martes, 11 de marzo de 2014

Aliñando la ensalada



Como estaba previsto, el día 20 de febrero volvió a haber elecciones en Libia, en este caso con el objetivo de elegir a sesenta padres y madres de la futura constitución. El proceso, que auguraba poca eficacia, no ha decepcionado a nadie, y se ha visto adornado por bastantes novedades.

Antes de empezar, dejad que me ponga reminiscente. Estaba yo buscando entre mis apuntes y recortes información para esta entrada, cuando me encontré con un artículo del 19 de noviembre de 2012, en el que se explicaba por qué la comisión encargada de redactar la constitución sería elegida en elecciones populares, y no a dedo por el Congreso General Nacional.

La constitución temporal redactada en 2011 preveía el segundo supuesto, es decir, que el congreso resultante de las elecciones constituyentes escogiera directamente a los más aptos para redactar una constitución. Después, el pueblo habría de aprobarla (o no) en referéndum. 

Pero resulta que el Consejo Nacional de Transición, la institución que gobernó Libia hasta las elecciones constituyentes de julio de 2012, cambió la ley 2 días antes de que estas tuvieran lugar, así porque sí. Qué autoridad creían tener a esas alturas, o qué oscuros motivos les impulsaron a hacerlo, eso no lo sé.

En mis apuntes del artículo citado, supongo que para facilitarme luego la localización de los datos más interesantes, había yo marcado algunos párrafos en negrita, y ahí he encontrado a auténticos visionarios, que traduzco a la carrera.


Mokhtar Elatrash, un congresista independiente por la ciudad de Khums:

Si convocamos elecciones para esto, haremos el ridículo”.


     Hana Al-Gallal, directora del Consejo Nacional de Benghazi para la Libertad y los Derechos Humanos en Libia:

Cuanto más veo cómo trabaja el Congreso y lo mal que funciona, más creo que las elecciones son la mejor opción”.


¿Y bien? ¿Tenía alguno razón? ¿O quizá los dos? Vamos a verlo.

El 20 de febrero, las elecciones tuvieron finalmente lugar, y no se parecieron en nada a las de julio de 2012: nadie por la calle, frío y lluvia, en general cero ambiente festivo (aunque el día, jueves, había sido declarado festivo precisamente para que todo el mundo pudiera ir a votar). Al final de la jornada, el balance era el siguiente:

Un amplio sector de la minoría bereber no sólo pasó de votar, sino que ni abrió sus centros electorales, ignoró el día festivo oficial abriendo comercios y escuelas, y organizó un fiestorro alternativo en la ciudad de Zuwara al grito de "no reconoceremos a los que no nos reconocen". En lugar de hablar sobre la constitución, se habló de la creación de un Parlamento Bereber, y se afeó al presidente del congreso (bereber de Zuwara) que no hiciera caso a sus propuestas de mayor autonomía, o a la consideración del idioma tamazigh como lengua oficial de Libia junto al árabe.

Hubo ataques, sabotajes, bombazos y algún muerto en varios centros electorales de las ciudades de Kufra, Derna y Obari, todo ello (al parecer) a cargo de la descontenta minoría Tebu, los islamistas, y unos desconocidos, respectivamente. Dado que los votos de dichos centros o se perdieron o nunca pudieron llevarse a cabo, se organizaró una especie de repesca para el miércoles siguiente, día 26 de febrero: en algunas zonas la repesca fue también boicoteada, y en otras ni se llegó a realizar ante las escasas o nulas medidas de seguridad. El presidente de la comisión electoral se quejó de que el gobierno no había hecho nada por asegurar unas condiciones mínimas, alguna protección que permitiera al pueblo acercarse a las urnas sin miedo, y yo, viendo Trípoli, me lo creo.

En total, cerca de medio millón de libios acudieron a votar, lo cual supone en torno al 15% de participación. Dejando aparte la escasa autoridad que pudiera llegar a tener un grupo al que no le ha votado prácticamente nadie, el hecho de que diversos puntos del país no pudieron o no quisieron llevar a cabo las elecciones conduce a que 13 de los 60 puestos sometidos a votación quedan desiertos. Vamos, un cuadro.

A partir de ahí, los entresijos políticos y el descontento ciudadano se enredan por derroteros que se me escapan, y no tengo ni idea de qué dirección va a tomar el asunto. 

Recordad que el Congreso no debería seguir en funciones, ya que su mandato expiró hace un mes y habrían debido convocar nuevas elecciones; en cambio, los congresistas decidieron agarrarse a la silla extendiendo su mandato un año más, pero el estrepitoso fracaso de las votaciones de febrero les ha obligado a dar un giro en su discurso, y ahora dicen que se irán si para julio no hay una nueva constitución.

Este nuevo calendario lo ha propuesto un equipo llamado El comité de Febrero, elegido por el Congreso para "reconducir la revolución". Sus miembros proponen además una serie de "cambios fundamentales", como sustituir el nombre Congreso Nacional General por el más rumboso Casa de Representantes, y situar su sede en Benghazi y no en Trípoli. También han dicho cosas sobre las funciones del Presidente del Estado, y cómo serían las próximas elecciones, en las que, de todos modos, poca gente cree.

Porque esa es otra; el Congreso estará satisfecho con su hoja de ruta, pero muuuuchos libios lo ven de otra manera, y lo que quieren es ver fuera del poder a un grupo de personas que, a sus ojos, hasta ahora no han hecho más que hablar y robar. Los más exaltados de entre estos ciudadanos descontentos se han pasado los últimos días atacando el Congreso, situado frente al hotel Rixos (donde la mayoría de los congresistas vive), y entre otras cosas han quemado coches, herido a algunos de sus electos representantes, o ridiculizado a los demás con una silla que es trending topic en las calles de Trípoli:


"¡Ponla bien alto, Mustafa, que la vean bien esos ladrones!"


De momento, los congresistas se han mudado a otro hotel (al hotel elegido no le ha hecho mucha gracia), y está por ver cómo se desarrolla todo, entre la falta de ilusión del pueblo, la violencia imparable del este del país, el hundimiento progresivo de la economía, el riesgo de que alguna región o minoría étnica se declare independiente en serio... a la vez, y para terminar de aliñar la ensalada, el otro día Níger extraditó a Saadi Gadafi, el hijo futbolista del dictador muerto, así que más trabajo para nuestra política de patio de colegio.

Mientras tanto, las calles de Trípoli no reflejan nada de todo esto, y la vida sigue tan campante: caótica, enervante, pero de alguna manera efectiva. No Sé. Yo sigo siendo optimista, negándome a olvidar que todos los libios tienen un arma en el coche o bajo la cama, pero aun así no se han puesto a matarse entre ellos, algo que, pese a los jaleos, errores y despropósitos que se montan casi a diario, les honra y mucho. Así que nada, ya os iré contando.


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