Vivo en la
calle La Blanca. Es el nombre de una ciudad del este, una de las que
primero se alzaron contra Gadafi. Voy a presentaros una radiografía del sitio.
Soy
bastante malo calculando medidas, para que os hagáis una idea, la calle mide lo
que veinte coches en fila india; comunica la gran avenida Omar Muktar y su
paralela, una calle arbolada en la que está mi mezquita y la tienda donde
compro el papel higiénico (ocho rollos de doble capa, el colmo del mal gusto,
pero el tendero ya me conoce y no me mira mal).
Partiendo
de Omar Muktar encontramos lo siguiente:
Una
pizzería diminuta que solo vende pizza margarita con ketchup.
Un kebap al
que suelen ir muchos filipinos.
Una tienda
de ropa.
Un
locutorio carísimo, en el que siempre te cobran cuando salta el contestador, y,
si no salta, también.
La tienda
de maletas de Naji.
Otro kebap.
Una tienda
de relojes.
Un
cibercafé que casi nunca tiene internet, y cuyo dueño es el más borde de
Trípoli según la revista Forbes.
Un
aparcamiento de arena donde Hamza pintó un graffiti hace dos meses: “esto no es
un basurero, vecinos”.
Una
cafetería donde suelo tomar café con los amigos de Hamza. El dueño es egipcio,
y se parece a Alfredo Landa.
Una
cafetería donde desayuno cuando me quedo sin leche. Lo único que ofrecen son
cruasanes rellenos de nutella, miel y shamia, una especie de turrón; están muy
buenos, pero te los tienes que comer masajeándote las arterias para evitar una
trombosis de glucosa.
Una
moledero de café. Mi calle huele a café durante toda la mañana. He ido allí un
par de veces a comprar, el tendero me pregunta: ¿café europeo o árabe? Europeo,
contesto. Siempre me da árabe.
Mi
peluquería, el dueño es un marroquí muy simpático que habla italiano.
Una
pollería. Hamza dice que es el sitio más sucio de Trípoli, y, la verdad, le
creo. El sitio no tiene puerta, y, la mayoría de las noches, ni se molestan en
bajar el cierre, así que te puedes dar un paseo por dentro, y admirar los
pollos que, sin refrigeración de ningún tipo, esperan su turno para ser vendidos.
Mi
callejón.
Una tienda
de fontanería, frente a ella siempre hay “aparcado” un coche sin ruedas ni
ventanas, lo usan de pequeño almacén.
Otra
peluquería, ésta de un tunecino.
Una tienda
de bebidas al por mayor. Un día Markus pasó a comprar una botella de naranjada,
y se tuvo que llevar seis.
Una tienda
de chucherías.
La tienda
de comestibles de Ahmed, un chico muy majo.
La tienda
de comestibles de Suayb, un señor muy majo que me llama Barchelona.
Un garaje
donde se juntan unos abuelos a jugar a las cartas.
Otra tienda
de alimentación.
Un puesto
de verduras. Los tomates están brillantes cuando me voy a trabajar, oscurecidos
por el humo de los coches cuando vuelvo por la noche.
Y mil
personajes. Entre todos ellos, yo.
Me gusta tu calle
ResponderEliminarY a mi ;)
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