

El desayuno tradicional de los bares libios consiste en lo siguiente: café, zumo de naranja o batido de frutas (fresa, mango o plátano), y como plato fuerte bien croissant con chocolate, miel y almendras, o bien sándwich de queso o atún; yo suelo decantarme por el croissant, que aquí llaman biriosh (brioche, se entiende).

Estaba apurándome el café cuando Haiter llamó, a eso de las 7:35, y no llamó antes porque no le daban la furgoneta. Piensa mal y fallarás.


Al poco nos encontramos en la puerta de casa, y constatamos que ni mi amigo había venido, ni tampoco el suyo, así que estábamos solos para cargar con todo un piso; nos miramos a los ojos, calculamos nuestras respectivas musculaturas, y decidimos ir a buscar ayuda.

Como sabéis, en Trípoli hay muchísima gente sin trabajo que se reúne en puntos estratégicos de la ciudad para que los contraten por horas. Son obreros manuales, con o sin cualificación, todos de Níger, Sudán, Chad, Túnez o Egipto. Pues bien, en Belher hay una de estas oficinas del paro improvisadas, y allá nos dirigimos.

Fue detener la furgoneta, y una marabunta de hombres se levantó del suelo y nos rodeó en plan holocausto zombie. Todos sucios y malencarados, algunos portando un martillo y un cincel, una plomada, una caja de herramientas. Haiter dijo que necesitábamos dos porteadores, y cinco jóvenes se subieron a la parte de atrás del vehículo. Cuando logramos convencerles de que no había trabajo para tantos, nos marchamos con dos de ellos, uno con gorra de I LOVE NY, otro con pañuelo palestino a la cabeza, egipcios ambos.

Hasta llegar al piso no comenzaron las negociaciones; primero les explicamos lo que había que llevar, y les dijimos que la otra casa está en un primero (recordad que el piso de Mister Freddy era un tercero). Una vez informados, preguntaron cuánto queríamos pagar, y Haiter les dijo que treinta dinares para los dos.

Comenzó una discusión de lo más extraño; haiter, al tiempo que los trataba como a basura, se negaba a variar la soldada, y ellos por su parte alternaban entre el enfado (¡por quince dinares no me dejo la espalda!) y la lisonja (venga hombre, que tú eres un chico de miel). Yo intentaba meter baza, pero Haiter no me hacía ni caso (que no les damos más, Lorenzo, lo harían hasta por veinte para los dos), así que me limité a esperar.

Efectivamente, aceptaron el precio ofrecido, y la cosa siguió su curso sorprendentemente rápido: cargamos la furgoneta, fuimos a mi nuevo hogar, subimos las cosas, y, continuando algo que se está convirtiendo en una costumbre, les pagué más de lo pactado (eso sí, a escondidas de Haiter). No sé, todo el mundo me dice que por un par de horas de trabajo diez o quince euros son lo justo, pero no acabo de creérmelo.

Así fue como me marché de la Calle Blanca. Una de las últimas imágenes que conservo en la retina es la alfombra que mis nuevos vecinos del segundo habían puesto un par de días antes. El fucsia brutal se aprecia mejor en la realidad que en la foto:


Por si a Mister Freddy le quedaba alguna
duda de que le estamos llenando el bloque de
gayers, bienvenidos al piso del amor.


Ese día no ocurrieron otras cosas dignas de contar… bueno, quizás algo sí.

Veréis, resulta que como soy mu cumplío, me gusta devolver las cosas en igual o mejor estado que me las encontré, así que antes de irme de la Calle Blanca le pegué un fregao al piso; el caso es que estaba yo quitando unos enormes manchurrones que los pies negros de Markus habían dejado en el balcón meses atrás, cuando al ir a agacharme… me duele recordarlo…

En fin, se me cayó mi flamante Samsung galaxy dentro de un cubo de agua, y murió. Así que he pasado de ser el más molón de barrio, a tener lo que en Trípolis se conoce como teléfono de guarrilla:


¡Es mini, mini, me gusta cantidad, tómalo en cualquier lugar
y no te cortes!



2 comentarios:

  1. Y dónde están el resto de cosas de tus bolsillos?? Llaves, monedas y billetes de curso legal de distintos países...
    Sólo móvil y mechero?? No te estás integrando!

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  2. Jo, me has pillado. Ya me preguntaba yo por qué la gente me mira y me ofrece postales por la calle...

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