domingo, 2 de febrero de 2014

Champiñoooones, Champiñoooones


Libia tiene un nuevo héroe nacional: Javier Clemente.

Sí, sí, habéis leído bien.

Ayer mismo, la selección libia, dirigida por el ínclito entrenador de Barakaldo, derrotó a Ghana en la final del Campeonato Africano de Naciones 2014.


Algunos os preguntaréis: ¿qué competición es esa? Yo mismo no lo tenía muy claro, ya que la copa de África ya se celebró el año pasado, y ganó Nigeria. ¿Por qué hay otra vez un campeonato africano, un año después del anterior?

La explicación es tan simple como que se trata de competiciones distintas: en 2013 se celebró la Copa Africana de Naciones, que sería el equivalente a la Eurocopa, y en 2014 se ha celebrado el Campeonato Africano de Naciones, algo que, hasta donde yo sé, no tenemos en Europa.

Como sabréis, en cuanto algún jugador africano despunta en el fútbol, los clubes europeos se hacen con él; así, los campeonatos locales del viejo continente (me refiero con esto a África, que es bastante más vieja que Europa) se ven continuamente empobrecidos, abandonando sus mejores profesionales el lugar ante la perspectiva de mejor paga y mayor gloria.

Pues bien, el Campeonato Africano de Naciones se creó para animar a los jugadores que no se han marchado de África, para potenciar e impulsar a los que se quedaron; jugadores como Eto'o, Drogba o Keita no pueden jugar este campeonato, ya que sus respectivos países compiten exclusivamente con jugadores que ejercen la profesión (ejem) en África. Más información (aunque todavía más confusa) aquí.

Tanto el Campeonato como la Copa de África iban a celebrarse en Libia, pero la revolución y posterior guerra civil de 2011 provocaron un improvisado cambio de sede a Sudáfrica; ahí es donde el equipo libiano, dirigido por su coloradote entrenador vasco, ha alcanzado la gloria futbolística.

¿Cómo fue el camino hacia el éxito? Bueno... digamos que el destino final fue bastante más exitoso que el camino en sí. Veamos.

Al igual que ocurre con la Eurocopa, en el CHAN compiten 16 equipos (me paso a las siglas en inglés, que es un rollo escribir el nombre una y otra vez). La competición comienza con una liguilla de cuatro grupos, cada uno compuesto por cuatro equipos: Congo, Etiopía, Ghana y Libia conformaban el grupo C.

En el primer partido, los jugadores de Libia, también conocidos como los caballeros del Mediterráneo (?), se impusieron a Etiopía por 2 goles a 0. Cabe destacar dos cosas: Etiopía acabaría la liguilla como última de grupo sin haber marcado un solo gol, y Libia no volvería a ganar de verdad un partido en toda la competición.

Siguió un aperitivo de la final, Ghana contra Libia: empate a 1. El último partido de la liguilla, esta vez contra Congo, acabó en empate a 2.

Así, libia logró clasificarse como segunda de grupo (5 puntos) después de Ghana (7 puntos), y jugó los cuartos de final contra Gabón: empate a 1, y victoria de Libia en los penaltis.

Semifinales. La cosa se ponía seria. Libia se enfrentaba ahora a Zimbabue, y el trepidante partido terminó... con empate a 0. Libia se impuso nuevamente en los penaltis.

Trípoli, y supongo que todo el país, estaba expectante, hirviendo de anticipación: las banderas revolucionarias, que van abandonando las calles al mismo ritmo que la fe en el país parece ir abandonando a los ciudadanos, volvían a ser visibles en casas, coches y tenderetes. Enormes pantallas se habían instalado ya para las semifinales en diversos puntos de la ciudad, y en los cafés no se hablaba de otra cosa; ni siquiera en verano de 2012 habíamos tenido un ambiente semejante, cuando Libia jugó (y perdió) contra Marruecos la final del Campeonato de Fútbol de Países Árabes.

En fin, ayer fue la final: un nuevo partido contra Ghana, que partía como gran favorita. La Plaza Argelia, donde se había instalado una de las pantallas gigantes, estaba hasta arriba de libios, y eso que precisamente fue ayer el día escogido por el invierno para hacer acto de presencia, y por primera vez hacía frío de verdad.

Yo, siendo infiel a mi costumbre, pasé olímpicamente del evento. Estuve un rato en la plaza, pero luego me fui a casa, tenía pocas ganas de pillarme un par de sabañones por ver un simulacro de partido que acabaría en empate a 0, o una victoria apabullante de Ghana que podría terminar en masacre.

¿Que soy un prejuicioso? ¿Que igual habría estado muy bien?

Lo vi un rato por televisión: hubo alguna jugada interesante, pero en general los jugadores se tropezaban con el balón, o se emocionaban tanto en la carrera, que se lo dejaban atrás, o tiraban a puerta y la pelota salía por la línea de banda (no exagero, minuto 118), y así sucesivamente. Desde casa oíamos a la multitud congregada en Plaza Argelia, gritando emocionados aaaah y ooooh, seguramente sorprendidos cuando el balón iba en la dirección deseada, o cuando algún equipo lograba encadenar más de dos pases seguidos.

Tras la prórroga, el resultado seguía siendo el mismo: empate a 0.

La tanda de penaltis la vi completa, y fue una experiencia digna de olvidar, ya que no sé qué fue peor: ¿lo mal que se lanzaba el portero de Ghana? ¿Lo mal que tiraron la mayoría de jugadores? El portero de Libia (elegido después MVP del partido) fue lo mejor del trance, y detuvo tres penaltis (mal tirados), decidiendo la victoria para el equipo libiano.

En ese momento se puso a llover en serio sobre Trípoli, gotas gordas en cantidad, pero a la gente le dio igual, es probable que hasta lo tomaran como muestra de la satisfacción divina: las calles que llevan a Plaza Argelia se llenaron de gente a la carrera, gritando como locos; de todas partes llegaban ruidos y resplandores de fuegos artificiales, petardos, pistolas y kalashnikovs; las mujeres proferían los típicos irrintzis, ese grito agudo que se hace jugando con la lengua, y los rojos triángulos que dibujan las balas de batería anti aérea surcaban el cielo. Ni un huracán habría detenido la celebración de los libios, la calle tomada una vez más por la alegría.



Joven libio enfervorecido en la inundada Plaza de los Mártires.


Yo me quedé en casa. Me tentó la idea de salir a remojarme con el personal, pero al final pasé, porque a estas alturas me consta que los libios celebran todo de la misma manera: dan vueltas con el coche pegándole al cláxon, mientras lanzan cohetes y disparos al aire. No estaba por la labor, llovía mucho y hacía un frío del carajuer.

Las explosiones y los disparos se extendieron hasta la una de la mañana. Desde la cama escuchaba los cláxones, los disparos y los derrapes de las motos, lo cual me reafirmó en mi decisión de perderme el festival.

Aparte de eso, quizá hayáis notado que no estoy muy emocionado por la victoria de Libia.

La verdad, aunque es cierto que no me apetecía salir a celebrarlo, ayer me alegré mucho por el país, que tiene más bien pocos motivos para festejar entre las milicias, las bombas de Bengasi, el gobierno de chiste, el avance de los barbudos y la sucesiva y cíclica escasez de agua, luz y gasolina; así, si ayer hubiera escrito esta entrada, seguramente habría sido en un tono igualmente jocoso e irónico, pero algo más empático.

Sin embargo, esta mañana me he despertado con la noticia de que hoy ha sido declarado día festivo, y eso me ha tocado bastante la moral.

Cierto que el país necesita alegría y celebraciones, y de hecho es probable que un par de discotecas bien puestas mejorarían bastante el ambiente, por no hablar de algún que otro bar con cerveza fresquita; sin embargo, hay otra cosa que se necesita con la misma urgencia: trabajo.

Durante dos años he visto cómo, a las dificultades propias de un país que nace, la población le suma los problemas de la pereza: funcionarios que nunca van a trabajar, congresistas que faltan a la elección del gobierno porque se han ido a La Meca, tiendas, oficinas y empresas que un martes cualquiera deciden no abrir, escuelas públicas que se pasan desde abril hasta septiembre cerradas por vacaciones... llamadme loco, pero si una casa se hunde y pretendes construirla de nuevo, no sé, quizá sería conveniente dedicarle un rato a la tarea, y no tumbarte a esperar que alguien la construya por ti. Quizás habría que dedicarle más tiempo del normal a cosas como la educación, la política o la justicia de una nación en pañales. O igual son cosas mías.

Así que sí, hoy me he declarado en huelga de alegría. Me parece muy bien todo, pero hoy no pienso felicitar a ningún libio. Mañana ya veremos. Aunque, por otro lado, la gente se ha tomado en serio lo de "día festivo", y por la calle no se ve ni a Alá, así que pocas felicitaciones podría repartir.

Pero en fin, está bien que los libios tengan algo de lo que alegrarse, a ver si se les despeja la cabeza y todo va mejor. Como le pasó a España tras hincharse a ganar eurocopas y mundiales.

Ah, no, espera... eh...

Bueno, nos leemos, ¡salud!



7 comentarios:

  1. Dos dosis el mismo fin de semana. Nunca te lo agradeceremos suficientemente. Y además, crónica deportiva.
    Alabí, Alabá,
    Alabin bon bá
    Libia, Libia,
    y nadie más.

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    1. Jaja, era lo suyo. Te pongo lo que te pondria un libio:

      !!!!!!!!!!!! مبروك ليبيا

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  2. Hoy, gracias a tu crónica, he podido hacerme el "chulito" en el trabajo.
    Un compañero me ha preguntado:
    - ¿Sabes qué país ha ganado el Campeonato Africano de Naciones?
    - Sí, Libia (cara de asombro, porque sabe que no soy muy futbolero)
    - ¿Lo has leído en el periódico?
    - No.
    - ¿Sabes quién es el seleccionador?
    - Pues claro, ¿cómo no lo voy a saber?, Javier Clemente.
    Y se ha marchado, sin preguntar más, sorprendido por mis "conocimientos".
    Bueno, ya sé que la anécdota no tiene ninguna gracia, pero la cuento anónimamente porque soy el tipo que más sabe de Libia en mi trabajo. ¡Qué pasa!

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    1. Pues mira, anónimamente te digo que me alegro mucho de haberte servido de ayuda! ;)

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  3. Los tiros al aire parecen muchos mas suaves que la violencia a la que nos tiene acostumbrados el fútbol en estas latitudes.

    Saludos Lorenzo!

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  4. Una apostilla, solo una y muy pequeña... Como geógrafo, y haciendo uso de mis limitados conocimientos de geología, creo poder afirmar sin género de dudas que todos los continentes son igual de viejos

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    1. Jajajaja, igual tienes razón, aunque todos sabemos que el título de geógrafo te tocó en la Tómbola Ecijana!

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