jueves, 20 de febrero de 2014

La constitución: Sillas, Escobas y un Califa Tejero



Hace tiempo que no escribo sobre política. Es cierto que no resulta el tema más atractivo, pero si me he abstenido ha sido sobre todo por una razón: no me aclaro. No tengo muy claro quién hace qué, tampoco sé bien cómo lo hace, y desde luego desconozco el cuándo.

Sin embargo, dado que más o menos toda Libia anda como yo, y que el rigor científico nunca fue el objetivo de este blog, voy a intentar haceros un croquis de la situación política actual.

Como sabéis, en julio de 2012 hubo elecciones constituyentes. En ellas salió elegido un parlamento (aquí se llama General National Congress o GNC) que tenía dos cometidos: elegir un gobierno temporal y redactar una constitución.

El GNC demostró rápidamente que la falta de experiencia política no iba a ser un impedimento para desempeñar correctamente las funciones propias de la institución; su primera decisión fue subir el sueldo de los parlamentarios y asignarles un coche oficial. Hay cosas que se aprenden rápido.

En cuanto a la creación de un gobierno, ya os he ido contando con qué tejemanejes se llevó a cabo la operación, y no voy a incidir en ello. Ali Zeidan fue elegido primer ministro, y los Hermanos Musulmanes, que en las elecciones habían sido ampliamente ignorados por el pueblo, se hicieron con algunos ministerios y demostraron que la falta de votos no les impide alcanzar cotas de poder nada desdeñables.

Ya sólo faltaba redactar la constitución, para lo cual el GNC disponía de un plazo de dos años, exactamente hasta el 7 de febrero de 2014, cuando debería disolverse y convocar elecciones generales. En política, dos años no son mucho tiempo, así que los parlamentarios se pusieron manos a la obra.

No quiero someteros a la tortura de un análisis exhaustivo de dos años de politiqueos. Aparte de que no sabría cómo hacerlo bien, tenéis varios miles de sitios especializados donde os informarán y/o mentirán mejor que yo. Sin embargo, creo que puedo describiros la idea general por medio de un diálogo imaginario entre los miembros del parlamento; es probable que mis palabras no describan fielmente lo que realmente pasó, pero os aseguro que reflejan el mensaje que le llega al libio medio.


-      Bueno, Señorías, ya tenemos gobierno y coches oficiales, creo que deberíamos redactar la constitución.
-      Tiene usted razón, ¿pero cómo lo hacemos?
-      Lo mejor será elegir un comité de expertos.
-      ¿Y quién los elige?
-      Nosotros, que para eso somos el parlamento libio. Escogeremos a los mejores y…
-      ¡No! ¡Que los nombre el pueblo soberano!
-      ¡Eso! ¡Bravo! – ovación atronadora - ¡Convoquemos elecciones para elegir a los encargados de redactar la constitución!
-      ¡Un momento! Si convocamos otras elecciones, el proceso se alargará muchísimo, y no podremos tener lista la constitución dentro del plazo previsto.
-      ¡Buuuuuuu, pesimista, agorero! ¡Viva Libia Libre!
-      Está bien, está bien, habrá elecciones y que decida el pueblo. Pongámonos, pues, a la tarea, y no perdamos más tiempo con…
-      ¡Un momento! Acabo de tener una idea tope guay: ¿y si votamos que la ley islámica ha de ser la suprema fuente de justicia en Libia?
-      ¿Cómo? ¿Pero y la constitución?
-      La constitución se hace, claro, pero siempre estará supeditada a la ley islámica.
-      ¿Pero entonces de qué nos sirve la constitución?
-      ¡No me hagas tantas preguntas, que me mareo!


Algo así debió ser. Por el camino hubo muchas más historietas: secuestraron al primer ministro, bastantes parlamentarios han dimitido, una ley inhabilitó al presidente del GNC y a bastante gente más… sin embargo, la idea de convocar elecciones para elegir un Comité Constituyente siguió adelante, y tanto siguió, que como por ensalmo se puso a tiro la fecha límite, el día 7 de febrero: el parlamento, sin haber cumplido sus objetivos, tendría que disolverse pronto y convocar nuevas elecciones constituyentes.

Sin embargo, no todos lo veían así. Muchos parlamentarios opinaban que no era culpa suya la inexistencia de la constitución, que es un proceso muy difícil, y que necesitarían más tiempo. Así, el GNC se saltó a la torera un compromiso asumido dos años atrás, y en diciembre aprobó en votación una prórroga de un año para su “mandato”.

Esta prórroga no puede leerse en blanco y negro, no todos los parlamentarios se aferran al poder y punto; por lo visto, el partido de Mahmud Djibril (que, como sabéis, fue elegido en las elecciones pero nunca llegó a gobernar) está a favor del fin de la “legislatura”, y muchos de sus parlamentarios han renunciado al cargo como protesta. En cuanto a los Hermanos Musulmanes, saben que su posición de poder no fue alcanzada por las urnas, y temen que unas nuevas elecciones den al traste con todas sus intrigas y triquiñuelas parlamentarias, llevándolos de nuevo al punto de partida. Del resto no sé nada, imagino que se limitan a arrimarse a la sombra de este o aquel sol, dependiendo de cuánto caliente.

De cualquier modo, la población comenzó a forjarse una opinión propia: prácticamente todos los libios con los que he hablado (que no son tantos, eso sí) opinan que el GNC debería hacer las maletas y dar paso a los siguientes. Al fin y al cabo, han fracasado, ni el país va mejor, ni hay constitución, ni nada, así que fuera.

Otros opinan que no, que el GNC debe continuar para dar estabilidad al país. Sin embargo, un libio me dijo algo que me pareció muy juicioso: muchos ciudadanos pensaban que las elecciones serían la panacea, que tras ellas todo iría chachi piruli. Pero como muy bien sabemos en Europa, las elecciones tienen poco de magia: algunas traen buenos gobiernos, otras traen malos gobiernos, y por eso tienen lugar cada pocos años, para poder reafirmarse en lo bueno u optar por otra opción. Este libio me dijo que unas nuevas elecciones, caso de darse con normalidad, mostrarían al pueblo que no pasa nada, que la democracia es eso, ir cambiando, y ayudarían a normalizar el proceso, a convertirlo en algo menos desconocido, menos idealizado o demonizado, que ambas corrientes existen.

A mí, de cualquier modo, estas prórrogas improvisadas no me gustan, me huelen a dictadura. Si no has realizado tu cometido en el plazo establecido, preséntate otra vez y ya se verá si sigues contando con la confianza de los electores. Muchos libios piensan como yo.

En árabe, el poder se identifica con la imagen de la silla, llamada kursi. Lo que el libio medio ha deducido por el comportamiento de los parlamentarios, es que estos quieren agarrarse a su silla de poder como sea, y seguramente no anden desencaminados.

El pueblo intentando separar al político de su silla, la mosca comparándolo con Gadafi.


Pronto hubo alzadas voces de protesta. Bajo el lema no a la prórroga, numerosos colectivos y ciudadanos particulares han exigido la disolución del parlamento en la calle, en las plazas, en internet. No ha habido protestas multitudinarias, no se ha visto una masa enfurecida que pudiera meter miedo a los miembros del GNC, pero para un país que se junta para ir a misa y poco más, no es un movimiento despreciable.

El símbolo  de la protesta, aparte de la palabra "no" escrita en rojo (لا), es la escoba, la escoba con la que el pueblo quiere barrer a los políticos ineptos.

Mujeres de Benghazi contra el GNC, una de ellas trae no sólo escoba, sino insecticida.


Para el día 7 de febrero, el día en que el GNC había de perder toda validez legal, se convocó una manifestación nacional exigiendo su disolución. Pero el día trajo sorpresas.

En cuanto a la manifestación nacional, atrajo a bastante gente, pero no a la suficiente. En todas las ciudades importantes del país salieron a la calle pequeños grupos de hombres y mujeres, grupos demasiado pequeños. Me imagino a ciertos miembros del GNC riéndose a carcajadas, cómodamente sentados en su silla.

Lo que pocos se esperaban fue la salida a escena del general Khalifa Hafter. Este viejo militar, cuyo rango es honorífico y no le otorga poder real, anunció en el canal de televisión financiado por Arabia Saudí que había dado un golpe de estado, que sus tropas estaban en Trípoli y que las comunicaciones habían sido cortadas, léase internet y teléfono.

En un primer momento hubo cierta inquietud; sin embargo, dado que todo el mundo podía acceder a la información usando nada menos que el facebook, y que por la calle no se veía ningún vehículo militar, rápidamente se entendió la cosa como otra de esas historias que a menudo pasan por aquí, una especie de pocas nueces y todavía menos ruido. Si Hafter hablaba de algo real, pero sus compinches se echaron atrás en el último minuto, eso no lo sé, aunque lo dudo. El caso es que el asunto fue todavía más ridículo que nuestro viejo ¡se sienten, coño!

Resumiendo: a mucha gente no le gusta, pero el GNC sigue en el poder, decidido a redactar la dichosa constitución. Las elecciones para el comité constituyente son, de hecho, hoy.

El sistema de votaciones me resulta algo enigmático: el comité se compondrá de 60 personas, un número x para cada región, y de ellos algunos serán mujeres, otros serán miembros de minorías (bereber, tuareg, tebu), y otros serán “normales” (léase hombres árabes). Aquí hay un esquema que, además, muestra bien las distintas regiones de Libia.

La semana precedente al evento no ha sido tranquila: el martes pasado, dos milicias se plantaron frente a la sede del GNC, y anunciaron que daban un plazo de cinco horas para su completa disolución, o todos los parlamentarios serían arrestados. El ultimátum, al final, quedó en nada.

En cuanto a hoy, parece que las elecciones se llevarán a cabo en todas partes, incluso en algunas ciudades que, prácticamente, están viviendo una pequeña guerra. Ya se verá.

En el sur, en Sebha, la minoría tebu está impidiendo la llegada de urnas y papeletas, y un grupo de bereberes de Nafusa y Zuwarah andan repudiando la futura constitución, y se plantean más bien la creación de un parlamento bereber propio. Además, buena parte de la población en general ni se ha registrado en el censo de votantes, así que no podrán depositar su papeleta hoy. No puedo saberlo, pero imagino que la participación no llegará al cincuenta por ciento de los libios mayores de edad.

Ya se verá. Yo sigo con mi idea de que para aprender a montar en bici, por fuerza te tienes que caer un par de veces, así que igual es todo para bien. ¡Salud!



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