24 de marzo
Estamos citados con el casero a las diez de la
mañana. Mustafa no puede venir, así que sólo vamos mi jefa y yo. Esto me
preocupa; mi jefa lleva muchos años en Libia y domina entre otras cosas el
árabe, pero tengo la impresión de que hay dos problemas:
a)
Los libios negocian
de una forma tan suya, que no debe ser fácil para un europeo hacerlo igual.
b)
Mi jefa es mujer, y
con las mujeres aquí por lo general no se negocia, más bien se negocia sobre
ellas.
Aparte de eso, tengo la sensación de que todo
ha sido demasiado fácil; por lo poco que llevo visto, aquí se le dan muchas
vueltas a las cosas antes de llevarlas a cabo, y todo ha ido muy rápido. El
caso es que llegamos a la oficina de mi futuro casero, que nos ofrece el café
de rigor. Nos sentamos, y comienza la negociación.
Desde el principio comprendo que algo no
marcha bien; no es solo que en la mesa del dueño del piso no asoma nada
parecido a un contrato, es su cara al empezar a hablar. Mi jefa responde, se
asombra, explica… no han pasado cinco minutos cuando tiene que llamar a Mustafa
para que hable con el hombre.
Os cuento cuál era el problema: el dueño decía
haber entendido que en el piso iba a vivir yo con mi mujer, y se sorprendía al
enterarse de que no, de que éramos yo y un compañero de trabajo que llega en
mayo. Bueno, esto es mentira, sabía desde el principio que el piso sería para
trabajadores de la empresa. En fin, el caso es que cómo podía permitir que dos
hombres solteros que no son familia vivieran en su casa, qué dirían los vecinos,
jamás podré alquilar los otros dos pisos porque nadie querrá vivir aquí, etc,
etc. No se me había ocurrido esta posibilidad, pero el caso es que sí, la
homosexualidad está muy mal vista por aquí, como en muchos países árabes,
supongo.
Claro, daba igual que le dijéramos que no
somos maricas o algo así, ya que no le preocupaba eso, sino el qué dirán… ¿o
no? Porque tras quince minutos de charla con Mustafa, resulta que por
doscientos dinares más al mes nuestra supuesta cohabitación sodomita le
resultaba menos inmoral. Después de casi una hora de charla inútil, le decimos
que nos lo pensaremos y nos vamos, no sin antes rechazar más café, ofrecido
esta vez como desagravio por la desilusión que nos hemos llevao.
Ese mismo día por la tarde estuve cerca del
piso, con Hamza, y se acercó este señor a hablar con él. Esta vez no iba de
traje, sino con el traje tradicional libio, que es una especie de traje de
luces con sábana blanca por encima. Fue gracioso ver cómo le contaba toda la
historia ignorándome completamente, uno de los muchos momentos en los que
siento que tengo siete años, ya que los mayores hablan de mí como si no
estuviera. Hamza me explicó más tarde que el tipo está forrado, que el bloque
de marras vale como dos millones de dinares y que no es lo único que tiene,
pero en fin, ¿cómo se hace rica la gente?
José María, cada día me tienes un poco más alucinado con tus multiples identidades!!!!
ResponderEliminarBuff, creo que ya me tienes un poco enganchado a tu blog!!!!
Me alegro que la aventura fluya!!!
Nos vemos pronto¿?¿?¿
La Parda Anonima
Mi primer comentario! Qué bien, ya temía morir virgen.
ResponderEliminarEspero seguir dándole caña, material hay!
Y espero que sí que nos veamos, insh alla en Trípoli!
Yo estoy de acuerdo con el casero...
ResponderEliminarHola Miguel, este blog es una muy buena idea, me he reído mucho con algunas cosas así que me gustará leerte. Espero que cada día lo vivas como una aventura.
ResponderEliminarSaludo desde Vitoria. Rosana
Me alegro de que te guste. A ver si podéis venir y protagonizar futuras entradas, muxuk!
EliminarY por cierto, hay una panadería en tu pueblo donde me tienes que reservar un roscón de reyes para el año que viene.
Vielen Dank, espero que lo disfrutes y que estés también bien, y que ganes más dinero trabajando menos.
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