viernes, 22 de noviembre de 2013

Al final, pasó



El viernes 15 de noviembre, Trípoli vivió su primera gran tragedia humana desde el final de la guerra. El goteo de inseguridad, secuestros, asesinatos y reyertas terminó por hartar a la ciudadanía y, ante sus protestas, la milicia mostró su verdadero rostro.

Antes de nada, deciros que yo me perdí todo el episodio, ya que estaba de fin de semana en el desierto. Os cuento este capítulo de oídas/leídas.

Como sabéis, Libia está plagada de milicias, grupos armados independientes que lucharon contra Gadafi… o algo. Lo cierto es que la mayoría de las milicias que existen actualmente (¡cerca de 1700!) se formaron después de la guerra, con lo que uno se pregunta cuál es su verdadero objetivo.

Las milicias, que en su día “trajeron la libertad”, son hoy un gran problema. Se supone que velan por la seguridad ciudadana, dada la debilidad del gobierno y la práctica ausencia de policía y ejército, pero yo me pregunto: ¿de qué defienden a la población exactamente?

La respuesta que se me ocurre (aunque eso sí, carente de todo rigor) es que las milicias defienden al pueblo… de las milicias. No sólo son un elemento desestabilizador de la política local y nacional, sino que tienden a enzarzarse en peleas, y además no dejan de exigir (con la pistola en la mano) una parcela de poder propio, ya sea para la milicia en sí, ya para la ciudad de la que proviene.
Bien, el caso es que la gente (inclúyaseme a mí como gente) está hasta las narices de ver a las milicias luciendo kalashnikov por la calle y diciendo yo hice esto, yo logré lo otro. Así las cosas, el viernes 15 de noviembre se convocó una gran manifestación exigiendo que todas las milicias salieran de Trípoli.

No sé por qué la gente se congregó especialmente en el barrio de Gharghour, frente a la milicia de Misrata, una ciudad a dos horas de Trípoli. Tampoco sé quién disparó primero, si algún manifestante o algún miliciano. El caso es que, de repente, una manifestación pacífica se convirtió en el infierno.

No voy a abrumaros con detalles que, de todos modos, desconozco. El hecho es que las ametralladoras dispararon contra las pancartas, provocando 47 muertos y cerca de 500 heridos. El asunto es tan absurdo, tan horrible, que se dan anécdotas como esta: cinco de los muertos eran de Misrata, así que fueron asesinados no ya por sus compatriotas, sino por sus conciudadanos.

¿Es este capítulo peor que la matanza de Benghazi? ¿Peor que los asesinatos selectivos, las desapariciones, la muerte del embajador de Estados Unidos? Ciertamente no, pero ya se sabe que la desgracia propia parece mayor que la ajena, y en Trípoli no se había vivido algo semejante en más de dos años de agitada "paz".

Las reacciones no se hicieron esperar: el pueblo, lejos de asustarse, salió a la calle con más decisión si cabe; el primer ministro soltó mensajes opacos, inseguros, dejando claro que no sabe muy bien lo que hacer; Misrata envió más efectivos a Trípoli, en principio para defender a los que ya estaban en la ciudad, con lo que hubo algunos combates el sábado; más manifestaciones, más respuestas temblorosas del gobierno, alguna situación absurda

Al cabo de tres días, toda milicia misratí había abandonado Trípoli. He oído que fueron recibidos entre aclamaciones y camellos sacrificados en su honor, pero no sé hasta qué punto es cierto. Otras milicias, temerosas de ser asaltadas por la turba, o simplemente de verse tan despreciadas como la de Misrata, han abandonado igualmente la capital: Jadu, Gheryan, Escudo Libio… la única gran milicia que aún no se ha marchado del todo es la de Zintan, contra cuya presencia hay convocada hoy otra manifestación, dentro de un rato, tras el rezo de mediodía que está llegando a su fin mientras escribo esta entrada.

Será el siguiente capítulo de esta película, e imagino que no habrá sangre, ninguna milicia quiere recibir tanta repulsa como la de Misrata. Entretanto, llevamos una semana de luto/huelga, hay pocos coches en la calle, muchas tiendas cerradas, mucha actividad en Facebook y, efectivamente, mucha policía y muchos militares controlando la ciudad (y yo me pregunto, ¿dónde estaban antes?).

Veremos si esto empuja al país hacia delante o hacia atrás. Yo sigo siendo moderadamente optimista, y confío (una vez más) en que la tragedia sea un acicate hacia la mejora, y no un lastre hacia el caos.

De momento, lo único cierto es que se añaden algunos nombres a una lista de por sí larga, la de los asesinados en nombre de una idea, una religión, una bandera, en definitiva, en nombre de nada.


2 comentarios:

  1. Y teniendo opciones ¿qué es lo que te impulsa a vivir entre tanta inseguridad?

    Cuídate! BESOTES!!

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    1. Hm... es una pregunta interesante. La respuesta seria que no vivo entre tanta inseguridad, lo que paso el otro dia fue horrible, pero solo se vieron implicados los que acudieron a la manifestacion, algo que yo solo hago a veces, y nunca en primera linea.

      Si viviera en Kabul, por ejemplo, sabria que cualquier atentado/combate/explosion arbitraria podria matarme en el mercado o por la calle; eso es algo que por aqui no sucede, es complicado que me pille un terrorista suicida, sencillamente porque (de momento) no los hay. Asi que no, la verdad es que no siento que viva en la inseguridad.

      Otra cosa seria: que es lo que te impulsa a vivir en ausencia de cerveza y tapas? Ahi me dejarias mas sin argumentos ;)

      Besotes para ti tambien!

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