Las bodas
en Libia. Todo un mundo. Dudo mucho que pueda llegar a conocer todos los
entresijos, curiosidades y tipos de noviazgos y matrimonios que, según parece,
se dan por aquí. Sin embargo, algunas informaciones ya he logrado recopilar,
así que, como el tema es jugoso, aquí va una primera entrega: la pedida.
Dejemos de
lado los matrimonios de conveniencia, de los que sé poco o nada, y vayamos a un
caso más normal para los estándares españoles: una pareja de novios quiere
casarse.
Definamos novios:
se han conocido, por ejemplo, en la universidad, quizás en el trabajo. Son
jóvenes, y se ven solo en la universidad o en el trabajo. Fácilmente
reconocibles, se trata de una pareja sentada bajo un árbol, en un banco, a la
vista de todos, lo cual es muy importante: si alguien ve que una pareja se
interna por lo oscuro, o directamente les pillan haciendo guarreridas,
lo mínimo que les puede pasar es que les regañen a base de bien.
En fin,
está nuestra joven pareja viviendo su amor entre clases de química y seminarios
de antropología cuando, un día, deciden que están hartos de charlar en el
escaparate; quizás notan también que están más salidos que el pico de una mesa;
quizá, simplemente, quieren sellar su amor frente a Dios. El caso es que
deciden casarse.
En ese
instante comienza el circo.
Primera
fase: la madre del
novio, acompañada a ser posible de la hermana, la tía y/o la abuela, visita a
la familia de la novia. Se hacen algún regalito, comentan que los niños se
gustan, se hacen preguntas, pero no muchas, tiempo habrá para eso. La
información básica que se intercambia es si el novio el decente y puede
mantener a la novia, y si la novia es decente. También influye la opinión de
los familiares: si algún padre, madre, abuelo o abuela recibe una mala
impresión de algún padre, madre, abuelo o abuela de la otra familia, querrá
cortar el proceso; si el resto, en cambio, están satisfechos, no pararán hasta
convencer al indeciso, y entraremos en la
Segunda
fase: los padres de
la novia visitan a los padres del novio. La situación se repite, el padre del
novio, que hasta ahora no había participado en el proceso, opina; si todo le
parece bien, pasamos sin más dilación a la
Tercera
fase: los primos,
hermanos y/o amigos de ambos potenciales contrayentes se dejan ver por el
barrio del otro, es decir, familiares de la novia en el barrio del novio y
viceversa; hablan con vecinos, amigos, familiares, con todo el que esté
dispuesto a suministrar información, es una operación de espionaje a gran
escala y al descubierto, es un flagrante ¿y quién es él-a qué dedica el
tiempo libre?
Aquí se
buscan datos más sutiles que en la primera fase: ¿la chica ha hablado más de la
cuenta con chicos en el pasado? ¿El chico bebe alcohol? ¿Hace el salvaje con el
coche? ¿Alguno de los dos tiene mal aliento? Esto último os puede parecer una
broma mía, pero no lo es, puede llegar a ser motivo de divorcio.
Pongamos
que todo el mundo se da por satisfecho: la novia es casta y pura, el novio un
dechado de virtudes, las familias se gustan… hecho. Nos casamos. Pasamos a la
Cuarta
fase: la dote. Esta
fase es complicada de explicar, básicamente porque me faltan datos, pero bueno,
a quién le importa la rigurosidad, al fin y al cabo esto es internet y, por lo
que he oído, internet no es de fiar. De hecho, no os creáis nada de lo que
digo, igual vivo en Getafe y tengo mucha imaginación.
Bueno, a lo
que voy: la dote consiste, básicamente, en que el hombre compra una casa y un
montón de oro. La casa me parece algo lógico, en algún sitio hay que vivir,
pero lo del oro no lo veo tan claro; ¿será para que la novia se adorne? ¿Será
una especie de ahorros? ¿Será una mera tradición? No penséis que no he
preguntado más de una vez, pero nadie es capaz de explicármelo, o nadie quiere.
Hamza tiene
un amigo que se llama Hakim, y que está casado. Se casó… ¡teniendo una casa en
alquiler! Hamza no se lo explica, tal cual, no se imagina cómo pudo conseguir
la mano de su mujer sin tener una casa en propiedad. Ya me ha pasado alguna
vez, cuando me preguntan si me pienso casar y digo que sí (aunque no quieras
casarte, lo más práctico es decir que sí que quieres, así nadie te mirará como
si estuvieras chiflado), la pregunta siguiente es a veces que si tengo una
casa; contesto que no, y entonces me preguntan que cómo pretendo casarme sin
casa, es como pretender hacer una tortilla sin huevos.
El asunto
de la dote es un problema para los libios, porque muchos no pueden permitirse
una boda. Todos se quieren casar, todos, incluso Marwan, del que sigo
sospechando que es homosexual; el problema es que debes comprar un par de kilos
de oro y un hogar, y el salario máximo que suele obtener un libio se limita a
unos setecientos dinares, menos de quinientos euros… complicado.
Imaginemos
que nuestra imaginaria pareja ha conseguido el oro, la casa y los muebles.
Pasamos pues a la boda en sí misma. Pero eso será en otro episodio.
Eso es dejarnos con la miel en los labios!!!!!
ResponderEliminarPD: Como estés viviendo en Getafe y no se te haya ocurrido pasar a vernos y echar una cerveza... vas a preferir el castigo por irte a lo oscuro con Markus! :P
Todo a su tiempo, ¡ritmo libio!
ResponderEliminarSi estuviera en Getafe lo sabrías... ¡no quedaría cerveza en todo Madrid!
Siempre he pensado que escribes desde tu pueblo y que en verdad te llamas Andrés...
ResponderEliminarLa Parda Anónima
JOSE Andres, escribo desde mi restaurante de new york y presento programas casposos de cocina.
ResponderEliminar