A los
libios les encanta llevar cosas en la mano. Ir por la calle sin llevar el
móvil, las llaves del coche, un papel o cualquier otra cosa, no sé, es como no
ir por la calle. Mires donde mires verás hombres con cosas aferradas entre los
dedos, y lo que más a gusto llevan, cómo no, es el dinero.
Los
billetes libios son de guasa; el de más valor es el de veinte dinares, unos
quince euros, pero es bastante más grande que el billete de quinientos euros
(si es que me acuerdo bien, hace ya tiempo que no veo ninguno). Imaginad, pues,
cobrar la nómina: aquí no hay domiciliación bancaria, apenas hay bancos, de
hecho. El único cajero que conozco está en una furgoneta que suelo ver aparcada
en la Plaza de los Mártires. Llega fin de mes, pues, y cobras, por ejemplo, mil
dinares, por ponernos mildinaristas; veinticinco billetes de veinte dinares y
cincuenta de diez sería un reparto común, y te verías con un fajo de billetes
que puedes usar de pisapapeles. Si tienes más suerte y cobras dos mil dinares,
más te vale haber traído una bolsa, y si eres ingeniero y cobras cuatro mil más
comisiones, necesitarás una mochila.
Billete de cinco euros ligeramente acongojado |
Además, los
libios no suelen ir con veinte dinares encima, qué va. En general llevan una
buena billetada, quizás una parte de sus ahorros, quizá todo lo que tienen, de
modo que, al pagar el café, van pasando los billetes hasta que encuentran el de
un dinar, que parece sonrojarse entre tantos hermanos mayores. He notado,
además, que muchos libios llevan no solo dinares, sino euros o dólares; supongo
que les han informado de que la máquina de teletransportación está a punto de comercializarse,
y andan temerosos de encontrarse repentinamente en París o en Ohio, sin divisas para
comprarse el noveno cappuccino del día.
Los bolsillos de Hamza un dia cualquiera |
Luego está
el tema de contar el dinero. Hamza me dijo un día que, cuando te dan dinero,
tienes que contarlo frente al que te lo da, aunque sea tu padre. En mis
primeras semanas aquí he apoquinado buenas sumas, entre alquileres,
frigoríficos y cocinas, y he visto que hay un sistema para contar los billetes,
un sistema oficial, como si dijéramos. Yo, en España, cuento los billetes como
antaño contaba los cromos, pasándolos de una mano a otra; aquí es imposible, a
no ser que tengas las manos de un orangután con hipertiroidismo, así que se
cuenta de manera distinta. Sería estúpido explicarlo, deberíais verlo, pero
Hamza se ha negado a permitir que le grabe para mostrároslo, y yo, aunque estoy
aprendiendo, aún no lo hago con la gracia y soltura necesaria para hacer un
vídeo que esté a vuestra altura.
Uno que cuenta
tan mal como yo, es mi casero. El otro día fui a pagarle el alquiler, y me tuvo
en la oficina media hora; lo primero, porque justo cuando llegué empezaba la
llamada a la oración, así que le pillé descalzándose y pasándose a la
trastienda, ¡ahora mismo vuelvo, mister! Lo de que me llame mister me
incomoda un poco, me hace imaginármelo dando una rueda de prensa entre Iniesta
y Casillas.
Me quedé
esperando, sentado en uno de los sillones y charlando con mi vecino del
primero, mientras buscaba (el vecino) un canal concreto en la tele; al final lo
encontró, y resultó ser la grabación de una muchacha ligera de ropa bailando la
danza del vientre. Mi vecino se quedó muy satisfecho y me sonrió con
complicidad.
Voy a
desviarme un momento del tema, ahora que hablo de mi muy salido vecino: una
consecuencia de la absoluta falta de libertad sexual en Libia, es que los
hombres son un ejército de bonobos con la edad sexual de los once años; el otro
día estaba tomando un té con los amigos de Hamza, éramos doce o quince,
sentados en una terraza y conversando. Tened en cuenta que son un grupo de
gente entre los veinticinco y los cincuenta y cinco años, farmacéuticos,
ingenieros, tenderos, médicos, albañiles, en fin, gente de toda condición. El
caso es que uno de ellos sacó el móvil y se puso a jugar con él, el juego en
cuestión era un puzzle, y al completarlo lo que ves es una chica japonesa medio
desnuda y en sugerente pose. Bueno, pues el móvil empezó a pasar de mano en
mano, y yo flipando en colores con las caras de mis acompañantes: todos
riéndose, dando palmas, alguno colorado hasta la raíz del pelo, jaleando las
fotos de las muchachas como quinceañeros. Era difícil participar de semejante
algaraza, aunque solo fuera por el hecho de que en España ves por la calle chicas
con más escote que el de algunas de las fotos, con lo que no estaba muy
impresionado, y porque me imaginaba a mi padre, mis tíos y sus amigos en
semejante algarabía, y me daba repeluco. Al final dejaron de pasarme el móvil,
supongo que pensando que soy muy religioso, o que realmente tengo una relación sentimental
con Markus.
Bueno, volviendo
a lo que estábamos, finalmente mi casero volvió, se sentó a mi lado y le di el
dinero del alquiler. Tardó más en contarlo que en rezar, mil trescientos
dinares en billetes de cinco, y Mister Freddy contando con la gracia de una
abuela pagando en el supermercado, ofreciéndole el monedero a la cajera
mientras le dice “cógete tú lo que te haga falta, hermosa, que yo no me
aclaro”. Al final terminó de contar, se puso muy contento y nos quedamos
charlando un rato. Descubrí que es soltero, le dije que ya va teniendo edad de
casarse, le hizo mucha gracia y me fui.
Bueno, os
dejo, que he quedado a tomar café con un amigo. Cojo las llaves, el móvil, novecientos dinares, y a la calle. ¡Chau!
Realmente me han impresionado los bolsillos de Hamza! También me he quedado a cuadros con lo que pagas de alquiler! Y me imagino a los caballeros de la mesa cuadrada, pensando lo rancio que eres, porque no te hacen gracia las fotos de las damas en el móvil! juajuajua
ResponderEliminarUn beso
Katxiri
Pues sí, el alquiler es una pasada, aunque los 1300 eran de todo el piso, no solo mi parte. Los libios pagan menos, y Maria Valquiria se acaba de mudar y paga menos por un piso mejor... me hace pensar que no puso mucho interés en encontrarnos un piso más buenobonitobarato.
EliminarEn cuanto a los caballeros de la mesa cuadrada, en fin, soy un chiste de hombre, qué le voy a hacer.