2 de junio
Libia, como
tantos países del Mediterráneo, tiene una historia larguísima; de hecho, su
nombre es uno de los más antiguos que quedan, usado ya por los griegos y,
después, por los romanos. Al parecer procede de sus primeros pobladores
conocidos, la tribu de los Libu, tras los cuales han vivido aquí
fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, vándalos, árabes, turcos,
españoles e italianos, citando de cabeza.
A una hora
en coche, dirección Túnez, se halla la pequeña ciudad de Sabratah, fundada por
los italianos hace casi cien años en el emplazamiento de la Sabratah original,
próspera ciudad Fenicia primero y romana después. Bueno, pues Maria Valquiria
propuso hacer una visita turística, y ayer estuvimos allí. Fue un viaje de lo
más guiri, así que hice todas las fotos que pude con mi querido Samsung Galaxy,
lo cual no fue nada fácil, ya que cuando aprieta el sol no se distingue nada en
la pantalla, así que tengo que fotografiar de oído. No he quedado muy contento
con el resultado, espero que os gusten.
A la una
nos encontramos en el puesto de verdura de mi calle, embadurnados en protector
solar y en ganas de abandonar Trípoli. A los quince minutos de trayecto temimos
ver truncado nuestro viaje, pues un coche de bomberos bloqueaba el acceso a la
autovía que habíamos tomado. Estuvimos un buen rato allí, sin saber lo que
ocurría, hasta que vimos cómo los bomberos daban manguerazos al asfalto,
creemos que para limpiar manchas de escurridizo aceite. Cuando acabaron,
continuamos la marcha.
El oeste de
Trípoli es una bonita zona de playa y monte bajo, pinos, higueras, chumberas y
hasta algunos alcornoques, por supuesto palmeras. A ambos lados de la autovía
se ven grandes contenedores de barco y enormes bloques de piedra, vestigios de
las barricadas que montaban los vecinos y los ejércitos durante la guerra del
año pasado. En las zonas más desérticas, la gente hacía las barricadas
directamente con arena.
Pasamos un
par de controles y un par de ruinas de bombardeos, a la media hora estábamos en
Zaauia. Zaauia es un rescoldo de resistencia gadafista, es decir, allí siguen
en guerra; es extraño vivir a media hora de un lugar donde se están matando
cada día, donde hay imitaciones de trincheras, donde improvisadas tropas
avanzan y retroceden según ganan o pierden calles, y no enterarse de nada.
Atravesamos Zaauia por una larga avenida, y vi que en todas, todas las
fachadas, hay agujeros de bala, balcones derruidos, cristales rotos.
Poco más
allá de Zaauia hay que tomar el desvío que, siguiendo ya la costa, lleva hasta
Sabratah. Después de admirar los distintos azules del mar bajo el sol de
mediodía, llegamos al yacimiento arqueológico, y, ya fuera del coche, me quedé
con la boca abierta:
Boy scouts.
Boy scouts
libios, una tropa de más o menos cien, pintando murales, cantando y tocando el
tambor. No era lo que me esperaba, la verdad.
Dejamos
atrás a los exploradores, y comenzamos la visita: la primera parte de la
excavación muestra un túmulo funerario fenicio, y bastantes casas romanas. La
vegetación crece bastante salvaje, con lo que más parece un pueblo abandonado
en los años sesenta, que un pueblo de más de dos mil años desenterrado a
principios del diecinueve. Para avanzar, te ves obligado a subirte por las
pareces de las casas, obviamente sin tejados, y bueno, al principio lo haces
con reparo, al fin y al cabo estás pisando algo muy antiguo y muy valioso, pero
como suele decirse: a tó se hace uno. Al rato estaba yo ya triscando cual joven
cabra, dando botes de pared en pared para llegar a la siguiente calle.
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La calle de la almazara, todo cerrado porque era viernes |
Después de
atravesar un foro llegas al muro bizantino, una construcción bastante más
moderna. Cuando lo atraviesas, alcanzas la Sabratah puramente romana, sin
Bizancios ni Fenicias, y tras ella, el mar.
La verdad,
caminar por foros, basílicas y termas, entre columnas que parecen antiguas como
el mundo y a la vez modernas, flanquear vallas que protegen mosaicos, y todo
ello en un marco azul rabioso como es el mediterráneo, bueno, no hace falta que
os diga que es estupendo. Sabratah es toda una ciudad, no es un teatro o un
templo, es una ciudad entera, casas, calles, bodegas y un montón de edificios
públicos. Pasear por Sabratah es pasear por un pueblo, un pueblo muerto y a la
vez muy vivo, casi siente uno que está violando la intimidad de los que allí
vivieron, imposibilitados por la muerte, incapaces de echarnos de sus casas.
La visita
terminó en el teatro (se puede continuar siguiendo el mar hasta el templo de
Isis y el puerto, pero mis acompañantes se asoman ya a la tercera edad, y solicitaron
dejarlo para la siguiente visita). El teatro se conserva admirablemente bien,
incluso se pueden ver bastantes frisos con motivos teatrales. Por las puertas
de acceso de los actores se vislumbra el mar, sería maravilloso ver
actuaciones, conciertos allí. Quizás un día.
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Gracioso ver las reacciones ante esta estampa |
Cuando
acabó la guerra, mucha gente se juntó a celebrarlo en el teatro; he visto fotos
del momento, y es curioso ver cómo una multitud de árabes celebran algo en su
teatro romano, como pasan los siglos y cambian las caras, las culturas, las razas,
provocando mezclas curiosas en todo el mundo: catedrales-mezquitas, pagodas con
versos del Corán, anfiteatros convertidos en cuadras, dioses egipcios
convertidos en souvenirs turcos…
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Grafitti arabesco en el teatro romano |
Después de
un buen rato de teatro cogimos el coche, nos mojamos los pies en una playa
cercana y volvimos a Trípoli, donde fui a la playa nuevamente, esta vez con
Markus. Por el camino vimos una furgoneta de helados, como en las películas
americanas (daddy, the ice-truck is coming!), algo que yo nunca había
visto. Llevaba música, La Cucaracha a todo trapo.
Ya en la
playa, yo quería sentarme en la arena, pero Markus se empeñó en que nos
sentáramos en una de las mesas con sombrilla que abundan allí. Accedí con
ciertas reservas, pensando en las paellas para guiris que venden en las playas
españolas. Efectivamente, al irnos nos cobraron un precio abusivo, que a duras
penas pude rebajar con mi paupérrimo árabe y mi triste habilidad para el
regateo.
Pero había
merecido la pena. La playa que nos pilla cerca de casa (media hora a pie) está
orientada exactamente hacia el oeste, y ese viernes nos despedimos del sol cara
a cara. El atardecer puso punto y seguido a mi primera auténtica salida de
Trípoli.
Que chulada!! Cuando se lo enseñe a gema lo va a flipar, me alegro mucho q aparte de trabajar hagad un poco el guiri q de vez en cuando viene bien.
ResponderEliminarBesos y cuidate
Enrique
las fotos estan de escandalo, muy bonitas, sobre todo las que sale el mar al fondo.
ResponderEliminarSe agradece echar una cana al aire, si. Y bonito el sitio ya es, la verdad es que los romanos sabian donde y como montaban las ciudades, eso esta claro...
ResponderEliminarA ver si podemos ir juntos a ver Leptis Magna, que esta al este y dicen que es la mas chula!
Que lugar tan espectacular! Me alegro que pudieras disfrutar de un autentico día guiri!
ResponderEliminarUn beso
Katxiri
Las fotos están geniales, q visita más maja...
ResponderEliminarLas funciones en el teatro romano de Mérida (en el festival de teatro clásico) son brutales... asíq sí, estaría muy bien que aprovecharan que tienen uno allí estupendamente conservado por lo que se ve en tus fotos
A ver si hay suerte, seria la bomba. Lo unico que se ha hecho alli ultimamente es celebrar el final de la guerra, tambien debio ser llamativo...
ResponderEliminarLas fotos son fantásticas. Creo que en África es donde mejor podemos apreciar lo que queda de Roma. Pero tu crónica lo mejora todo considerablemente. Saludos y besos.
ResponderEliminar¡Elisa! Eres más que bienvenida al blog!
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