Quizás alguien se haya dado cuenta de que
llevo más de un mes sin publicar nada, y es porque me he ido de vacaciones a
España, así, sin avisar ni nada. Me cuentan mis contactos en Silicon Valley
que, ante la falta de novedades libianas, la actividad en internet se ha
reducido al 3’58% de lo que es habitual, así que he decidido ponerme de nuevo manos
a la obra.
La verdad, lo que he visto y hecho por
Europa se merecería más de una crónica. Por ejemplo, he descubierto que bañarse
en una poza es de lo mejor (y de lo más frío) que te puede ocurrir en la vida,
he pasado por zonas de España que no conoce casi nadie y que tienen una
naturaleza apabullante, he visitado pueblos aragoneses petados de arte e
historia, pero que parecen cerrados por derribo, me he echado varios centenares
de cañas fresquitas (ya, bueno, eso no suena tan especial, pero a mí se me
escapa la lagrimeja), he constatado que los Alpes son muy altos y tienen nieve
en verano, y por si todo esto fuera poco, cuando llegué a mi pueblo me topé con
el hecho ominoso de que hacía más calor (literalmente, yo como siempre todo
rigor) que en la mismísima Trípoli, a dos pasos del Sahara.
Las vacaciones, sin embargo, pasaron como un
suspiro, y esta mañana he vuelto a Libia. Tras la típica discusión de
aeropuerto con el taxista (¿te crees que soy tonto? ¿Cómo me voy a creer que
eso es el precio normal por ir al centro, no ves que te estoy hablando en
libio????), pude disfrutar del amoroso tráfico local, con sus entrañables
derrapes y sus melosos insultos. A las pocas horas de estar aquí, ya intentaba otro
taxista que me convirtiera al Islam, esa fijación que tanto se estila por estos
lares. Al llegar a casa he descubierto que se ha instalado un ejército de
hormigas, y Mirco dice que en el país la guerra está a punto de estallar (o
algo), pero la gente en la calle bebe café y conversa como si estuvieran esperando
a que comience un partido de tercera regional…
Así, sentado en mi cuarto, con la mezquita a
mi izquierda y una cerveza sin alcohol a mi derecha, tengo la sensación de que
nada ha cambiado, y a la vez ganas de ver en qué medida me equivoco. Voy a
ponerme un poco al día (en vacaciones me someto a un autoimpuesto bloqueo
informativo), a charlar con la gente, y en cuanto me entere de cosas o me suceda
algo simpático os lo cuento (y me encantaría que me dierais vuestra opinión de
vez en cuando, ejem, ejem).
¡Salud!
P.S: acabo de oír fuegos artificiales. Mucho,
mucho, no ha cambiado el asunto, no.