sábado, 22 de febrero de 2014

Los Caballeros del Mediterráneo



Como ya os comenté, este es el nuevo apodo que se le ha dado a los miembros de la selección libia de fútbol; en un proceso similar al vivido con la roja, parece que el término, pese a la novedad, ha sido acogido con agrado, y pulula alegremente por internet y por la calle.

Es cierto que a mí, cuando lo oigo, me da un poco la risa, y es que caballeros, en árabe, se dice farsán, de modo que, jugando con el castellano, la expresión suena un poco como Los Farsantes del Mediterráneo.

Pero no escribo hoy para hacer consideraciones semánticas ni lingüística comparada (aunque mole), sino para contaros un par de anecdotillas referentes a las celebraciones del primer título ganado por los Caballeros del Mediterráneo.

Para aquellos que no andan muy puestos en esto del fútbol, una pequeña contextualización: cuando un equipo grande gana algún campeonato, es normal que muchos aficionados se acerquen a recibir a sus héroes deportivos, recibimiento que, por lo general, suele tener lugar en un aeropuerto. Más tarde, los jugadores, subidos en un autobús, hacen una marcha triunfal por su ciudad (o, en el caso de las selecciones, por la capital del país), y terminan los festejos en alguna plaza o campo de fútbol, donde tienen lugar cánticos, charlas y canciones.

Buen ejemplo de esto serían las celebraciones del mundial de fútbol que ganó España en 2010. Los jugadores fueron recibidos con algazara en el aeropuerto de Barajas, y luego se pasearon por las calles de Madrid en un autobús, mientras la masa enfervorecida les vitoreaba. Hacía mucho calor, así que los bomberos regaban a la multitud para que no cundieran los desmayos. Está claro que de mi país saldrían muchas crónicas hispanas.

En el caso que nos ocupa, los jugadores volaron desde Sudáfrica hasta Benghazi, en el este de Libia. Numerosos habitantes de la ciudad se fueron acumulando en los alrededores del aeropuerto durante horas, deseosos de dar la bienvenida a sus nuevos héroes, mientras coreaban cosas así: “¡no tenemos agua, no tenemos electricidad, pero somos los campeones de África!”. En árabe rima.

Cuando el avión hubiera aterrizado, se pensaba hacer un paseo triunfal hasta el mayor estadio de la ciudad... pero hubo que cambiar los planes.

El aterrizaje se efectuó sin contratiempos, y además fue recibido por un vistoso arco de agua, cortesía del cuerpo de bomberos de Benghazi. Sin embargo, en cuanto el avión de la selección tocó tierra, la multitud enfervorizada ocupó la pista y lo rodeó de tal forma, que los jugadores no podían desembarcar; así estuvo la cosa durante tres cuartos de hora, ni podían entrar los unos, ni podían salir los otros, hasta que los bomberos se dejaron de arcos del triunfo y dirigieron sus mangueras a la masa, intentando dispersar un poco la concurrencia.

Para cuando los jugadores lograron salir, pocas ganas les quedarían de dar paseos por la ciudad, pero no tuvieron más remedio que ir hasta el Estadio de los Mártires de Benghazi. La fiestuqui que allí tuvo lugar debió ser de órdago, al menos en lo que al número de heridos por fuegos artificiales se refiere. Pero vamos, la gente se lo pasó bien.

No se acabaron ahí las celebraciones; aún quedaba visitar la capital, Trípoli.

El plan inicial era similar al de Benghazi: los jugadores llegarían al antiguo aeropuerto militar de Mitiga, y de ahí marcharían (triunfalmente y tal) por la ciudad, hasta finalmente llegar al Estadio Olímpico de Trípoli (se llama así, qué más da que aquí nunca haya habido olimpiadas).

Sin embargo, y en vista del caos que se había montado en el paseo por Benghazi, las autoridades pidieron a los aficionados que fueran directamente al estadio, que no cansaran la cabeza con bienvenidas en el aeropuerto o aglomeraciones por la ciudad.

Obviamente, ni caso.

Los jugadores fueron recibidos por la multitud en el aeropuerto de Mitiga y sin mayores consecuencias. Más accidentado fue el viaje en autobús hacia el estadio, un trayecto de 20 minutos que recorrieron en seis horas. Al parecer, esto se debió sobre todo a que cada pocos metros alguien quería sacrificar una oveja o un camello en honor de los héroes, que se veían obligados a detenerse para dar las gracias y tal.

Por fin llegaron al estadio, hubo cantos y saltos de alegría, y todo el mundo a casa. En principio se había planeado llevar a los jugadores por otras ciudades del país, pero entre que estaban un poco hartos de vítores y honores, y que la mayoría de ellos tenía que volver a los entrenamientos (la liga libia se está disputando pese a la inestabilidad del país, aunque eso sí, a puerta cerrada), dichas visitas se cancelaron.

La victoria, además de mucha alegría y (adivino) numerosas resacas clandestinas, ha dejado bastantes anécdotas más; a mí me ha hecho mucha gracia el regalo que han recibido los miembros de la selección, Clemente incluido: un “mi-fi wimax”, algo así como un router portátil blanco, con el que tienes internet siempre, siempre. Os parecerá cutre, pero se ven pocos, y la conexión normal a internet es bastante malota, así que seguro que los jugadores se han alegrado más que si les hubieran dado un coche. Lo que le habrá parecido a Clemente, eso ya no lo sé, igual dice algo al respecto en esta entrevista.

Por lo demás, durante tres días he oído más disparos, fuegos artificiales y petardos que durante todas las demás celebraciones juntas. ¿Exagero? Mirad lo que me encontré al lado de la cama una mañana, ¡y duermo junto a un patio interior!


¿Cómo llegó ahí? ¿Me explotó en la oreja? ¿No sería mejor tirar cerveza?


2 comentarios:

  1. "En árabe rima". Lloré de risa. Con eso, y el resto de la crónica.
    Grotesco, extrañamente atemporal (¿sacrificio de animales? Joder!), pero bueno, ojalá aquí en Argentina recuperaran algún rito ancestral, en lugar de matarse en los estadios.
    Saludos Lorenzo!

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    1. Me alegra mucho que te haga gracia. Y sí, más vale matar animales (para luego comérselos) que matar gente (para nada y por nada). ¿Qué podríamos introducir en Argentina, como catarsis alternativa a la violencia? ¿Sacrificio de carpinchos?

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