viernes, 30 de marzo de 2012

Buscando piso I


20 de marzo

Vivo de prestado en casa de mi jefa hasta que aparezca un piso en el que me pueda quedar; hoy tenemos cita con el dueño de una inmobiliaria, es el dueño de tres pisos, vamos a verlos y a hablar del precio. El grupo se compone de cuatro europeos y un libio, Mustafa, el asistente de dirección del sitio donde trabajo. Sus funciones van desde la mera administración a la seguramente más importante tarea de tratar con los nativos, que llevan otro ritmo difícil de entender para los occidentales.

Llegamos puntuales a la cita; el futurible casero tiene unos sesenta años, es algo calvo, lleva barba y unas gafas gigantescas de lentes ahumadas. Nos ofrece café, que rechazamos, subimos a ver los pisos, decidimos quedarnos con el de en medio. Hasta ahí bien.





Volvemos a la oficina, y nos vuelve a ofrecer café, que pretendemos rechazar; Mustafa nos pide que aceptemos, porque si vamos a hablar de negocios tenemos que aceptar la bebida que nos ofrecen.

Una vez en posesión de nuestros cappuccinos, comienza la negociación. Por desgracia no entiendo nada, pero tengo ojos para ver: tras una pausa dramática, Mustafa empieza a hablar y suelta una larga parrafada, el otro le mira con comprensión, se lleva la mano al pecho y contesta con cara de si-yo-te-contara, Mustafa contraataca llevándose la mano al pecho y luego alzando los brazos al cielo, ambos ríen para inmediatamente después ponerse muy serios, Mustafa me señala y le dice algo mientras hace el gesto de tenerlos de corbata (aún no he descubierto si aquí significa lo mismo), el otro contesta algo…

Pasan veinte minutos hablando, como conclusión, el piso es mío y me rebajan cien dinares el alquiler mensual. Y así se hace todo lo importante por aquí, según dicen, es probable que durante esos veinte minutos solo hablaran cinco del piso, y los otros quince de la familia o el tiempo. Aquí hay pocas cosas que se puedan hacer cuando uno quisiera, todo tarda más. Hay un dicho libio: si quedamos a las ocho y a las diez no he venido, espérame hasta las doce porque seguramente llegue a las dos.

De cualquier modo, tras pocos días en Trípoli había conseguido un sitio donde vivir. O eso creía yo…

2 comentarios:

  1. Lorenzo: es usted merecedor del Premio Don Ceregumio Lavaca.

    Muchas gracias por hacerme reir tanto

    Kubrick

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  2. No hay de que, gracias a usted por Espartaco y La Naranja Mecanica. Por cierto, que ha salido nueva novela del insigne chiflado, a ver si la traducen al libio y la puedo leer.

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