miércoles, 24 de abril de 2013

Feliz Día del Libro



No pensaba que escribiría esta entrada, pero sí: Trípoli ha celebrado el Día del Libro y, obviamente, este ha tenido sus anécdotas libiescas.


Todo comenzó gracias a la iniciativa de un pequeño club de lectura: se trata de un grupo de amigos, eligen algún clásico de la literatura universal, se lo leen y luego quedan para comentarlo (el último del que trataron fue El Capital, de Karl Marx).

Hace un tiempo se les ocurrió la idea de montar una feria del libro, algo que Trípoli nunca había vivido, y ante la imposibilidad manifiesta de organizar una con la ayuda de organismos oficiales (si es que existen), decidieron movilizarse por su cuenta.

Esta gente (médicos, abogados, estudiantes y amas de casa por poner algunos ejemplos) lleva varios meses de aquí para allá, contribuyendo a que el boca a boca, unido al apoyo del Consorcio de Librerías de Libia, hiciera posible el pequeño milagro: la primera Feria del Libro de Segunda Mano.

 
El cartel en árabe, bereber e inglés

¿Suena cutre? Bueno, recordad que no hablamos ya de un país sin tradición editorial, sino de un país sin instituciones, sin planes claros y sin ley; en estas condiciones, y sin dinero, es prácticamente imposible organizar un evento de cualquier género, así que el club de lectura se puso en contacto con todo tipo de asociaciones, con escuelas, con las pocas bibliotecas de la ciudad, con particulares… muchas personas prestaron oídos a la llamada, y las donaciones de libros empezaron a abundar. Cuando hubo suficientes para montar una pequeña fiesta, esta se fijó para el 20 de abril.

La feria ha tenido lugar en la Plaza de los Mártires (antigua Plaza Verde, si me lee alguien que conoció la Libia pre-revolucionaria); en la inauguración hubo música en directo, y asistieron bastantes políticos (no habían querido ayudar a montar el tinglado, pero la foto se la hicieron con mucho gusto). La gente también acudió a docenas, y se pegaba (sin pasar del codazo) para acceder a alguno de los doce puestos de libros, ante lo que un servidor decidió no meterse en fregados y esperar al día siguiente para comprar algo.


Así eran los puestos, ¡no esperaríais un rollo El Retiro!


Volví pues por la mañana, pero me llevé una sorpresa: ¡no había libros!

Había sido tal la afluencia de público y el volumen de ventas, que los organizadores decidieron limitar los horarios de venta, ya que se estaban quedando sin libros y había que llegar con existencias a la ceremonia de clausura. Así pues, los cuatro gatos que estaban por allí barriendo y tomando café me dieron las gracias por acercarme, y me emplazaron a volver por la tarde.

Así lo hice, y tuve algo más de suerte (dos libros para niños, una revista bereber y un poemario que no sé de quién será). El ambiente era estupendo, familias, jóvenes, unos chavales con barbas postizas cantando rap (hace falta valor, y no lo digo por el rap), muuuuuchos lectores… y el rey de la fiesta.

¿Que quién era? No se trataba de un libio, sino de un escritor extranjero… bueno, tampoco. Se trataba tan solo de su foto, expuesta a modo de mural entre las de otros escritores.

¿Será este señor, que no sé quién es?

¿O será Fernando Fernán-Gómez haciendo de Tolstói?


¡Tachán!



Pues sí, ahí estaba dándolo todo el amigo Salvador Dalí, considerado por una vez antes escritor que pintor.

Todo el mundo se quería fotografiar con él: niños, jóvenes, mujeres, había literalmente gente haciendo cola, ya para simplemente ponerse junto a él como si fuera un guarda del palacio de Buckingham, ya para hacer como que se fumaban su bigote. Es probable que la mayoría no supiera de quién se trataba, pero casi nadie se marchó sin una foto con él.

Hoy ya no he podido acercarme a la feria. Como fin de fiesta había programado un cuentacuentos para niños y otras actividades, pero sobre todo libros, siempre libros.

Y eso es lo que necesitamos, seguramente lo que necesitamos todos, no ya solo los libios. Últimamente se dice a menudo que la cultura puede ser la solución a muchos de los problemas actuales (sí, entre otras cosas me refiero a La Crisis), y ese argumento se ve a su vez contestado por este otro, que la cultura, al final, es para unos pocos, que la mayoría no siente el menor interés por la cultura.

Cuando oigo cosas así suelo acordarme de mi octavo u noveno cumpleaños; había invitado a cinco o seis amig@s de clase, entre los que había de todo un poco: la empollona, el listo, el tonto, la lista, el normal, el guapo (ese era yo). El caso es que la mayoría de mis regalos habían sido libros y tebeos, así que entre otras cosas ese día jugamos a leer.

Recuerdo con claridad a mi amigo Manuel, un niño que, como tantos, no leía salvo cuando le obligaban en la escuela. Lo recuerdo devorando El Sulfato Atómico, de Mortadelo y Filemón, y cuando alguien me dice que la cultura es cosa de cuatro intelectuales, me acuerdo de Manuel, de su cara de concentración y de sus risas mientras leía.

Así que os invito a leer, actividad divertida que no te convierte necesariamente en mejor persona, pero que tampoco viene mal. ¡Que cada día sea El Día del Libro!





1 comentario:

  1. No suena nada cutre, suena genial... Feria del Libro... ya sea en el Parque del Retiro, en el descampado de Las Barranquillas o en La Pza de Los Martires (antigua Plaza Verde -auq a mi nadie me vaya a leer, ni preRev ni postRev-) de Libia... suena genial

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