martes, 12 de febrero de 2013

Magarief y la empanadilla


Esta es la primera crónica que escribo cien por cien de oídas, me he enterado por los periódicos y por Rudolf, que estaba allí. Os aseguro que lamento vivamente no haberlo presenciado, porque tuvo que ser de bandera.

Me queda, cómo no, el consuelo de poder reproduciros la historia. Os pongo en situación:
  

Nos hallamos en un ciclo de conferencias llamado One Voice, organizado principalmente por The Voice of Libyan Women, una ONG que trabaja por los derechos de la mujer libia; este año, los temas más tratados han sido la seguridad nacional y la futura constitución, y el evento ha resultado, en líneas generales, todo un éxito.

Los hechos tuvieron lugar durante la ceremonia de clausura, en la que estaba planificado lo siguiente:

-         Conclusiones a cargo de diversos ponentes.
-         Entrega de premios a diversas activistas (mujeres todas).
-         La intervención estelar de Mohamed Magarief, algo así como nuestro Presidente de la República.

Sin embargo, esto fue lo que pasó:

-         Espectáculo teatral de humor absurdo.

A ver, no es cierto del todo; no es mi intención desmerecer el acto y todo el ciclo de conferencias, que ha ido muy bien por lo que oigo (sin invitación no se podía asistir, y a mí nadie me invitó), y que se ha desarrollado con total seriedad.

Lo que no puede negarse es que la ceremonia de clausura fue de lo más rocambolesca, procedo a narrárosla basándome en estacrónica periodística, ahí va:

Poco antes del comienzo del acto, el Presidente del Consejo General Nacional, Mohamed Magarief, aparece sorpresivamente, ya que su visita se esperaba el día anterior y no hoy; sea como fuere, los organizadores se alegran mucho, y el carismático líder sube a la tarima, dispuesto a pronunciar su discurso.

En ese momento, un hombre cercano a los cuarenta, y que al parecer había venido acompañando al mismo Magarief, comienza a gritar desde el fondo de la sala; al principio no queda claro qué es lo que quiere, pero tras unos instantes de confusión se explica con más claridad…

¡Clama ser el auténtico asesino de Gadafi!

Se monta un buen pollo, máxime al ver que el gritón está armado. Varios de los guardaespaldas de Magarief, ayudados por diversos espontáneos, tratan de reducirle, pero no se deja acallar de ninguna manera, es más: aprovechando un momento de debilidad por parte de sus frustrados captores, el alterado señor grita que está harto de ver cómo nada ha cambiado en el país pese a su ilustre asesinato, le dice al presidente que es un segundo Gadafi, y que le matará igual que mató al primero.

Magarief, lejos de amilanarse, invita al hombre (y a su pistola) a subir al estrado, conversar con él, y explicarle sus problemas; dicho y hecho, hombre y pistola se acercan al presidente, y los tres se apartan un poco para conversar en voz baja.

No sabemos qué se dijeron, pero regresaron al micrófono abrazados, y al llegar se dieron dos besos en las mejillas. El señor que tan enfadado estaba comienza a hacer pucheros, y el público, ante una situación tan emotiva, comienza a cantar de manera espontánea el himno nacional.

Ya todos presa de una catarsis colectiva que ríase usted de las campanadas en la Puerta del Sol, algunas madres de muertos por Gadafi suben a la tarima para abrazar y dar las gracias al hombre que acabó con él, y cuando estas muestras de cariño acaban, el público escucha atentamente cómo el nuevo héroe nacional lamenta que las cosas sigan fatal en Libia, y que nadie le haya dado las gracias por matar al tirano.

En pleno ataque de verborrea, el nuevo héroe nacional narra cómo ha vivido discretamente en un hotel de lujo, confiando su secreto a unos pocos elegidos que le tratan como se merece, señala a uno de los presentes como el verdugo de un hijo de Gadafi, y termina su alocución comentando que está deseando casarse.

Tras todo esto, Magarief, que por cierto pasa olímpicamente de llevar a cabo su propia intervención, sienta a su mesa al hijo pródigo, el cual se entretiene durante el resto de la velada mostrando a cualquier interesado su pistola, la misma con la que mató al dictador.

Telón.

¿De dónde ha salido semejante apoteosis de comedia de enredo? Hay diversas teorías:

-         La ONG que organiza el acto: todo es un montaje orquestado por Magarief para no dirigirse a las mujeres.
-         Rudolf: el tipo iba drogado.
-         Yo: anything is posible in Libya.

Como sea, no me negaréis que es la monda.

Y ya para despedirme (toma coletilla de telediario), un apunte más serio: el 13 de febrero es el Día Internacional del Hiyab (el velo) Morado, símbolo en el mundo árabe del rechazo a la violencia contra las mujeres, así que ya sabéis: ese día, a la calle con la cabeza cubierta de morado.



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