miércoles, 14 de noviembre de 2012

Fiesta del cordero, precuela


Hace dos semanas fue la Fiesta del Cordero, el Aid Kabir, la Fiesta Grande. Enterarme de sus motivos, ritos y todo el largo etcétera ha sido arduo a más no poder y, me temo, en parte infructuoso; lo que quiero decir con esto es que, si bien me he hecho una idea general de los cómos y los por qués, me han quedado también muchas lagunas de información sin rellenar, así que, si se me olvida puntualizarlo, podéis dedicaros vosotros mismos a intercalar una buena cantidad de “creo”, “supongo” y “ya me enteraré mejor” entre las afirmaciones que os vaya haciendo.


Para empezar, deciros que el el Aid Kabir se celebra setenta días después del final del Ramadán; este termina con el Aid Saghir o Fiesta Pequeña, en la que se renuevan el mobiliario y el guardarropa, y además se hacen regalos (principalmente a los niños).

¿Qué se conmemora en el Aid Kabir? como sabréis, en la fiesta del cordero se sacrifica un cordero; esto es así por un episodio común al Corán, la Biblia y el Talmud: Dios ordenó a Abraham (por aquí Ibrahim) que le sacrificara a su único hijo, Isaac (este se llama igual).

NotaEn realidad Abraham había tenido otro hijo, Ismael, pero concebido por una esclava, Agar. La esposa legítima (y aparentemente estéril) de Abraham, Sara, “forzó” a este a expulsar a esclava y niño al desierto, donde habrían muerto de no ser porque Dios mandó un ángel a salvarlos. Lo cuento más que nada porque madre e hijo me han despertado siempre mucha simpatía, como tantos otros castigados sin motivo por los poderosos.

Volviendo al tema que nos ocupa, Abraham e Isaac subieron una montaña (creo que fue el Sinaí) para llevar a cabo sacrificio, y durante el trayecto el niño le preguntaba a su padre que cómo pensaba hacerlo sin llevar ningún cordero. Pues bien, cuando Abraham se disponía a matar a Isaac, un ángel se apareció y le dijo que se detuviera, que su fe estaba demostrada y sería premiada con una larga descendencia, haciendo acto seguido que un cordero apareciera mágicamente. El pobre animal tuvo menos suerte que Isaac.

Si uno conoce a fondo este capítulo (desde el punto de vista del Corán), se descubre que la fiesta del cordero no es tal, ya que no hay ningún cordero, me explico: la primera vez que oí hablar de esta celebración fue por una amiga marroquí, y nos reímos bastante a su costa, porque decía que los corderos que sacrificaban le llegaban por encima de la cintura. Yo no me paso el día entre corderos, pero me consta que son pequeños, muy monos, y que caben en un horno de tamaño medio o en una etiqueta de suavizante Norit.

El caso es que no es un cordero lo que se sacrifica: según la RAE, y según yo mismo también, el cordero es la cría de la oveja y no llega al año; el “cordero” que Abraham sacrificó aquel lejano día tenía más de un año y, de hecho, en el Aid Kabir no se puede sacrificar a un animal menor de esa edad. Así se comprueba que mi amiga tenía razón, porque el macho de la oveja sí que llega a ser bien grande. En fin, que la fiesta del cordero debería llamarse la fiesta del macho cabrío, del carnero, del ovejo, de lo que queráis, pero de corderos no se ve ni la sombra.

(Por no llevarle la contraria a todo el mundo hispano, y porque no tengo muy claro cómo se llama el macho de la oveja, voy a ceñirme al término cordero).

La celebración en sí es sencilla: hay una misa importante por la mañana (de hecho vale por dos, ese día solo se llama cuatro veces a la oración), tras la cual, mirando a La Meca, se sacrifica el cordero. Se hace rebanándole el pescuezo para que suelte toda la sangre, ya que el Islam prohíbe comerla. Después se despelleja el animal y se filetea; parte de la carne se da a algún amigo, otra parte a algún pobre, el resto se come en familia, siendo lo más apreciado el hígado y los intestinos. A partir de ahí, es decir, una vez cumplidos los ritos religiosos y la tradición, la fiesta se concentra en comer como descosidos.

El hígado se come como en España, troceadito y frito o asado. Con el intestino, tras lavarlo bien, se hace osbán, un plato del que ya hablé en otra ocasión, intestino relleno de arroz, carne, especias y otras cosas. Tiene pinta de morcilla, y está riquísimo (la primera vez lo probé en un restaurante y me pareció bueno, pero ahora que he probado el casero me he vuelto fan).

El Aid Kabir, como casi todo en Libia, tiene su propia frase hecha, su propio deseo de bienestar: kul sana wa anta taiib, que todos los años estés bien. Los libios lo traducen como feliz año nuevo, y ellos sabrán por qué, ya que el año lunar no se acaba hasta el mes que viene. Supongo que es una de esas cosas intraducibles, o quizá sea por tratarse de la última fiesta importante del año.

Aparte de ser la ocasión más adecuada para peregrinar a La Meca, los días del Aid Kabir deben aprovecharse para enterrar rencillas, perdonar y pedir perdón, visitar a la familia y llamar a los amigos. Yo he aprovechado para escribir a un par de amigos que tenía muy abandonados, y, ya que estoy, os pido perdón por ser un cansino, y perdono a los que nunca me dejáis comentarios!!!

1 comentario:

  1. Veo que llevas mucho mejor el Aid Kabir que el Ramadán ;)

    Laparda Ibrahim

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