Tras la Navidad, como suele pasar, llegó la
Nochevieja y su correspondiente fiestón global… pero en Libia no. Otros países
árabes sí la celebran, pero sólo por influencia occidental, ya que el año nuevo
musulmán comenzó el pasado 15 de noviembre. En Libia… bueno, se hizo lo que se
pudo.
Para mí, la Nochevieja es mucho más familiar
que la Nochebuena. Me llamaréis raro, pero es así, supongo que por los simples
hechos de que el nacimiento de Dios me da más igual, y de que, desde que
recuerdo, es en Nochevieja cuando más miembros de la familia nos juntamos. Así
pues, a nivel de morriña fue un día más difícil, aunque atenuado por un
elemento nuevo en mi vida: el piso de Plaza Argelia y su excelente conexión a
internet.
Me compré una buena ración de pollo picante
paquistaní en un restaurante cercano donde me invitaron a una sopa de pollo
(compras pollo y te invitan a pollo, está bien pensado), y me dispuse a
eskaipear con todo el que se me pusiera por delante. Acabé comiéndome las uvas
con parte de mi familia y con las vendimiaoras más valientes de La Mancha, supe
del tupé de Imanol y hasta me dio tiempo a charlar con Totti. Faltó la primera
copa del año con mis primos, pero todo se andará.
En cuanto a Libia: cero patatero. En la
calle no se movía nada fuera de lo normal (en mi nueva calle no se movía nada
en absoluto, es mucho menos populosa que La Calle Blanca), y no fue hasta las
doce de la noche que se oyó algo, en este caso petardos y fuegos artificiales.
Al día siguiente supe que en Qarqaresh había
habido movimiento; al fin y al cabo, la fiesta de año nuevo no es ningún
secreto (menos aún gracias a internet), y mucha gente se apunta a celebrar lo
que sea en una ciudad tan carente de entretenimiento como es Trípoli. El caso
es que muchos salieron a la calle como si fuera un jueves, dispuestos a pasarlo
pipa… pero se encontraron con algo que no se esperaban: la censura.
El simpático sector de los extremistas
religiosos ve con malos ojos cualquier celebración occidental, ya sea porque
atente contra el Islam (¿?), ya sea porque traiga el pecado y el relativismo
moral propios de nuestros países. El caso es que numerosos guardianes de la
moral fueron a Qarqaresh y a otros puntos de asueto libio, armados con sus
túnicas, sus versos coránicos y sus luengas barbas, dispuestos a persuadir a la
muchachada de sus ganas de festejo.
Quizá debáis hacer un esfuerzo para entender
cómo se da el proceso: no es que se pueda prohibir que la gente salga a la
calle en Nochevieja, no es pecado ni es ilegal (aún); sin embargo, que un
“religioso” te recrimine tu actitud tiene mucha importancia en Libia, y si le
ignoras, corres el riesgo de que otros piensen que no le ignoras a él, sino a la
religión. Es complicado ser libio.
Sea como fuere, la mayoría de la gente se
las apañó para evitar encuentros incómodos y se dieron al pasatiempo de subir y
bajar Qarqaresh en coche, saludarse, lanzar fuegos artificiales y, me temo,
beber alcohol comprado en el mercado negro. Al día siguiente, mis alumnos me
estuvieron contando sus peripecias, así como el comentario más extendido por la
ciudad:
“En año nuevo vi a Santa Claus, ¡pero no sabía
que su barba era negra!”
Me encanta volver a leerte y descubrirme sonriendo mientras voy pasando lineas (estube buscando las entrelíneas del contrato y no las encontré!!!), reconozco que tenía un poco de mono.
ResponderEliminarTengo ganas de descubrir a Rudolf y saber si tiene la nariz roja como el reno y si verdaderamente es tonto!!!
El Madrid ganó a la Real...jejejeje.
Un abrazo y a seguir bien en tu nuevo piso en este nuevo año.
La Parda Lorenza
Lorenza! No podía ser de otro modo, el primer comentario del año tenía que ser pardoso!
ResponderEliminarRudolf llega al piso en breve, yo también tengo ganas de conocerle mejor. Y no es un reno, pero como buen alemán se gasta nariz roja siempre que puede (y si le pillas en Mallorca, imagino que más).
Feliz año!