lunes, 10 de junio de 2013

El fútbol era asín



Como aperitivo al glorioso match que pude presenciar el pasado viernes, aquí tenéis una breve retrospectiva sobre el deporte rey en Libia: el fútbol. Y a quien lo deteste, le pido que no se deje llevar por los prejuicios, ya que también en esto hay cosas que por fuerza llaman la atención.


Los libios adoran el fútbol. Lo juegan en el colegio y en la calle, lo ven en casa y en los bares, lo discuten hasta el hartazgo con los amigos. De forma tan lógica como sorprendente, lo que más pasiones desata es el fútbol europeo, y cada libio es acérrimo seguidor de algún club norteño, ya sea italiano, español o inglés.

No se trata solo de ver los partidos, no; la gente por aquí está más informada que el Carrusel Deportivo, y saben cuánto ha costado Neymar, dónde va a entrenar Guardiola, o que el Levante ha echado al entrenador. Hasta pronuncian razonablemente bien nombres como Borussia Mönchengladbach, algo que a mí mismo, profesor de alemán, me supone cierto esfuerzo.

Ver un partido televisado aquí es una gozada: para empezar, todos los locutores se entregan al máximo, parece que en cualquier momento vayan a gritar de qué planeta viniste, barrilete cósmico. Es además gracioso cómo, entre el torrente de árabe indescifrable, se cuelan palabros como tiki taka, blaugrana, clásico, rossoneri o la roja. Un ejemplo, y plis, echadle un ojo que vale la pena:




Como si esta adoración por las ligas europeas no fuera suficiente, el producto nacional se sigue con parecido fervor. Bien es cierto que la calidad y trascendencia del fútbol libio se hallan a años luz del del otro lado del Mediterráneo, pero eso no hace que los equipos locales pierdan seguidores. ¿Por qué ser fan de un único equipo, cuando puedes serlo de dos?

La Premier League de Libia (¿?) nació a mediados del siglo pasado, bajo el reinado de Idris I. Sus principales equipos son el Al-Lahly y el Al-Ittihad de Trípoli, y el Al-Ahly de Bengasi. Mi equipo es el más modesto Medina, cercano al barrio de La Calle Blanca.

Yo creo que, tanto por afición como por dinero (petróleo al poder), la liga libia podría estar hoy al nivel de, por ejemplo, la egipcia, que en África es quizá la más poderosa; sin embargo, un escollo insalvable se cruzó hace años en su camino: la familia Gadafi.

Para empezar, el dictador no sentía afecto por el fútbol, del que decía que solo podía interesar a los estúpidos; sin embargo, Al-saady el-Gadafi, su tercer hijo, sentía verdadera pasión por este deporte, y estuvo haciendo y deshaciendo con él a su antojo.

La trayectoria profesional de Al-saady sería merecedora de un artículo, y bastantes podéis encontrar en la red. Yo solo diré que fue jugador, entrenador y/o presidente en los dos grandes de Trípoli, así como presidente de la Federación Libia de Fútbol y jugador de la Selección Nacional. Su tesón (y sus sobornos) le llevaron a militar hasta en la liga italiana, donde marcó un curioso récord: fue el primer jugador de la historia en dar positivo por dopaje antes de debutar con su equipo.

En relación al fútbol de aquí, se puede comentar algo que invita medio a la risa, medio al llanto: el régimen de Gadafi se caracterizó por la despersonalización del pueblo, negando al resto de ciudadanos no ya solo cualquier tipo de notoriedad, sino la propia identidad. Valga como ejemplo la ficticia retransmisión de un partido:

-         ¡Recupera Al-Lahly! ¡ La lleva el número cuatro, este para el ocho, el ocho se va de dos adversarios y la deja para el nueve, corre el nueve por la banda izquierda, qué bonita pared con el número siete, sigue el nueve, cuelga el balón y… gol de Gadafi!

Así es, en el Paraíso Socialista de la Tercera Vía solo los Gadafi podían tener un nombre. Igualmente, los ministros del tirano se llamaban simplemente Ministro de Tal o Ministro de Cual, y cualquier persona que, por el motivo que fuese, descollara, veía inmediatamente arruinada su reputación por medio de las insidias del régimen, pasando a ser tildado de ateo, ladrón, espía o cualquier otra cosa (siempre mala). Un caso célebre es el del boxeador Zugdani (no estoy 100% seguro del nombre), quien se hizo muy conocido en el país (y fuera de él). ¿Solución al problema? Prohibir el boxeo.

Me han contado varias veces una anécdota espectacular. He estado intentando descubrir la versión auténtica, pero como es tarea imposible, os transmito la versión más chula, y luego os bajo de la nube.

Nos hallamos en pleno derby: los dos Al-Ahly, el de Trípoli y el de Bengasi, se enfrentan en el campo de este último. Los de casa mandan por uno a cero, pero pronto la influencia del hijísimo, delantero del equipo visitante, comienza a alterar el resultado, y dos penaltis dudosos más un gol que no era cambian el partido: Gadafi se impone por tres goles a uno.

Esa misma noche un burro deambula por una ciudad cercana a Bengasi. Esto no sería digno de mención, salvo por el detalle de que alguien le había puesto al animal… la camiseta de Gadafi.

La palabra burro es en árabe un insulto mucho más fuerte que en castellano, así que el mensaje quedó claro. Aún hoy se desconoce la identidad de los autores, ante los que me descubro.

Sin embargo, el cachondeo duró poco, ya que unos días después, la sede del Al-Lahly Bengasi se vio rodeada de excavadoras; no dejaron títere con cabeza, y en vídeos como este se ve incluso cómo son destrozadas las copas ganadas a lo largo de la historia del club.

Bien, en honor a la verdad debería contar que los aficionados del Al-Ahly quemaron (supuestamente) la sede de la Federación Libia, en protesta por un resultado adverso previo. De hecho, he oído muchas versiones más, a cual más fantasiosa, pero en todas se repite mi parte favorita: el borrico.

Sea como fuere, una cosa está clara: el hijo del Coronelísimo se pirraba por el fútbol, y como su papá mandaba, cortaba y pegaba como mejor le parecía. Y es por historias como esta que no creo en los tiranos, en los reyes, en la gente que manda porque sí; bien es cierto que la Libia de Gadafi era el país con menos pobreza del norte de África, ¿pero a qué precio? Otro episodio de pan y circo, en el que, además, al pueblo no le dejaban ni disfrutar el circo en paz.

Y basta por hoy. Próximamente os deleitaré con la crónica del partido más aburrido de la historia, que tuve el privilegio de disfrutar hace un par de días.

P.D: Totti, lo siento por el vídeo.

 

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