No pensaba que escribiría esta entrada, pero
sí: Trípoli ha celebrado el Día del Libro y, obviamente, este ha tenido sus anécdotas
libiescas.
Todo comenzó gracias a la iniciativa de un
pequeño club de lectura: se trata de un grupo de amigos, eligen algún clásico
de la literatura universal, se lo leen y luego quedan para comentarlo (el
último del que trataron fue El Capital, de Karl Marx).
Hace un tiempo se les ocurrió la idea de
montar una feria del libro, algo que Trípoli nunca había vivido, y ante la
imposibilidad manifiesta de organizar una con la ayuda de organismos oficiales
(si es que existen), decidieron movilizarse por su cuenta.
Esta gente (médicos, abogados, estudiantes y
amas de casa por poner algunos ejemplos) lleva varios meses de aquí para allá, contribuyendo
a que el boca a boca, unido al apoyo del Consorcio de Librerías de Libia, hiciera
posible el pequeño milagro: la primera Feria del Libro de Segunda Mano.
¿Suena cutre? Bueno, recordad que no
hablamos ya de un país sin tradición editorial, sino de un país sin
instituciones, sin planes claros y sin ley; en estas condiciones, y sin dinero,
es prácticamente imposible organizar un evento de cualquier género, así que el
club de lectura se puso en contacto con todo tipo de asociaciones, con
escuelas, con las pocas bibliotecas de la ciudad, con particulares… muchas
personas prestaron oídos a la llamada, y las donaciones de libros empezaron a
abundar. Cuando hubo suficientes para montar una pequeña fiesta, esta se fijó
para el 20 de abril.
La feria ha tenido lugar en la Plaza de los
Mártires (antigua Plaza Verde, si me lee alguien que conoció la Libia
pre-revolucionaria); en la inauguración hubo música en directo, y asistieron
bastantes políticos (no habían querido ayudar a montar el tinglado, pero la
foto se la hicieron con mucho gusto). La gente también acudió a docenas, y se
pegaba (sin pasar del codazo) para acceder a alguno de los doce puestos
de libros, ante lo que un servidor decidió no meterse en fregados y esperar al
día siguiente para comprar algo.
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Así eran los puestos, ¡no esperaríais un rollo El Retiro! |
Volví pues por la mañana, pero me llevé una
sorpresa: ¡no había libros!
Había sido tal la afluencia de público y el
volumen de ventas, que los organizadores decidieron limitar los horarios de
venta, ya que se estaban quedando sin libros y había que llegar con existencias
a la ceremonia de clausura. Así pues, los cuatro gatos que estaban por allí
barriendo y tomando café me dieron las gracias por acercarme, y me emplazaron a
volver por la tarde.
Así lo hice, y tuve algo más de suerte (dos
libros para niños, una revista bereber y un poemario que no sé de quién será).
El ambiente era estupendo, familias, jóvenes, unos chavales con barbas postizas
cantando rap (hace falta valor, y no lo digo por el rap), muuuuuchos lectores…
y el rey de la fiesta.
¿Que quién era? No se trataba de un libio,
sino de un escritor extranjero… bueno, tampoco. Se trataba tan solo de su foto,
expuesta a modo de mural entre las de otros escritores.
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¿Será este señor, que no sé quién es? |
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¿O será Fernando Fernán-Gómez haciendo de Tolstói? |
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¡Tachán! |
Pues sí, ahí estaba dándolo todo el amigo
Salvador Dalí, considerado por una vez antes escritor que pintor.
Todo el mundo se quería fotografiar con él:
niños, jóvenes, mujeres, había literalmente gente haciendo cola, ya para
simplemente ponerse junto a él como si fuera un guarda del palacio de
Buckingham, ya para hacer como que se fumaban su bigote. Es probable que la
mayoría no supiera de quién se trataba, pero casi nadie se marchó sin una foto
con él.
Hoy ya no he podido acercarme a la feria. Como
fin de fiesta había programado un cuentacuentos para niños y otras actividades,
pero sobre todo libros, siempre libros.
Y eso es lo que necesitamos, seguramente lo
que necesitamos todos, no ya solo los libios. Últimamente se dice a menudo que
la cultura puede ser la solución a muchos de los problemas actuales (sí, entre
otras cosas me refiero a La Crisis), y ese argumento se ve a su vez contestado
por este otro, que la cultura, al final, es para unos pocos, que la mayoría no
siente el menor interés por la cultura.
Cuando oigo cosas así suelo acordarme de mi octavo
u noveno cumpleaños; había invitado a cinco o seis amig@s de clase, entre los
que había de todo un poco: la empollona, el listo, el tonto, la lista, el
normal, el guapo (ese era yo). El caso es que la mayoría de mis regalos habían
sido libros y tebeos, así que entre otras cosas ese día jugamos a leer.
Recuerdo con claridad a mi amigo Manuel, un
niño que, como tantos, no leía salvo cuando le obligaban en la escuela. Lo
recuerdo devorando El Sulfato Atómico, de Mortadelo y Filemón, y cuando
alguien me dice que la cultura es cosa de cuatro intelectuales, me acuerdo de
Manuel, de su cara de concentración y de sus risas mientras leía.
Así que os invito a leer, actividad divertida que no te convierte necesariamente
en mejor persona, pero que tampoco viene mal. ¡Que cada día sea El Día del Libro!
No suena nada cutre, suena genial... Feria del Libro... ya sea en el Parque del Retiro, en el descampado de Las Barranquillas o en La Pza de Los Martires (antigua Plaza Verde -auq a mi nadie me vaya a leer, ni preRev ni postRev-) de Libia... suena genial
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