Los medios libios (y este blog) llevan tiempo aventurando cuál será el alcance real de la nueva Ley de Aislamiento Político (PIL), ley que aparta de la vida pública a todo aquel que haya ocupado cargos relevantes durante la dictadura de Gadafi. La nueva normativa entrará en vigor mañana 5 de junio, y sus consecuencias, si bien relativamente imprevisibles, se adivinan muy traumáticas.
No me gusta ponerme tremendista, pero es
posible que el país se haya pegado un buen tiro en el pie. Voy a intentar
presentaros un análisis general del cuadro que tenemos delante.
Comenzaré por el principio: en las elecciones de julio de 2012, Libia apoyó de manera abrumadora al político moderado Mahmud Djibril. ¿Quién es este señor?
Djibril, libio formado entre Egipto y Estados Unidos, se ha dedicado principalmente a la enseñanza de Planificación Estratégica y a la Formación de Líderes, cosas ambas cuyo significado se me escapa un poco. En Libia, dirigió diversos proyectos de planificación y proyección económica durante la dictadura de Gadafi (ídem).
Más adelante fue de los primeros políticos en apoyar la revolución del 17 de febrero, convirtiéndose después en el presidente del Consejo Nacional de Transición, la institución gubernamental de los rebeldes.
No conozco lo bastante a Djibril como para
juzgar categóricamente si es un hombre íntegro o un malo maloso;
lo que sí parece claro es que desempeñó un papel decente como cabeza del
CNT, y que, ya en democracia, ha transmitido un mensaje
moderado, conciliador y razonable. Sobre todo, sobre todo, lo que está
claro es que el pueblo lo eligió a él y no a otro para formar gobierno y
comenzar a redactar la constitución.
Sin embargo, los dos grandes derrotados en
las elecciones (los Hermanos Musulmanes y Al Watan, el partido financiado por
Qatar) se las apañaron para quitarse a Djibril de en medio. No lograron ocupar
su lugar, pero sí sustituirlo por un pelele más manejable, tan manejable que
acabó por romperse. Me refiero al frustrado presidente Mustafa Abushagur.
Finalmente, el cargo de Primer Ministro fue ocupado por Ali Zeidan, y en él se mantiene a día de hoy. Mi opinión sobre
Zeidan aún no está muy definida, pero es posible que no tenga ni que molestarme: tras los
desafortunados encontronazos con la milicia, y acosado como parece estar por
buena parte del Congreso, es probable que no sobreviva al ramadán.
A todo este mareo de intrigas políticas se
agrega como un tsunami devastador la aprobación de la PIL, que puede llevarse
por delante a hasta uno de cada cuatro “políticos”. Esto podría ser hasta
positivo en España, donde al parecer sobran bastantes, pero en Libia es casi
una tragedia, ya que hay poca gente capacitada para llevar a cabo las tareas de
gestión, dirección y diplomacia que tan urgentemente necesita el país. La
inhabilitación masiva que se avecina, aparte de marginar a una buena parte de
la sociedad libia, dejará vacíos puestos claves de la administración.
La pregunta es la siguiente: ¿quién ocupará
dichos puestos?
Sería bonito pensar que una masa de gente joven, inexperta pero llena de ilusión, será la encargada de llenar el hueco; sin embargo, la respuesta que a día de hoy más
veracidad presenta es otra: el pastel se lo repartirán por un lado los primos y amigos de,
y por otro los mismos que, poco a poco, han ido apartando a los representantes
elegidos democráticamente. Al fin y al cabo, se lo han ganado con su esfuerzo, dirigiendo o apoyando varias de las protestas que llevaron a la precipitada aprobación de la ley.
Entrando en el terreno de la pura
especulación y el se dice, se comenta, en los corrillos se espera que el
nuevo Presidente del Congreso (equivalente al Jefe del Estado) sea un hermano
musulmán o un salafista. Otra opción es que, simplemente, se elija al congresista de más edad. En cuanto al hipotético nuevo presidente del gobierno
(en caso de una igualmente hipotética renuncia del actual, Ali Zeidan), no tengo
informaciones, ni fiables ni de las otras.
Sin embargo, no quiero desviarme mucho del
objeto del artículo, ya de por sí difuso. Cualquier cosa que os diga puede luego ser así o todo lo contrario, y en cualquier caso no pretendo vaticinar el futuro de
libia, sino tan solo hablar del teatro de marionetas en el que se ha convertido.
Hace diez meses, en las elecciones constituyentes,
un partido recibió la mitad de los votos; a partir de mañana, la mitad de sus
diputados, líder incluido, pueden estar fuera del congreso.
Sin embargo, lo más grave no es el qué, sino el cómo.
Sin embargo, lo más grave no es el qué, sino el cómo.
Las últimas decisiones políticas no han
tenido lugar tras ningún proceso de discusión democrática, sino tras un literal
asalto a mano armada a las instituciones. Además, el recambio político que se
dará este mes no se está buscando entre los que ganaron las elecciones, sino
entre los que las perdieron.
Cuando tenía 7 u 8 años, pinté un pato de
escayola para el Día de la Madre. Mi maestra me dijo que había quedado
perfecto, pero luego la vi coloreándolo de nuevo, ya que, en realidad, yo no
había dado ni una.
El mensaje que se está enviando hoy a la
sociedad libia es una maliciosa y pervertida versión del espíritu que llevó a
mi maestra a retocar el pato: sí, sí, vosotros votad lo que queráis, que ya
lo arreglaremos nosotros a nuestro gusto.
Por aquí todo son loas a la Libia Libre, la
gente se congratula por el ejemplar proceso electoral, abundan las promesas y
las palmaditas en la espalda; paralelamente, un silencioso ejército de manos
negras rediseña patrones y cambia los dibujos elegidos públicamente.
Lo que redondea la terrible paradoja es que
las víctimas de los titiriteros son a la vez su más firme apoyo: me refiero al
pueblo, un pueblo que exige venganza y cambios inmediatos, ignorante o
descuidado del peligro que supone cambiar a gran velocidad, del peligro real de
que la revolución acabe por limitarse a una dictadura de distinto color.
El futuro de Libia no es hoy más
imprevisible que ayer, pero el escenario ha cambiado, y es que lo que estamos
viviendo no es otra cosa que un golpe de estado; silencioso, carente de
violencia, con el pueblo como principal valedor y principal perjudicado.
Hay una canción revolucionaria que dice alza
la cabeza, eres un libio libre. Me temo que los libios libres deberían
desviar la cabeza y mirar hacia atrás y hacia abajo, porque se diría que les están dando
pero bien.
Eso sí, con vaselina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario