Con la mezquita hemos topado

En Libia tenemos nuestro propio presidente de la conferencia episcopal, ¿qué os creías? En arabenglish se le llama Grand Mufti, y el nombre del actual es Sheij Sadiq Al-Ghariani. Sheij, como sabéis, significa más o menos cura-juez.

El hombre en cuestión es un venerable anciano bien barbado y, contrariamente a lo que suelo sentir respecto a los religiosos con poder, me cae bastante bien. No es que seamos muy íntimos, pero ya he leído varias entrevistas suyas y me parece un señor bastante razonable.

No obstante, cada cierto tiempo el periódico saca alguna perla suya, y es que es imposible no decir burradas cuando asumes que hablas en nombre de Dios.

Para que no digáis que me fijo solamente en lo malo, empiezo contando que Ghariani es un acérrimo defensor de la revolución libia, de la democracia y de la libertad, conceptos que alaba y defiende a capa y espada, ya sea frente a partidarios del antiguo régimen, alborotadores o milicias descontroladas. No se le puede pedir a un sumo sacerdote que esté a favor de la separación Religión-Estado, pero es de agradecer que decida pedir al pueblo su voto a favor de un país religioso, en lugar de exigir al país que imponga la religión, cosa esta última que el mufti, por ahora, no ha hecho.

Sin embargo, ha patinado en un par de ocasiones: la primera tuvo lugar tras los brutales ataques a mezquitas y santuarios sufíes perpetrados en septiembre por salafistas libios, o al menos eso se cree. Los salafistas odian con fiereza a los sufíes, una corriente mística del Islam, alegando que son unos heterodoxos recalcitrantes y que veneran a sus santos de manera que roza la idolatría; por otro lado, los dichos salafistas creen que todo progreso es pecaminoso, y que el mundo debe regirse exclusivamente por la ley islámica o Sharia. Hasta ahí, los antecedentes.

Hace un tiempo, el mufti quiso pararle los pies a estos extremistas, y lo hizo con unas curiosas palabras, que reproduzco de memoria:

“Los salafistas deben detenerse en su lucha contra la revolución, y ante todo ser pacientes; deben entender que vamos a darles todo lo que piden, pero poco a poco”.

Grand Mufti, negociador nato.

Creo que los aludidos salvajes quedaron muy desmoralizados y decidieron cambiar de actitud en el futuro.

En otra ocasión, nuestro Rouco particular se mostraba preocupado porque Irán está enviando a unos hombres malos, pero malos malos malos, cuya maligna misión es convencer a los jóvenes libios para que abandonen el Islam suní, mayoritario aquí, y se pasen al Islam chií, mayoritario allá. ¿Pruebas? ¿Datos? ¿Fotos? Se le olvidó llevar algo de ello a la entrevista, pero vamos, que no hace falta, con su palabra nos vale.

Yo, por si acaso, desconfío de los iraníes que me encuentro, no vaya a ser que me ofrezcan caramelos con droga a la salida del colegio.

La tercera intervencion pública “curiosa” de Ghariani es mi preferida con mucha diferencia, y se refiere a la educación, os sitúo: este curso académico las escuelas utilizan nuevos libros de texto, liberados ya de la carga ideológica gadafista. Al Grand Mufti esto le parece genial, pero los libros en cuestión muestran algunos errores, según él mismo dijo. Os ahorraré la relación de fallos, y me referiré sólo al más jugoso: me despido citándoos su opinión sobre el concepto de libertad religiosa que se expresa en los nuevos libros de texto libios:

“En su artículo publicado el pasado martes, el Grand Mufti instaba a la eliminación de varias páginas en los nuevos libros de texto, y puso como ejemplo la relativa a la libertad de religión y creencias, ya que podría sugerir a los jóvenes estudiantes que pueden elegir la religión que quieran”.

Grand Mufti, libertario.