martes, 26 de junio de 2012

Señor, quiero casarme con su hija


Las bodas en Libia. Todo un mundo. Dudo mucho que pueda llegar a conocer todos los entresijos, curiosidades y tipos de noviazgos y matrimonios que, según parece, se dan por aquí. Sin embargo, algunas informaciones ya he logrado recopilar, así que, como el tema es jugoso, aquí va una primera entrega: la pedida.


Dejemos de lado los matrimonios de conveniencia, de los que sé poco o nada, y vayamos a un caso más normal para los estándares españoles: una pareja de novios quiere casarse.

Definamos novios: se han conocido, por ejemplo, en la universidad, quizás en el trabajo. Son jóvenes, y se ven solo en la universidad o en el trabajo. Fácilmente reconocibles, se trata de una pareja sentada bajo un árbol, en un banco, a la vista de todos, lo cual es muy importante: si alguien ve que una pareja se interna por lo oscuro, o directamente les pillan haciendo guarreridas, lo mínimo que les puede pasar es que les regañen a base de bien.

En fin, está nuestra joven pareja viviendo su amor entre clases de química y seminarios de antropología cuando, un día, deciden que están hartos de charlar en el escaparate; quizás notan también que están más salidos que el pico de una mesa; quizá, simplemente, quieren sellar su amor frente a Dios. El caso es que deciden casarse.

En ese instante comienza el circo.

Primera fase: la madre del novio, acompañada a ser posible de la hermana, la tía y/o la abuela, visita a la familia de la novia. Se hacen algún regalito, comentan que los niños se gustan, se hacen preguntas, pero no muchas, tiempo habrá para eso. La información básica que se intercambia es si el novio el decente y puede mantener a la novia, y si la novia es decente. También influye la opinión de los familiares: si algún padre, madre, abuelo o abuela recibe una mala impresión de algún padre, madre, abuelo o abuela de la otra familia, querrá cortar el proceso; si el resto, en cambio, están satisfechos, no pararán hasta convencer al indeciso, y entraremos en la

Segunda fase: los padres de la novia visitan a los padres del novio. La situación se repite, el padre del novio, que hasta ahora no había participado en el proceso, opina; si todo le parece bien, pasamos sin más dilación a la

Tercera fase: los primos, hermanos y/o amigos de ambos potenciales contrayentes se dejan ver por el barrio del otro, es decir, familiares de la novia en el barrio del novio y viceversa; hablan con vecinos, amigos, familiares, con todo el que esté dispuesto a suministrar información, es una operación de espionaje a gran escala y al descubierto, es un flagrante ¿y quién es él-a qué dedica el tiempo libre?

Aquí se buscan datos más sutiles que en la primera fase: ¿la chica ha hablado más de la cuenta con chicos en el pasado? ¿El chico bebe alcohol? ¿Hace el salvaje con el coche? ¿Alguno de los dos tiene mal aliento? Esto último os puede parecer una broma mía, pero no lo es, puede llegar a ser motivo de divorcio.

Pongamos que todo el mundo se da por satisfecho: la novia es casta y pura, el novio un dechado de virtudes, las familias se gustan… hecho. Nos casamos. Pasamos a la

Cuarta fase: la dote. Esta fase es complicada de explicar, básicamente porque me faltan datos, pero bueno, a quién le importa la rigurosidad, al fin y al cabo esto es internet y, por lo que he oído, internet no es de fiar. De hecho, no os creáis nada de lo que digo, igual vivo en Getafe y tengo mucha imaginación.

Bueno, a lo que voy: la dote consiste, básicamente, en que el hombre compra una casa y un montón de oro. La casa me parece algo lógico, en algún sitio hay que vivir, pero lo del oro no lo veo tan claro; ¿será para que la novia se adorne? ¿Será una especie de ahorros? ¿Será una mera tradición? No penséis que no he preguntado más de una vez, pero nadie es capaz de explicármelo, o nadie quiere.

Hamza tiene un amigo que se llama Hakim, y que está casado. Se casó… ¡teniendo una casa en alquiler! Hamza no se lo explica, tal cual, no se imagina cómo pudo conseguir la mano de su mujer sin tener una casa en propiedad. Ya me ha pasado alguna vez, cuando me preguntan si me pienso casar y digo que sí (aunque no quieras casarte, lo más práctico es decir que sí que quieres, así nadie te mirará como si estuvieras chiflado), la pregunta siguiente es a veces que si tengo una casa; contesto que no, y entonces me preguntan que cómo pretendo casarme sin casa, es como pretender hacer una tortilla sin huevos.

El asunto de la dote es un problema para los libios, porque muchos no pueden permitirse una boda. Todos se quieren casar, todos, incluso Marwan, del que sigo sospechando que es homosexual; el problema es que debes comprar un par de kilos de oro y un hogar, y el salario máximo que suele obtener un libio se limita a unos setecientos dinares, menos de quinientos euros… complicado.

Imaginemos que nuestra imaginaria pareja ha conseguido el oro, la casa y los muebles. Pasamos pues a la boda en sí misma. Pero eso será en otro episodio. 

4 comentarios:

  1. Eso es dejarnos con la miel en los labios!!!!!

    PD: Como estés viviendo en Getafe y no se te haya ocurrido pasar a vernos y echar una cerveza... vas a preferir el castigo por irte a lo oscuro con Markus! :P

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  2. Todo a su tiempo, ¡ritmo libio!

    Si estuviera en Getafe lo sabrías... ¡no quedaría cerveza en todo Madrid!

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  3. Siempre he pensado que escribes desde tu pueblo y que en verdad te llamas Andrés...

    La Parda Anónima

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  4. JOSE Andres, escribo desde mi restaurante de new york y presento programas casposos de cocina.

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