La mañana de autos me levanté a las siete de
la mañana, media hora antes de la cita acordada con Haiter. Seguro como estaba
de que este llegaría como pronto a eso de las ocho (Libia y los horarios, ya
sabéis), me fui a desayunar al bar de abajo.
El desayuno tradicional de los bares libios
consiste en lo siguiente: café, zumo de naranja o batido de frutas (fresa,
mango o plátano), y como plato fuerte bien croissant con chocolate, miel y
almendras, o bien sándwich de queso o atún; yo suelo decantarme por el
croissant, que aquí llaman biriosh (brioche, se entiende).
Estaba apurándome el café cuando Haiter
llamó, a eso de las 7:35, y no llamó antes porque no le daban la furgoneta.
Piensa mal y fallarás.
Al poco nos encontramos en la puerta de
casa, y constatamos que ni mi amigo había venido, ni tampoco el suyo, así que
estábamos solos para cargar con todo un piso; nos miramos a los ojos,
calculamos nuestras respectivas musculaturas, y decidimos ir a buscar ayuda.
Como sabéis, en Trípoli hay muchísima gente
sin trabajo que se reúne en puntos estratégicos de la ciudad para que los
contraten por horas. Son obreros manuales, con o sin cualificación, todos de
Níger, Sudán, Chad, Túnez o Egipto. Pues bien, en Belher hay una de estas
oficinas del paro improvisadas, y allá nos dirigimos.
Fue detener la furgoneta, y una marabunta de
hombres se levantó del suelo y nos rodeó en plan holocausto zombie. Todos
sucios y malencarados, algunos portando un martillo y un cincel, una plomada,
una caja de herramientas. Haiter dijo que necesitábamos dos porteadores, y
cinco jóvenes se subieron a la parte de atrás del vehículo. Cuando logramos
convencerles de que no había trabajo para tantos, nos marchamos con dos de
ellos, uno con gorra de I LOVE NY, otro con pañuelo palestino a la
cabeza, egipcios ambos.
Hasta llegar al piso no comenzaron las
negociaciones; primero les explicamos lo que había que llevar, y les dijimos
que la otra casa está en un primero (recordad que el piso de Mister Freddy era
un tercero). Una vez informados, preguntaron cuánto queríamos pagar, y Haiter
les dijo que treinta dinares para los dos.
Comenzó una discusión de lo más extraño;
haiter, al tiempo que los trataba como a basura, se negaba a variar la soldada,
y ellos por su parte alternaban entre el enfado (¡por quince dinares no me
dejo la espalda!) y la lisonja (venga hombre, que tú eres un chico de
miel). Yo intentaba meter baza, pero Haiter no me hacía ni caso (que no
les damos más, Lorenzo, lo harían hasta por veinte para los dos), así que
me limité a esperar.
Efectivamente, aceptaron el precio ofrecido,
y la cosa siguió su curso sorprendentemente rápido: cargamos la furgoneta,
fuimos a mi nuevo hogar, subimos las cosas, y, continuando algo que se está
convirtiendo en una costumbre, les pagué más de lo pactado (eso sí, a
escondidas de Haiter). No sé, todo el mundo me dice que por un par de horas de
trabajo diez o quince euros son lo justo, pero no acabo de creérmelo.
Así fue como me marché de la Calle Blanca. Una
de las últimas imágenes que conservo en la retina es la alfombra que mis nuevos
vecinos del segundo habían puesto un par de días antes. El fucsia brutal se aprecia mejor en la realidad que en la foto:
Por si a Mister Freddy le quedaba alguna duda de que le estamos llenando el bloque de gayers, bienvenidos al piso del amor. |
Ese día no ocurrieron otras cosas dignas de
contar… bueno, quizás algo sí.
Veréis, resulta que como soy mu cumplío, me
gusta devolver las cosas en igual o mejor estado que me las encontré, así que
antes de irme de la Calle Blanca le pegué un fregao al piso; el caso es que
estaba yo quitando unos enormes manchurrones que los pies negros de Markus
habían dejado en el balcón meses atrás, cuando al ir a agacharme… me duele
recordarlo…
En fin, se me cayó mi flamante Samsung
galaxy dentro de un cubo de agua, y murió. Así que he pasado de ser el más
molón de barrio, a tener lo que en Trípolis se conoce como teléfono de
guarrilla:
¡Es mini, mini, me gusta cantidad, tómalo en cualquier lugar y no te cortes! |
Y dónde están el resto de cosas de tus bolsillos?? Llaves, monedas y billetes de curso legal de distintos países...
ResponderEliminarSólo móvil y mechero?? No te estás integrando!
Jo, me has pillado. Ya me preguntaba yo por qué la gente me mira y me ofrece postales por la calle...
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