Queridas amigas, queridos amigos, os damos
la bienvenida una semana más a esta vuestra revista Salam Aleikum, la
publicación que os muestra la vida de los famosos (libios).
Hoy es un día muy especial, ya que Lorenzo
Pardo nos ha abierto las puertas de su nueva casa en el centro de Trípoli. Os
invitamos a recorrerla con nosotros, y a no perderos nuestro reportaje en la página
62: Hamza y Maria Valquiria, ¿montaje o planes de boda?
Plaza Argelia está cerca de la ciudad vieja,
pero fuera de sus murallas. Toda la zona fue construida durante la ocupación
italiana, y pretendía ser el nuevo centro urbano de Trípoli; mi edificio, a la
vera de la catedral, debió ser de los primeros que se levantaron.
Para mí, que he vivido nueve meses en una
oficina, el nuevo hábitat es una bendición, y las primeras impresiones que tuve
del piso fueron cien por cien (¡mía mía!) positivas: un montón de
muebles, una casa de verdad, luces normales en el techo, ollas, sartenes… pero
veámoslo por partes:
La puerta del piso da acceso a un enorme
zaguán que, la verdad, es un desperdicio considerable de espacio; mi teoría es
que los italianos no lo construyeron así, sino que el pasillo y la sala de estar
se enamoraron, mantuvieron relaciones ilícitas, y el hijo que nació de sus
encuentros amorosos nunca abandonó el nido. De cualquier modo, gracias al
zaguán puedo disfrutar del tresillo más rancio que he tenido en mi vida:
Los sillones a juego con la alfombra. |
El sofá comodísimo, con adorno inquietante en la ventana. |
Justo frente a la puerta de entrada se halla
la cocina, equipada con muchos armarios, un montón de vajilla, un
micro-frigorífico y un macro-congelador. Para los amantes del diseño de
interiores, resalto la rompedora combinación fregadero-armarios, que claramente
fue concebida para gente bajita:
En la foto no se aprecia, en mis cervicales sí. |
lo que es yo, me veo obligado a fregar medio
en cuclillas. Rudolf propuso un día hacer un agujero en el armario para poder
meter la cabeza dentro, y ya puestos, instalar un televisor para no aburrirte
mientras friegas.
Sin embargo, lo que más me gusta de la
cocina son los fogones, cada uno con su complejo particular: el de arriba a la
izquierda es apocado y tarda noventa minutos en preparar el café, mientras que
su compañero de abajo es una especie de visigodo asalvajao, y suelta una llama
tal, que dan ganas de sentarse a su alrededor para tocar la guitarra y contar
historias de miedo; en cuanto a la derecha, el de abajo no funciona (la hija
del casero me dijo please, don’t touch this one, con lo que ahora temo
que cualquier día dicho fogón me asesine mientras duermo o algo así), y el de
arriba, que funciona más o menos normal, mira a sus compañeros con cara de pero
qué habré hecho yo, madre.
¿Es para pensárselo, sí o sí? |
Volvamos al zaguán, y superemos el tresillo
para alcanzar la habitación del Compañero Misterioso a un lado, y el salón al
otro; en el piso había dos habitaciones y dos salones, circunstancia que Maria
Valquiria valoraba como positiva cuando aquí solo íbamos a vivir Rudolf y yo (como
ella misma me dijo una vez: así cada uno podéis estar en un extremo de la
casa y no tenéis por qué veros). Ahora resulta que vamos a ser tres, así
que uno de los salones ha pasado a ser dormitorio (de hecho, el mío).
En fin, el resultado no me satisface mucho,
ya que el salón que tenemos es este:
El aparador de la tatarabuela y la mesa pequeña y acogedora. La alfombra, a juego. |
Que está muy bien, yo estudio ahí y tal,
pero no es mi idea de un espacio común. A ver si llega el Compañero Misterioso
y es más de mi opinión, que a mí me da pereza seguir discutiendo el tema con
Rudolf.
Del salón pasamos a la terraza. Rudolf dice
que en verano viviremos más allí que dentro del piso, pero yo no lo veo tan
claro, ya que está en el centro de un enorme patio interior lleno de ventanas,
y me incomoda un tanto ser el objetivo de tantos ojos. En cualquier caso, tiene
plantas, algunas flores, y es un sitio muy majete.
Sí, aquí se filmó el remake libio de Los Otros. |
Desandemos nuestros pasos y vayamos al ala norte
del piso. Lo primero que vemos es un armario descomunal, lo que en libio se
llama dulab mahanni, y en castellano viejo armario de las cascarrias.
Frente a él, el cuarto de baño.
¿Os acordáis de la cortina de ducha que me
construí en el piso de La Calle Blanca? Cutre, sí, pero durante nueve meses ha
aguantado en pie sin criar apenas moho, y gracias a ella me he ahorrado tener
que fregar el baño tras cada ducha. La verdad, hemos mantenido una relación tan
entrañable, que le he escrito un epitafio:
De
Turquía viniste cubriendo mi nevera,
pero
más me ayudaste, y por eso te festejo;
plastico
y cartón, protección de mi azulejo,
cortina
improvisada, amiga, compañera.
Excesos de tiempo libre aparte, no puedo
negar que la situación ha mejorado bastante. Una imagen vale más que mil
palabras:
Para vosotros, una chorrada; para mí, una ducha de lujo. |
Sí, quién me iba a decir que una cortina de
ducha podría hacerme feliz. La vida es un viaje lleno de sorpresas.
Aunque debo decir que mi primera ducha fue
un tanto agridulce; nada hacía prever que fuera a haber contratiempos, pasé a
la bañera como lo he hecho tantas veces en tantas bañeras, para descubrir… que
la ducha me llegaba hasta el pecho. El tubo medía como medio metro, y para
mojarme la cabeza tuve que agacharme, igual que me pasa con el fregadero de la
cocina. No sé qué pasa con este piso, o bien el arquitecto fue Bilbo Bolsón, o
bien todo está diseñado para que tengas que amagarte, e inducirte así a entrar
en el mundillo de la oración musulmana.
Junto a la bañera se halla otra de las
grandes mejoras que se han incorporado a mi vida: la lavadora automática. Es
fascinante, resulta que metes la ropa, le das a un botón, y al cabo de un rato
ya está limpita y solo la tienes que tender.
Ya, igual no pongo muchas fotos en el blog porque fotografío las mayores paridas. |
Hablando de lavadoras, hoy he descubierto que
la que tenía antes (meto ropa, meto jabón, meto agua limpia, lava, saco agua
sucia, meto agua limpia, lava, saco agua sucia, maldigo mi suerte, meto agua
limpia, lava, saco agua sucia, saco ropa, doy gracias a la vida que me ha dado
tanto), la lavadora no automática, en Libia es llamada lavadora madre-hija.
Junto al baño están el cuarto de rudolf y el
mío; como ya he dicho, mi cuarto era antes el salón, y algunos muebles no los
podemos meter en otro lado porque son demasiado grandes o pesados, así que he
pasado de tener cama, mesa y armario talla pinipón, a tener además un juego de
sofás, cortinas, unos paneles muy grandes y muy feos en la pared y, finalmente,
mi nueva alegre compañera, la tele.
El salón antes de instalarme en él. Ahora no se ve el suelo. |
El cuarto ya no es tan caótico, le metí una
mañana de viernes, y ahora es muy espacioso y acogedor. De hecho, ya que estoy,
puedo contaros que me hecho una pedazo de estantería… con cajas de cartón. Sí,
qué le voy a hacer, me gusta hacer cosas con cartón.
Que tiemble IKEA. |
Se me olvidaba contaros que en mi cuarto hay
algo más: una caja fuerte. Yo tampoco lo entiendo muy bien. Pesa un
quintal y está rota, de momento la uso como mesita de noche.
Quizás hayáis notado por las fotos que mi
nuevo piso es más oscuro que las cuentas del PP; orientado de norte a sur, y
tratándose de un primero, la luz nos visita poco y mal, tanto es así, que aún
no he conseguido que mi flamante radio funcione mediante energía solar, y se me
están quedando unos brazos de escalador a base de darle al manubrio para
recargar la dinamo.
Sin embargo, el piso tiene un balcón, cuyas
vistas son bastante mejores que las que disfrutaba en mi callejón de La Calle
Blanca. Con lo que se ve desde mi cuarto me despido de vosotros hasta la próxima crónica:
creo que me resultaria dificil fregar los platos en tu casa...
ResponderEliminarYo te pongo una silla, chatungo.
ResponderEliminarMe acaban de llamar la atención en el curro por soltar una carcajada :D se me ha escapado leyendo esto
ResponderEliminarNo veas cómo has mejorado... y las nuevas vistas molan de verdad
Jaja, me alegro (de que te guste, no de que tu puesto de trabajo peligre)
ResponderEliminarChiquillo, que mansión! Jajajaja!
ResponderEliminarAquí, viviendo por encima de mis posibilidades ;)
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