miércoles, 13 de junio de 2012

Por parroquias

Durante los primeros días que pasé aquí, un detalle me intrigaba sobremanera: hacía mucho tiempo que no llovía, según me dijeron, pero yo entraba a cualquier edificio y me encontraba charcos; charcos en las tiendas, charcos en la universidad, pisos con charcos y con el barrillo que resulta de pisarlos. No encontraba explicación, pensaba en gente derretida por el calor, en alguna costumbre misteriosa consistente en fregar los suelos a medias, en sistemas anti-incendios con vida propia… la respuesta, sin embargo, era mucho más sencilla, y estuvo todo el tiempo delante de mis narices, pero hasta que conocí al doctor Asem no fui capaz de encontrarla.
 
El doctor Asem es profesor de inglés en el departamento de idiomas de la universidad privada de Trípoli, y no es que le conozca mucho; en mi segunda semana aquí me lo presentaron, me deseó suerte, y ahí terminó nuestra relación. El asunto es que al día siguiente volví a verlo, en una situación que no me esperaba.
 

Imaginaos a un señor de sesenta años, profesor de universidad, más bien serio, y vestido de traje y corbata; pues bien, subía yo el día de marras las escaleras centrales del edificio de idiomas, cuando vi que, frente a mí, bajaba el doctor Asem convertido en ecce homo: chanclas de baño en lugar de los zapatos, la corbata de medio lado, la camisa empapada como si viniera de darle un baño a un par de rottweilers, los pantalones de pinzas arremangados hasta debajo de las rodillas e igualmente mojados. De pronto se me encendió la bombilla: las casas libias están llenas de charcos porque la gente se hace pis.
 
Si, queridos acompañantes, me pasé dos semanas en un país en el que no existe el papel higiénico, sin darme cuenta de que aquí, cuando uno quiere limpiarse después de llevar a cabo algún tipo de evacuación, lo pone todo perdido de agua. El papel higiénico libio, como supongo que el papel higiénico de muchas ciudades árabes, no es otro que este:

Bidet multidirigible, amigos


Es por este sistema del manguerazo que los servicios de toda la ciudad están encharcados, y cada vez que pasamos por uno, extendemos el humedal por todo el edificio. También es el motivo de que aquí haya felpudos hasta en los felpudos. Ya metidos en el tema, podría ponerme escatológico y explicaros el sistema de limpieza pos-evacuación, pero la verdad es que no me he puesto a investigar en serio, de hecho ni siquiera he probado la manguera de marras; de momento compro papel higiénico, e ignoro las miradas asqueadas que me lanzan, como si estuviera comprando corazones de recién nacidos o el último disco de Jesulín. Lo que sí puedo deciros es que, a la hora de limpiarse los bajos, es normativo utilizar la mano izquierda; la mano derecha es la de las cosas buenas, es la de comer, la de saludar y la de manejar el dinero, mientras que la mano izquierda es la de las cosas malas, la de limpiarse la contraportada y… bueno, no me han dicho más cosas malas… ¿la de robar? ¿La de darle al play para escuchar el último disco de Jesulín, quizá?


4 comentarios:

  1. jajajajajajaja, me parto!!!!!!

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  2. Ya estamos otra vez con el lado siniestro! Que cruz que llevamos los zurdos! Bueno, por lo menos a nosotros no nos resulta tan difícil limpiarnos el pompis con la mano izquierda! Jajaja
    Un palmadita en la espalda con la mano derecha por supuesto te manda tu amiga que se acuerda mucho de ti
    Katxiri

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  3. Katxiri, tu mano izquierda es tan hermosa, que no seria siniestra ni limpiandose el Po.

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