Va para D, J y J, que existen en el plano físico de la realidad y no son la abuela ni la carretera.
Estaba ayer hablando en skype con dos de mis hermanos,
cuando uno comentó: van a estrenar Superman, ¿pensáis ir a verla?
Ante el ataque de risa que me dio, mi hermano se apresuró a
disculparse por nombrar la soga en casa del ahorcado, y es que en Trípoli los
cines han sido erradicados de toda la ciudad.
¿Toda? ¡No! En un rincón del centro, un irreductible cine
italiano resiste ahora y siempre a... no sé cómo acabar el chiste. El caso es
que hoy he estado en el cine.
El cine no tiene nombre visible, pero justo al lado hay una
tienda de ropa que se llama Hollywood Fashion. El recibidor es una especie de
pequeño garaje desde el que se oye el sonido de la película que estén
proyectando, y el taquillero es un señor de cincuenta años que jamás se
sienta.
La butaca de patio cuesta dinar y medio (como un euro), y la
de gallinero dos dinares y medio. Por ese módico precio puedes hacer sesión
continua y verte las dos películas diarias que ponen, normalmente una egipcia y
una estadounidense. Si solo quieres ver una, es gracioso preguntar a qué hora
la dan, porque el señor siempre contesta con un quizás: quizás a las cinco,
quizás a las cinco y media…
¿Qué gran estreno tuve la fortuna de presenciar?
La última de Icíar Bollaín |
Así es, mis queridos acompañantes: en pleno 2013 me di el
gustazo de ver La muerte tenía un precio en versión original, con subtítulos en
árabe y cartel en italiano. Lo que siempre había soñado.
Como era un día especial, me pillé butaca de gallinero. El
taquillero me acompañó hasta arriba armado de una linterna. Por el camino me
fijé en que el sonido de la peli no venía de dentro de la sala, sino de un altavoz
que, no sé por qué, tenían colgado fuera de ella.
El lugar estaba totalmente a oscuras, y cuando digo
totalmente, me refiero a que no se veía ni la pantalla. Mi guía parecía seguro
de sí mismo, así que supuse que la proyección era en otra sala o algo así,
hasta que miré en el ángulo correcto y la vi: no es que fuera pequeña, es que
era como oscura, mate, como un móvil que empieza a quedarse sin batería (arg,
qué horror de símil, pero parecía exactamente eso). Además, la imagen en sí
estaba entre borrosa y duplicada, como las películas en 3D, o como si me
hubiera echado seis mojitos antes de entrar.
Ya en mi asiento, vi que la película estaba a media hora del
final. Se lo hice notar a mi abnegado acomodador, el cual me respondió: ¡mish mushkila! ¡Cuando acabe la voy a poner otra vez!
Para cuando se hubo ido, mis ojos se habían acostumbrado ya
a la oscuridad, que resultó no serlo tanto; para airear la sala, enormes
ventiladores giraban a mi derecha, y la luz del sol entraba a través de ellos,
así como a través de la puerta de entrada.
La puerta desconcentra un poco |
Lo siguiente que me llamó la atención fue el sonido. Aparte
de la nula sincronización, gracias a la cual los disparos se oían cuando el
humo de la pistola ya se había disipado, es que las mismas palabras eran prácticamente
indescifrables; de hecho, me costó un rato constatar que la peli estaba en inglés
y no en italiano o en euskera (¿ha dicho Carl shot at you o kaixo
lagun?).
En vista de que se acercaba el tramo final del filme, decidí
dejarme de observaciones impertinentes y concentrarme en la trama. Por cierto,
si os gusta el cine y esta no la habéis visto, os la recomiendo muy mucho,
incluso si los cowboys no son lo vuestro (tampoco son lo mío, pero esta es un
peliculón).
Cuando llegamos al THE END, se encendieron un par de tímidas
luces, y mientras el encargado subía para volver a poner la cinta (la caseta de
proyección está convenientemente situada delante de las butacas), aproveché
para inmortalizar el patio de butacas:
También en los cines de Trípoli se nota el efecto de la crisis |
Y me fui. Me quedé con ganas de verla entera, pero siendo
serio, creo que mejor espero a poder verla en condiciones.
La próxima vez, peli egipcia.
Hasta luego Lucas |
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