Hace ya tiempo, tuve el honor de ser llevado
al curro por un libio en torno a los veinticinco, cuyo nombre nunca llegué a
conocer. Lo que se adivinaba un apacible trayecto desde la universidad pública
a la privada, se transformó rápidamente en un monumento al mal rollo.
Apenas habrían transcurrido veinte segundos
desde que me subí al taxi, cuando supe que no conversaría largo y tendido con
mi conductor. Qué le vamos a hacer, hay taxistas dicharacheros, y hay taxistas
silenciosos.
Lo que no me esperaba es que en el primer
semáforo, de repente, un coche nos embistiera por detrás.
¡No os abalancéis al móvil, progenitores míos!
Fue un golpe sin mayores consecuencias (hamdullah), pero lo bastante
fuerte como para que el taxista saltara del auto como un resorte. Y yo,
obviamente, detrás.
El coche no había sufrido graves
desperfectos, pero haberlos, habíalos. Una abolladura de tamaño respetable que,
a todas luces, antes no estaba ahí. El moreno rostro de mi taxista fue
adquiriendo una tonalidad entre la del tomate y la de la berenjena, y cuando a
punto estaba de decir algo, el señor que nos había golpeado pronunció las
palabras mágicas:
-
¡Maleshi
samahne!
Perdona perdona (sí, por duplicado). Son estas dos palabras
la llave que cierra todo conflicto en la capital libia. Es casi irrelevante la
gravedad de la ofensa cometida, maleshi samahne desactiva al oyente como un
conjuro, como un narcótico, como cuando, allá por la niñez, alguien nos soltaba
se lo viá decir a tu padre o a la seño vas a ir.
Mi taxista, sabiéndose derrotado, contempló
la abolladura, miró después a la cara del sonriente y contrito abollador, e
hizo lo único que podía hacer: soltar un resignado
-
Ma
fish múshkila.
No pasa nada. Lo único que un libio razonable puede
replicar a maleshi samahne.
No había más que decir. El señor del otro
coche siguió tan contento su camino, y nosotros, abolladura incluida, volvimos
a subir al taxi. Una vez allí, sin embargo, mi taxista pudo dar rienda suelta a
sus sentimientos y, mientras golpeaba con saña el volante, verbalizar todo lo
que habría querido decirle al otro tipo en lugar de un servil ma fish
mushkila:
-
¡¡¡¡ZAB,
SAKAMMA, SAKAMMA, ZAB, WILD-IL-GAHBA, ZAAAAAAAAAAB!!!!
Mi madre me ha prohibido traducir estos
delicados vocablos, maleshi samahne.
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