Rudolf es un tipo alto, bastante calvo, y
sí, tiene la nariz roja. Además, es periodista.
Es un hombre inteligente, despierto y con un gran sentido del humor, manifiesta mucho interés por Libia y por el mundo en general, quizá debido a su oficio, quizá por su modo de ser, no lo sé.
También es muy limpio. Eso es de agradecer,
sobre todo después de vivir con Markus, que pensaba que la bañera se lava sola
mediante el uso.
Lo curioso de Rudolf es su portentosa
memoria si se trata de almacenar datos que podrían salir en un periódico, y su
desastrosa memoria si se trata de almacenar datos de la vida cotidiana. Puede
explicarte con fechas, nombres y detalles nimios toda la guerra entre Libia y Chad,
pero es incapaz de recordar las cosas que acordamos decirle al casero cuando
nos visita para cobrar el alquiler.
Otra característica suya, y esto es algo que
comparte con casi todos los alemanes que conozco aquí, es que siempre tiene que
llevar la razón; o eso, o tiene ideas de lo más extraño.
Un ejemplo: nos entregaron el piso muy bien
equipado, pero faltaban un par de cosas (cafetera, escoba, fregona…), así que
nos propusimos comprarlas entre los dos. Yo, que debo ser tonto, compré una
escoba y una fregona; Rudolf se presentó con una tabla de madera (para cortar
verduras y tal), vasos y una jarra de cristal.
-
¿Por
qué has comprado una tabla de madera?
-
Porque
nos hace falta.
-
¡Pero
si ya tenemos dos!
-
…
hombre, vamos a ser tres en el piso, cocinaremos mucho, seguro que nos viene
bien una tercera tabla.
-
Ya…
bueno, ¿y los vasos? ¿Y la jarra?
-
¿Acaso
no hacen falta?
-
¡Hay
doce vasos y una jarra en la cocina!
-
Eh…
bueno, en verano hará mucho calor, vamos a necesitar muchos vasos y más de una
jarra.
Pues nada, pa ti la perra gorda. En asuntos
menos caseros le pasa igual, te explica la idiosincrasia libia como si llevara
aquí toda la vida, parece saber cómo piensan y actúan todos los libios, conocer
todos los entresijos de la política del régimen y de la actual, no dice cómo ve
las cosas, sino cómo son. Sin embargo, solo frecuenta a libios que hablan
inglés o alemán, dedicados al periodismo o a la diplomacia, dice que nunca
aprendería árabe porque el 90% de las conversaciones libias se limita a
preguntar por la familia… no sé cómo consigue estar tan convencido de que su
información no está sesgada, pero lo está, y cada pocos días intenta explicarme
como funciona el mundo.
Algo bueno de Rudolf es la pléyade de
contactos que tiene, conoce a un montón de gente interesante, se entera de un
montón de eventos y le invitan a fiestas, con lo que también me invitan a mí.
El problema es, sin embargo, que dichas
fiestas no me llenan nada, me aburro cuando voy. Uno pensaría que juntarse con
veinte o treinta extranjeros que se reúnen para beber alcohol, escuchar música
y bailar es una buena válvula de escape para variar un poco, salir de las
conversaciones libias, tendentes a girar siempre en torno a los mismos temas;
sin embargo, cuando me veo en esas situaciones echo de menos a Hamza, y se me
presenta con claridad para qué vine aquí. Eso me gusta, me muestra que, pese al
tedio que supone a veces la vida libia, aún sé que vine con una idea clara, y
que la estoy llevando a efecto. No siento la necesidad de huir de Libia, estoy
aquí porque quiero, y en las reuniones de expats (yo no conocía el término,
son, o somos, la gente que vive fuera de su país), lo que se busca es huir. Aunque
bueno, a veces conozco a gente maja y paso un buen rato.
En fin, volviendo a Rudolf, quizás habéis
notado que no se está convirtiendo en santo de mi devoción. Es majo y tal (me
encanta esa expresión), pero me carga la gente que no opina, sino que predica,
y él es de esos. Quizá yo también, pero este es mi blog, qué pasa. Sin embargo,
la convivencia es fácil, es entretenido charlar con él, y es una puerta a
muchos rincones que, de otra forma, me resultarían difícilmente alcanzables. Aceptamos
barco.
Me despido con algo que me dijo hace un par
de meses, una cita que ilustra bastante bien el concepto que tiene tanto de su propia
percepción del mundo como de la mía:
“Lorenzo, ni te imaginas la de historias
grandes y pequeñas que hay en Libia. Es una pena que no tenga más tiempo libre,
si lo tuviera, me dedicaría a mezclarme más con los libios y a escribir las
cosas que voy viendo”.
Está bien, la parte de expatriados en un país es curiosa, y también es parte de ese país... asíq otros sitios de losq sacar historias, y alguna fiesta de vez en cuando no será tan mala!!
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