Mis
queridos acompañantes, me llena de orgullo y satisfacción deciros que empieza a
notarse una progresión en mi árabe; después de mucho esfuerzo y de tirar la
toalla varias veces, he completado mi primera conversación improvisada, no
limitada a cómotellamasdedóndeerestegustalibia, y puedo decir, con
alegría y vanidad desorbitadas, que, lingüísticamente hablando, he pasado de completa
nulidad a idiocia manifiesta.
El tercer
paso es más bien un salto; se da cuando has acumulado, no sé, cien palabras, y
no se refieren todas al mismo tema, con lo que puedes aportar algo en más
conversaciones, puedes improvisar. Formalmente no supone una gran diferencia,
pasas de ser un loro que sabe repetir un par de cosas, a ser el gigante de los goonies,
que sabe pedir chocolate con un acento bastante pronunciado. Interiormente, sin
embargo, es un cambio radical, es como quitarle las ruedas supletorias a la
bici: te vas a caer muchas veces, pero básicamente has entrado al trapo, y ya
sólo puedes mejorar.
La llegada
de Markus, que no tiene ni idea de árabe, me puso de manifiesto que he
aprendido más de lo que creía desde que vivo aquí; sin embargo, no fue hasta el
otro día, cuando iba al trabajo en un taxi, que me di cuenta de la
extraordinaria evolución que se ha dado en mí, sobre todo a la hora de
comprender; mucha gente, cuando le preguntan si habla un idioma, contesta: no
lo hablo, pero lo entiendo. A mí esto no me había pasado nunca, yo un
idioma o lo hablo o no, pero aquí se está dando el caso: no hablo ni papa, pero
comprendo cada día un poco más. Volviendo al hablar, lo dicho, cuando abro la
boca parece que acabe de ser lobotomizado, pero la lobotomía es una mejora si
la comparamos con la catatonia.
Os
transcribo mi maravillosa y profunda charleta de taxi a continuación, no ya
para que admiréis mi orangutanesco árabe, sino porque fue muy simpática.
Mi taxista
era un hombre mayor, de unos sesenta años; de momento los mayores son mis
favoritos en Libia, ya que no sólo son majos, como los demás, sino que son muy
educados, nunca tratan de engañarme, no hablan idiomas y siempre están
contentos de conocer a un extranjero. Ahí va mi conversación de taxi, el árabe
traducido al castellano:
-
¿De dónde eres?
-
España – A esto siguió la típica sonrisa, es increíble como a
todos los libios les gusta España.
-
Ah, muy bien. ¿En España hace calor ahora? – Aquí dudé, siempre
me cuesta encontrar la palabra sí (naam).
-
Sí – Pausa angustiada -. En España muy sol ahora.
-
Ah… - Silencio prolongado -. ¿Y te gusta Libia?
-
Sí, en Libia la gente muy buena.
-
¿En España la gente es blanca? – Esto lo comprendí porque
señaló su brazo oscuro y depués el mío más bien paliducho. Aquí comenzó el
terreno resbaladizo de la conversación sin frases útiles que pudieran ayudarme.
-
Eh… sí… la gente blanca – Puse mi brazo junto al suyo,
parecíamos un corte de chocolate y nata, le hizo muchísima gracia. Continué con
mi explicación -. No todo, hay gente poco blanca. No negra, pero no blanca – Mi
retórica es aplastante, como veis.
-
Yo soy medio libio medio sudanés – Esto lo entendí de lujo,
casi lloro de alegría -. Mi mujer es como tú, blanca. Los bambini… -
Pareció dudar, así que me lancé a ayudarle:
-
¿Bambini cappuccino? – Le dio un ataque de risa que casi
me asustó.
-
¡Cappuccino! ¡No, no, yo soy cappuccino! – Se calmó un
poco, aún riendo por lo bajo -. No, los niños son más blancos, como tú.
Nos
volvimos a reír, y ya no hablamos más en todo el trayecto. Al llegar, me dijo
que le pagara lo que creyera conveniente; es la primera vez que alguien me lo
dice, aunque es costumbre común en los taxis. Hasta ahora siempre me habían
cobrado diez dinares por el trayecto a la universidad, que en realidad cuesta
unos seis o siete.
Obviamente,
le pagué diez dinares a mi cappuccinesco amigo, le di las gracias por el viaje
y me fui a trabajar, aún en la boca el agradable sabor de mi primera
conversación improvisada en árabe. He llegado a la tercera base, esto ya solo
puede ir a mejor, inshallah.
Bueno, evidentemente has alcanzado los bordes del nirvana. Que no te ciegue la luz espléndida y sigas progresando.
ResponderEliminarGracias por tu sabio consejo Justo, procuraré seguir el camino recto, recordando que, si no eres nadie, no llegas a ninguna parte.
ResponderEliminarVes? siempre hay un poco de Italia en las conversaciones bonitas! Viva los bambini cappuccino!
ResponderEliminar