domingo, 24 de noviembre de 2013

Charlotte y las mujeres



Ha llegado un nuevo habitante a la casa de Plaza Argelia. Se llama Charlotte y le ha traído luz a mi extraño ecosistema germano-libioso.

He conocido muchos alemanes en mi vida, la mayor parte en su hábitat natural, Alemania; como podéis imaginaros, son gente normal con sus particularidades culturales (que es lo que mola).

Sin embargo, y desde que se fue Markus, en Libia no me he topado prácticamente con ningún alemán majo y/o mentalmente sano:

-      María Valquiria sólo es feliz trabajando, y le dan ataques de ira por cosas como que alguien se olvide un libro en la fotocopiadora.
-      Silke monta en cólera con más facilidad aún, y su frase favorita es está muriendo mucha gente.
-      Rudolf va por la vida explicando cómo funciona el mundo, y además hace continuamente promesas que nunca cumple (entre ellas, pagar a tiempo su parte del alquiler).
-      Frank, el compañero misterioso, sólo necesitó un mes para que hasta Hamza le tuviera asquete, tenía facilidad para herir a todo el mundo, y entendía la frase yo soy un hombre libre como haré lo que quiera, dañe a quien sea.
-      En la embajada, tanto el encargado de cultura como el embajador son muy simpáticos, pero como apenas les conozco, no me fío.
-      Ya no he conocido a más alemanes.

(Vale, sí, aparte de obviar la pormenorización de mis propios defectos, igual exagero un poco los de mis alemanes, pero si escribiera un libro con mis conversaciones y vivencias germánicas en Libia, os quedaríais bastante boquiabiertos).

Hace un tiempo, y para cambiar la norma, Charlotte llegó al piso para quedarse por unos meses: abierta, tranquila, amante del buen tiempo y de la espuma en el café con leche, le ha dado mucho color a la casa.

Trabaja para una ONG: su labor consiste en visitar asociaciones locales de mujeres (principalmente de ayuda a víctimas de violaciones o violencia doméstica), y si considera que funcionan medianamente bien, les busca financiación en Alemania. Por lo demás, las asociaciones siguen actuando libremente, sin más injerencia alemana que el control de la contabilidad (mira, como en España).

Lo de las asociaciones de mujeres es muy interesante (y terrible). El haber sido violada es un gran tabú en este país, ya que provoca que tu familia pierda su honor, y encima la culpable eres tú; hay padres que llegan a matar a sus hijas para recuperar el honor perdido, ojo a la frase de mi amigo Abdulwahib: en Libia, el honor del hombre se guarda en la vagina de la mujer.

Así, es impensable anunciar a bombo y platillo la existencia de asociaciones que ayudan a estas mujeres, ya que todas lo guardan en secreto, y ninguna iría a ellas abiertamente. En lugar de eso, las asociaciones se presentan como escuelas de inglés, bordado, informática, lo que sea, y las mujeres, una vez dentro, hablan de lo que realmente les importa.

¿Cómo saben estas señoras qué escuela es realmente una escuela, y cuál un centro de apoyo psicológico-social? Por el boca a boca (como diría casi cualquier mujer libia: entre nosotras nos ayudamos).

Las historias que cuenta Charlotte suelen ser aterradoras, no quiero edulcorar demasiado su trabajo. En la guerra hay no ya sólo violaciones esporádicas, sino auténticas esclavas sexuales, secuestradas y encerradas para el continuo desfogue de docenas de soldados, milicianos, lo que sea. Si sobreviven, suele ser con un trauma importante, o enfermas, o embarazadas, o todo a la vez… y en casa espera una familia que no puede enterarse de nada, porque la mácula del honor sólo se limpia con sangre y, al parecer, la de la mujer lava más blanco.

También hay historias esperanzadoras, mujeres, hombres, personas que ven más allá de una tradición obsoleta y se fijan en el problema real. E historias hilarantes, y es que poner de acuerdo en cualquier actividad a un grupo numeroso de libios es un puntazo.

Aunque no sólo a libios. Y es que, como dicen los alemanes, überall kocht man nur mit Wasser (o lo que es lo mismo, en tós laos cuecen habas). Es cierto que aquí se es más conservador y más brutal, pero también en Europa se ven problemas parecidos: el maltrato que no se denuncia, la familia que lo justifica, el comentario de quizás iba provocando al hablar de una mujer violada…

Cuantas más cosas me sorprenden aquí, más paralelismos encuentro entre los mundos de ese lado y de este, y más distintas varas de medir. Al final, sin embargo, la línea que nos separa es muy fina, o nos la hemos inventado.

Pero bueno, el caso es que hay una cara nueva en el piso y en el blog. A ver qué historietas trae.

2 comentarios:

  1. ¡Es terrible lo que cuentas! La frase de tu amigo sobre el honor... No te digo donde le guardaba yo el honor y con qué se lo lavaba ¡con sosa cáustica!

    BESOTES

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    1. Haha, pues si. Hombre, mi amigo, el pobre, lo decia como una critica, no como lo que a el le parece bien. Pero si, un curso sobre Nuevas Tecnicas de Lavado no vendria mal por aqui.

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