Ha llegado un nuevo habitante a
la casa de Plaza Argelia. Se llama Charlotte y le ha traído luz a mi extraño
ecosistema germano-libioso.
He conocido muchos alemanes en
mi vida, la mayor parte en su hábitat natural, Alemania; como podéis
imaginaros, son gente normal con sus particularidades culturales (que es lo que
mola).
Sin embargo, y desde que se fue
Markus, en Libia no me he topado prácticamente con ningún alemán majo y/o
mentalmente sano:
- María
Valquiria sólo es feliz trabajando, y le dan ataques de ira por cosas como que
alguien se olvide un libro en la fotocopiadora.
- Silke
monta en cólera con más facilidad aún, y su frase favorita es está muriendo
mucha gente.
- Rudolf va
por la vida explicando cómo funciona el mundo, y además hace continuamente promesas
que nunca cumple (entre ellas, pagar a tiempo su parte del alquiler).
- Frank, el
compañero misterioso, sólo necesitó un mes para que hasta Hamza le tuviera
asquete, tenía facilidad para herir a todo el mundo, y entendía la frase yo
soy un hombre libre como haré lo que quiera, dañe a quien sea.
- En la
embajada, tanto el encargado de cultura como el embajador son muy simpáticos,
pero como apenas les conozco, no me fío.
- Ya no he
conocido a más alemanes.
(Vale, sí, aparte de obviar la
pormenorización de mis propios defectos, igual exagero un poco los de mis
alemanes, pero si escribiera un libro con mis conversaciones y vivencias
germánicas en Libia, os quedaríais bastante boquiabiertos).
Hace un tiempo, y para cambiar
la norma, Charlotte llegó al piso para quedarse por unos meses: abierta,
tranquila, amante del buen tiempo y de la espuma en el café con leche, le ha
dado mucho color a la casa.
Trabaja para una ONG: su labor
consiste en visitar asociaciones locales de mujeres (principalmente de ayuda a
víctimas de violaciones o violencia doméstica), y si considera que funcionan
medianamente bien, les busca financiación en Alemania. Por lo demás, las
asociaciones siguen actuando libremente, sin más injerencia alemana que el
control de la contabilidad (mira, como en España).
Lo de las asociaciones de
mujeres es muy interesante (y terrible). El haber sido violada es un gran tabú
en este país, ya que provoca que tu familia pierda su honor, y encima la
culpable eres tú; hay padres que llegan a matar a sus hijas para recuperar el
honor perdido, ojo a la frase de mi amigo Abdulwahib: en Libia, el honor del
hombre se guarda en la vagina de la mujer.
Así, es impensable anunciar a bombo
y platillo la existencia de asociaciones que ayudan a estas mujeres, ya que
todas lo guardan en secreto, y ninguna iría a ellas abiertamente. En lugar de
eso, las asociaciones se presentan como escuelas de inglés, bordado,
informática, lo que sea, y las mujeres, una vez dentro, hablan de lo que
realmente les importa.
¿Cómo saben estas señoras qué
escuela es realmente una escuela, y cuál un centro de apoyo psicológico-social?
Por el boca a boca (como diría casi cualquier mujer libia: entre nosotras
nos ayudamos).
Las historias que cuenta
Charlotte suelen ser aterradoras, no quiero edulcorar demasiado su trabajo. En
la guerra hay no ya sólo violaciones esporádicas, sino auténticas esclavas
sexuales, secuestradas y encerradas para el continuo desfogue de docenas de
soldados, milicianos, lo que sea. Si sobreviven, suele ser con un trauma
importante, o enfermas, o embarazadas, o todo a la vez… y en casa espera una
familia que no puede enterarse de nada, porque la mácula del honor sólo se
limpia con sangre y, al parecer, la de la mujer lava más blanco.
También hay historias esperanzadoras,
mujeres, hombres, personas que ven más allá de una tradición obsoleta y se
fijan en el problema real. E historias hilarantes, y es que poner de acuerdo en
cualquier actividad a un grupo numeroso de libios es un puntazo.
Aunque no sólo a libios. Y es
que, como dicen los alemanes, überall kocht man nur mit Wasser (o lo que
es lo mismo, en tós laos cuecen habas). Es cierto que aquí se es más conservador
y más brutal, pero también en Europa se ven problemas parecidos: el maltrato
que no se denuncia, la familia que lo justifica, el comentario de quizás iba
provocando al hablar de una mujer violada…
Cuantas más cosas me sorprenden
aquí, más paralelismos encuentro entre los mundos de ese lado y de este, y más
distintas varas de medir. Al final, sin embargo, la línea que nos separa es muy
fina, o nos la hemos inventado.
Pero bueno, el caso es que hay
una cara nueva en el piso y en el blog. A ver qué historietas trae.
¡Es terrible lo que cuentas! La frase de tu amigo sobre el honor... No te digo donde le guardaba yo el honor y con qué se lo lavaba ¡con sosa cáustica!
ResponderEliminarBESOTES
Haha, pues si. Hombre, mi amigo, el pobre, lo decia como una critica, no como lo que a el le parece bien. Pero si, un curso sobre Nuevas Tecnicas de Lavado no vendria mal por aqui.
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